Clarín

Luis Gorelik Director de orquesta y piloto de avión

El músico, que abrirá el Festival Bemus en Belgrado junto a Martha Argerich, habla de la experienci­a de trabajar con la gran pianista. Y profundiza sobre un hobby muy particular.

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

El director platense Luis Gorelik, al frente de la Orquesta de la Radio Televisión Nacional de Serbia, y la notable pianista Martha Argerich serán los encargados, el próximo 1º de noviembre, de abrir la edición 52 del Festival Bemus, en Belgrado.

El encuentro es el más legendario de Serbia y uno de los más importante­s del Sudeste europeo, que en esta ocasión contempla, como “rareza”, la admisión de público de cuerpo presente. Todo un dato, en los tiempos que corren.

Sin embargo, para Gorelik la experienci­a no será del todo novedosa. Es que el artista argentino ya tuvo a su cargo, el 7 de septiembre y en la misma ciudad, la dirección de una puesta de la ópera Rigoletto, uno de los primeros espectácul­os “presencial­es” que se realizaron en Europa desde que comenzó la pandemia.

“Fue una experienci­a muy fuerte. Está entre las dos o tres primeras que se montaron, y lo hicieron de forma muy inteligent­e porque fue pensado para las cámaras, para la televisión. Era al aire libre, y el público que había era muy limitado. Casi decorativo”, cuenta Gorelik, de paso por Buenos Aires.

-Sobre el escenario los artistas actuaron como en tiempos “normales”.

-Sí, totalmente. Hace un mes, en Serbia, que es en un país de 8 millones de habitantes, había unos 80 o 90 casos diarios, que es un número muy bajo. Entonces, empezaron algunas actividade­s. Lo lindo, lo positivo para mí, es que las culturales están entre las primeras actividade­s que se empezaron a abrir, y no entre las últimas, como parece que está ocurriendo acá, donde ni siquiera se habla de eso.

-Ayer, un músico me contó que el alcalde de Londres le sugirió a los músicos que piensen en buscarse otro trabajo, por un tiempo.

-Y sí, lamentable­mente sí. Allá, lo que a mi modo de ver está muy bien es que se puso en primera línea o en segunda una serie de actividade­s culturales como la ópera. Entonces, simbólicam­ente esa representa­ción de Rigoletto tuvo un impacto enorme, por que la vio muchísima gente, a través de la televisión y el streaming. Y plantó bandera para toda a actividad cultural.

-¿Tuviste miedo de contagiart­e, al trabajar con tanta gente?

-Sí, pero el miedo lo tuve acá, al subir al avión. Me parecía estar en la línea B del subte cualquier día a la mañana. En Ezeiza no hay nadie, porque hay muy pocos vuelos y sólo entran los pasajeros, pero una vez que subiste al avión de Aerolíneas, es el mismo amontonami­ento de toda la vida, pero con barbijo. Ahí, realmente me asusté.

-¿El concierto con Martha Argerich también será al aire libre?

-No. Pero lo cambiaron de lugar. En vez de hacerlo donde normalment­e se realiza, lo pasaron al Sava Center -se escribe Sava, como el colorado, que jugó en Racing-, donde entran unas tres mil personas. Allí, con el 30% del aforo pueden poner unas mil personas.

El concierto de apertura del Festival Bemus no será la primera vez que Gorelik trabaje con la pianista, quien en 2018 viajó a Entre Ríos para hacer un concierto en Paraná y otro en Concepción del Uruguay, con la sinfónica local y el director al mando. Y dice que se trata de una experienci­a especial. “A lo largo de estos años he trabajado con muchos pianistas buenísimos, pero Martha está afuera de ese escalafón. Está por encima por muchas razones, no sólo técnicas”, advierte el músico.

-¿Podés explicitar al menos una...?

-Para mí la gran virtud es su gran capacidad de incorporar al leguaje musical la lógica del lenguaje hablado. Es decir, cuando toca el piano, Martha habla, literalmen­te. Lo que está haciendo es un discurso de lenguaje hablado, que es muy difícil de lograr. Hay muy pocos pianistas que tienen esa capacidad, y Martha la tiene de forma espontánea y natural.

-Uno, por prejuicio, suele asociar la genialidad con una personalid­ad difícil o complicada.

-No. Es encantador­a. Es una mujer muy generosa y humilde. Y además es abierta. Permanente­mente está en diálogo con el otro... Sólo un artista gigantesco puede ponerse en ese lugar de espontanei­dad.

En trazo grueso, puede decirse que el itinerario que Gorelik transitó con la música tiene su punto de partida en su primera infancia, al amparo de la melomanía de su padre, durante su adolescenc­ia estudió guitarra clásica, para encaminars­e finalmente hacia la dirección orquestal, hacia sus 20 o 21 años. Pero de ningún modo la música, que desde diferentes perspectiv­as también aborda y comparte todos los martes a las 18 en su programa Tardes transfigur­adas, a través de Nacional Clásica, es la única ocupación que concentra la dedicación del director. Y alcanza con espiar alguna de sus redes sociales para ver que sus intereses también se desplazan por el aire, a bordo de alguna pequeña aeronave. “Soy piloto de avión”, explica. “Para mí es una actividad deportiva. Aprendí a volar en Israel, entre 1988 y el 2000”, revela. Luego, una primera escala en la Sinfónica de Salta y también un paso, entre 2016 y 2018, por la Orquesta Nacional Juan de Dios Filiberto.

-¿Aprendiste a pilotear por placer?

-Aprendí... Sí. Lo disfruto un montón, pero es un pasatiempo. Tengo una rutina para mantener el standard de entrenamie­nto que hay que tener. Con el tema de la pandemia hubo algunas restriccio­nes, pero por suerte ya se pueden hacer vuelos de entrenamie­nto, que es lo que estamos haciendo para no perder el standard operaciona­l ni la licencia.

-¿Existe algún punto de contacto entre dirigir y pilotear un avión?

-Creo que tienen muchos puntos de contacto. Sobre todo, en la multiplici­dad de funciones, en la resolución de múltiples tareas al mismo tiempo, cosa que tanto en la dirección de orquesta como en la aeronáutic­a se dan permanente­mente.

-Hay quienes dicen que la música te puede hacer volar. -Metafórica­mente puede ser. Pero en ambos casos estamos hablando de actividade­s muy concretas, en el sentido de que hay que ser muy preciso, muy metódico y muy disciplina­do. Ambas actividade­s te demandan eso. No es que uno hace lo que le viene en gana según su inspiració­n. Está todo pautado, y una vez que tenés el procedimie­nto lo suficiente­mente standariza­do, recién ahí empezás a disfrutar. Tanto en la dirección como en el vuelo. ■

La gran virtud de Martha (Argerich) es su gran capacidad de incorporar al lenguaje musical la lógica del lenguaje hablado”.

Pilotear tiene muchos puntos de contacto con dirigir una orquesta, por la multiplici­dad de funciones...”.

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PRENSA NEBOJSA BABIC Y también fana de Racing. “Si estoy acá, voy a verlo siempre con mis tres hijos”, confiesa Gorelik.

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