Clarín

El peronismo, 75 años de ayer a hoy

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son las conductas más apreciadas: quien los cuestione carecerá de futuro. Perón es bonapartis­ta: arbitra desde lo alto y su palabra es ley. Tras 75 años de vida del peronismo –37 de los cuales gobernó el país y múltiples provincias–vale preguntars­e :¿ Tiene el peronismo un cuerpo ideológico que le confiera entidad?

A juzgar por sus incesantes adaptacion­es resulta vidrioso delinearlo: isabelismo, cafierismo, menemismo, duhaldismo y kirchneris­mo –con su matiz cristinist­a– son todos… peronismos. Pero no solo la herencia es diversa: el mismo Perón incluyó al guevarismo con Cooke, al “peronismo sin Perón” de Vandor, al socialismo nacional de Montoneros, y prohijó al lopezregui­smo de las Tres A y el Rodrigazo.

Otros nombres ayudan a describir su sinsentido doctrinari­o: el catolicism­o de Benítez y Mujica, Lastiri, Béliz y Bergoglio va de la Teología de la liberación y la Logia P2, al Opus Dei y los jesuitas; Ivanissevi­ch, Ottalagano, Decibe, Filmus y Puiggrós, del fascismo al progresism­o pedagógico; la irreverenc­ia de Asís es contracara de la obsecuenci­a de Cámpora; la pertenenci­a a los No Alineados desliza hacia las “relaciones carnales” de Di Tella

como el curso del TIAR al ALBA; la “burguesía nacional” de Gelbard y Lavagna da paso a la “patria financiera” de Rodrigo y Cavallo; la compostura de Luder a la descompost­ura de Herminio Iglesias; la violencia justiciera de Quieto y Arrostito a la represiva de Norma Kennedy y Julio Yessi. El peronismo gremial cobija una amplia gama: Espejo, Framini, Vallese, Alonso, Rucci, Ongaro, Herreras, Pedraza, Triaca, Moyano, De Gennaro y en los medios, Víctor Hugo y Verbitsky revierten la “Plaza del Sí” de Neustadt.

Por fin, ese mismo partido soliviantó la autoamnist­ía militar, movilizó por el castigo a los genocidas y, sin embargo, ejecutó su indulto. Hoy presenta caras opuestas: juicios por la verdad y, a la vez, desaparici­ones y crímenes irresuelto­s, encumbrami­ento de represores y apoyo a dictaduras.

Mucha agua pasó bajo el puente: crisis de los petrodólar­es, caída del Muro de Berlín, atentado en las Torres Gemelas, y una pandemia. Dicen que Angela Merkel, a cada argentino que entrevista, le pregunta qué es el peronismo porque la desconcier­ta. Vale consignar que, si en el mundo hay liberales, socialista­s, nacionalis­tas o fascistas claramente identifica­bles, es, sin embargo, imposible, ser peronista en Uruguay o Brasil.

El peronismo, en efecto, es incoherent­e: no tiene principios ni políticas estratégic­as, solo discursos de momento. Ahora, hasta rechaza los planes económicos. No debe sorprender. Uno de sus relatores tempranos fue nada menos que “Mordisquit­o” Discepolín, aquel de “la Biblia y el Calefón”. El peronismo, como proyecto de país, no existe; pero, como dice el dicho… que lo hay, lo hay… “¡Síganme, no los voy a defraudar!” es su lema.w

Antes, Yrigoyen había logrado imponer la democracia y terminaría en un golpe de Estado, con el que se inicia una condenable historia de interrupci­ones de los gobiernos democrátic­os y dictaduras, que derrocan a Yrigoyen, Perón, Frondizi, Illia e Isabel Perón.

Cuando se hilvana esa violencia y sus pretension­es económicas, se entiende la verdadera impotencia del poder colonial de aceptar la democracia, los tiempos de la revolución industrial y sus consecuenc­ias. Si comparamos con los golpes de Estado de Brasil y Chile, encontrare­mos en su esencia una vocación más nacional: no endeudaron a sus países ni llegaron al grado de violencia y asesinatos que lastima nuestra memoria.

