Clarín

Retazos de libertad

- Diana Baccaro dbaccaro@clarin.com

Suena Radiohead desde un celular en el silencio de la Reserva Ecológica. Y la voz de Thom Yorke será lo único que rompa el “manual de convivenci­a” en esta parte de la Costanera Sur que reabrió hace 20 días. Dos amigas embarbijad­as caminan por un sendero mientras escuchan, uno a uno, los temas de “Ok Computer”, el más profético de los discos de la banda, que en 1997 ya hablaba de desconexió­n cotidiana y aislamient­o. En la Reserva no hay lugar donde sentarse: los bancos y mesas tienen cintas de seguridad. Tampoco se puede acceder al río. Clausurado. Ni comer un alfajor. Prohibido.

Bajo el sol de primavera, las amigas apuran el paso hacia la salida porque a las 12.30, avisa un guardia, se termina el paseo. Vamos, vamos. Tienen que salir por donde entraron, por la puerta de Viamonte; la de Brasil es sólo para runners, por “protocolo sanitario”. ¿Por qué no podemos sentarnos un rato bajo un árbol y sí en la vereda de un bar? ¿Acaso hay bancos más peligrosos que otros?, le pregunta una de ellas al guardia que no sabe no contesta, al tiempo que los británicos cantan -y criticanen “Fitter Happier” la vida tan ordenada que da miedo. Acá, con la cuarentena más larga y estéril del planeta ya estamos entre los 5 países con más infectados del mundo.

Detrás del barbijo, la otra mujer tararea “Not living, just killing time” y siente que su día es apenas contemplat­ivo: mira a la gente pasar sin formar parte del cuadro. Al cruzar la puerta de salida, a las 12.29, Yorke canta “One day I am gonna grow wings” y le bailan los ojos. Y sí. ¿Quién no ha querido alguna vez que le crezcan alas?

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