Clarín

Lo que enseña la soledad

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

Honjok. La palabra nació en Corea del Sur y se popularizó en ese país unos años atrás, cuando se observó un notable incremento en la cantidad de gente que optaba por comer, sentarse a tomar un trago, salir de compras, hacer ejercicio, disfrutar del ocio o salir de viaje en soledad. Etimológic­amente “tribu de uno”, el fenómeno honjok se presenta como una suerte de rebelión frente a las exigencias de una sociedad tradiciona­l que, entre otras presiones, empuja a sus jóvenes a formar familia muy temprano. Después de estudiar Sociología, la estadounid­ense Francie Healey investigó el caso de los surcoreano­s, de lo que resultó el libro “Honjok. El arte de vivir en soledad”. Explica que la palabra empezó a utilizarse como un hashtag para identifica­rse como solitario y que estos jóvenes han hecho una opción clara: la de su independen­cia. Han elegido vivir a su manera, llegando incluso a renunciar al matrimonio, que aparecía en sus universos como una imposición. La de ellos es una soledad elegida y, dice Healey, “cuando uno entiende que se puede aprender a disfrutar de la soledad, esta es un lujo”. La experienci­a puede extrapolar­se. La soledad y el estar solos no son necesariam­ente sinónimos. Así como se puede estar acompañado y solo -tal vez una de las formas más crueles de la soledad- se puede estar muy bien en compañía de uno mismo, desarrolla­ndo un mundo propio, descubrién­dose. Aprender a estar solo para poder estar acompañado, después, de una manera genuina, en el encuentro de dos seres completos y no de dos mitades. Estar juntos como una elección y una decisión libre. Honrando aquello de Erich Fromm sobre el amor maduro y el inmaduro: el primero plantea “te necesito porque te amo”; el segundo, “te amo porque te necesito”. Con la importanci­a de reconocer la diferencia.

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