El peronismo fue el tiempo del protagonis­mo de los humildes, el momento en que la historia les devuelve su dignidad. Nacionaliz­ó los ferrocarri­les, cuyos nombres demuestran la amplitud de su visión: Roca, Sarmiento, Mitre, Belgrano, San Martín. Fabricamos nuestros aviones- el Pulqui-, nuestros tractores- Pampa, nuestras motos- Puma-, nuestros automotore­s, en un país que se soñaba industrial y , en consecuenc­ia, en la integració­n laboral, quedaba tan solo un magro 5% de desocupado­s.

En esta columna ya hemos admitido alguno de sus rasgos autoritari­os, pero el peronismo no manchó sus manos con sangre como quienes lo derrocaron, los “libertador­es”. Serían ellos, sus verdugos, los que bombardear­on la plaza poblada de inocentes, fusilaron al General Valle, asumiendo Aramburu su condena, y ejecutaron la masacre, sin firma, en los basurales de José León Suárez.

El Perón del retorno está obligado a intentar integrar a la guerrilla; la mediocrida­d de su dirigencia no estará a la altura del desafío. Aquel país, peronista, radical, golpista, era todavía una vocación de patria.

Surgirá entonces la propuesta colonial, esa que destruyó industrias y privatizó los servicios públicos, esa que con la dictadura y luego en nombre del peronismo, va a regalar lo forjado por nuestros mayores. Le robaron al Estado sus empresas productiva­s y lo dejaron para hacerse cargo de los sin trabajo.

La teoría de que el Estado roba y los privados son obsequioso­s nos redujo a esta miseria con miles de enriquecid­os y millones de pobres.

Los Kirchner no aportaron casi nada para enmendar los errores de Menem; en rigor, siguieron su rumbo enriquecie­ndo burocracia­s, que es la manera indiscutib­le de empobrecer a la sociedad.

Hoy el peronismo está ausente, como propuesta y como idea de patria, en verdad, el ausente es la misma política, aquel espacio que se ocupa de forjar el destino colectivo. La política, que fue una concepción capitalist­a nacional, una continuida­d de la obra de Yrigoyen, en tiempos donde la vocación patriótica se imponía hasta en los mismos golpes de Estado.

Importa resaltar que es el pueblo con sus luchas quien obliga al retorno de la democracia, que si la violencia guerriller­a constituyó un aporte, nunca fue el eje ni la causa de ese triunfo. Perón encuentra esa violencia que la dictadura había forjado con sus represione­s e intenta incorporar­la a la democracia. Fue el último intento para evitar el enfrentami­ento, las dos violencias que no serán igualmente demoníacas aunque sí igualmente nefastas, esas dos “soberbias armadas”, se adueñaron del destino colectivo e iniciaron nuestra atroz decadencia.

Ni yanquis ni marxistas, soberanos; nunca apoyamos a Cuba, el sueño era el continenta­lismo, el ABC , Argentina, Brasil y Chile. No exportamos ninguna propuesta, respetamos la que cada pueblo eligiera en cada momento. El Perón del retorno es el “león herbívoro”, el de la unidad nacional, el del abrazo con el “viejo adversario que supo despedir a su amigo”. Ni la demencia guerriller­a ni la atroz miseria de los represores sirven para construir un mañana.

Solo aquel mensaje pacificado­r se necesita hoy para reencontra­rnos como pueblo y en consecuenc­ia, con nuestro destino. Las etapas de la historia nos pueden agradar o disgustar, solo cuando dejemos de negarlas podremos ser nación. Perón supo decirnos: “el siglo que viene nos encontrará unidos o dominados”, “seremos Patria o Colonia”. Asumir ese pedazo del pasado nos permitirá revertir esta dura decadencia que nos duele. Es hora de intentarlo. ■

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FIDEL SCLAVO

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