Todos unidos ¿triunfaremos?
El 17 de octubre de 1945, con su movilización, la clase trabajadora irrumpe en la política. Un nuevo actor social trepa a escena: “¡Queremos a Perón!” es su consigna. El reclamo triunfa y aquel “aluvión zoológico” – despreciado por los opositores– impone al nuevo presidente. En el marco de la posguerra, la sustitución de importaciones y la inmigración interna se forja un nuevo fenómeno, la “Argentina Justicialista”. El liderazgo de Perón –en diarquía con Evita– es su rasgo original; lo emocional, un componente clave.
El perfil del peronismo se construye con el gobernar. Amante de los discursos, el General construirá una “doctrina” pragmática y ecléctica con tres banderas: independencia económica, soberanía política y justicia social. Perón pergeñó en la Italia fascista un sistema de representación corporativo con otros cauces que el sufragio y la división de poderes: la “comunidad organizada”. Para ello, “mejor que decir es hacer”: nacionalización de resortes claves –Banco Central, comunicaciones–, obras públicas, derechos sociales y políticos, sindicalismo alineado, censura sobre los medios. “Perón cumple, Evita dignifica”.
¿Documentos ideológicos? Escasos. “Doctrina peronista”, el pasional “La razón de mi vida”; “Las 20 Verdades”, un decálogo que enuncia una “escala de valores: primero la patria, después el movimiento y luego los hombres” y enuncia máximas superfluas: “para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista”, “verdad” modificada en 1973. Abundaron los eslóganes y “apotegmas” de lucha, sacrificio, paternalismo y amor: “a los enemigos ni justicia”; “por cada uno de los nuestros caerán cinco de ellos”, “los únicos privilegiados son los niños”.
El mito discursivo ofrece como constante las amenazas conspirativas; los enemigos acechan desde las sombras. Uniformando conceptos patrióticos la pegadiza melodía de la “marchita” aporta estrofas heroicas: “todos unidos triunfaremos… combatiendo al capital” exaltadas con el coro que mejor define una identidad: “¡Viva Perón!”, expresión sostenida con realismo hasta 1974 cuando el “Braden o Perón” del 45 ha mutado en “Liberación o dependencia”. En el plano internacional la inicial “Tercera posición” se inflama con un anticomunismo militante y adhesiones al franquismo; con los años virará hacia alegorías por Mao y el Che.
En lo organizativo se idea un “movimiento” autodefinido como policlasista, sin estructuras que puedan cuestionar al Líder.
El ala gremial –la “columna vertebral”– enchaleca a las bases, los aportes patronales aseguran el acuerdo corporativo; las mujeres son una rama; y la “juventud maravillosa” esperará sin suerte el “trasvasamiento generacional”. El verticalismo y la lealtad al Jefe