Cuánto y cómo usamos el lenguaje inclusivo
“Todos”, “los”, “chicos”, “amigos”, las palabras más intervenidas.
Tod@s lxs chicos/-as son amigues. Exceptuando el verbo, estas son las cuatro palabras –todos, los, chicos, amigos– que más se usan de lenguaje inclusivo, aunque no las únicas. Y, además, esas son, en mayor o menor medida, las formas inclusivas en que se las usa –con arroba, con equis, con barra, con “e” o desdoblando las palabras (ejemplo: todos y todas).
Así se desprende de un estudio del Departamento de Computación de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, dirigido por los investigadores Santiago Kalinowski y Agustín Gravano, en base a un relevamiento sobre el uso de este lenguaje en Twitter Argentina, entre 2007 y 2020.
Más de 128 millones de tuits, generados por más de 56 mil usuarios y más de 1.000 millones de palabras, obtenidos durante un período de 13 años, pero con mayor representación en los últimos nueve, permitieron a los especialistas sacar algunas conclusiones sobre el uso del lenguaje inclusivo. Y esto es: un promedio de 225 palabras emitidas en alguna forma de inclusivo por cada millón de términos que circulan en Twitter Argentina, para las 23 provincias del país.
225: un número considerable, un número que no es irrisorio o inexistente, y que permitiría por ejemplo, dice Kalinowski, fundamentar la entrada de palabras a un diccionario, si ese fuera el caso. 225 es, además, el promedio en que figuran otras formas del lenguaje como el infinitivo pasivo (ejemplo: haber ido) o el potencial compuesto (ejemplo: habría ido). Claro que si se lo compara con el uso del masculino genérico, el porcentaje de aparición del inclusivo es bajo: en 2019, por tomar un año, del total de tuits analizados, el 99,65% no estaba intervenido por formas de inclusión y sí lo estaba el restante 0,35%.
El inclusivo y la agenda social
Una primera observación, detalla Kalinowski, miembro de la Academia Argentina de Letras pero que habla a título personal y como investigador, es que la frecuencia de uso de palabras en lenguaje inclusivo coincide con eventos de la agenda política y social del país: hubo un pico en 2012 cuando se sancionó la Ley de Identidad de Género y se triplicó en 2018, cuando se trató el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo. “Lo que se muestra es la fuerte vinculación del inclusivo con un o interés de lograr un cambio social y político”, dice.
En cuanto al repertorio, el informe revela que, de las 20 palabras más intervenidas con alguna forma de inclusivo, el 72,37% de las veces uno de esos vocablos es “los”, “todos”, “amigos” o “chicos”. Y que el restante 27,63% se reparte entre “novio”, “hijo”, “vecino”, “nosotros”, “alguno”, “hermano”, “pibe”, “solo”, “trabajador”, “lindo”, “bienvenido”, “mucho”, “nene”, “uno”, “otro”, “argentino” y, el insulto preferido de los argentinos, “bolu…”.
“Esto habla de que no es un fenómeno gramatical, sino lexical: los hablantes incorporaron esencialmente cuatro palabras para usar en sus discursos, con alguna de las fórmulas de inclusión que aparecieron en los últimos años. Es algo que hacemos todo el tiempo: aparecen palabras como el VAR en el fútbol y las sumamos; otras las dejamos de lado”, explica Kalinowski y agrega: “No es un fenómeno de la mitad de la población ni mucho menos, sino que es un fenómeno reducido a ciertas minorías”.
Las cinco marcas del inclusivo
Hay cinco tipos de marcas de inclusión en el lenguaje: las palabras marcadas con “x” (ejemplo: todxs), con arroba (tod@s), los desdoblamientos (todos y todas), la barra (todos/-as) y la “e” (todes). Estas intervenciones, a su vez, tienen diferentes frecuencias de uso: si en 2011 predominaba el arroba, en los últimos tres años es la “x” la de mayor presencia (un 40% de las palabras intervenidas presentan esta forma en 2019), seguida por la “e” (28%), que va ganando terreno. La “x”, además, se usa en palabras en plural, al menos, el 80% de las veces.
“La disminución en el uso de la arroba puede estar hablando, aunque no necesariamente, del crecimiento de la visibilidad de la sexualidad no binaria. Precisamente, porque se considera que la arroba es una síntesis del desdoblamiento en masculino y femenino, lo cual se sigue considerando binario”, detalla el investigador.
Sin embargo, estas marcas que circulan en el mensaje escrito no pueden emplearse en mensajes orales: la “x”, el arroba, y la barra no son pronunciables. Mientras que los desdoblamientos hacen el discurso más largo. La “e” tiene, en algún punto, la ventaja de funcionar en los dos registros, de economizar el lenguaje y de incluir la sexualidad no binaria.
Y acá aparece otra lectura: mientras que la cuestión de la sexualidad no binaria es una problemática de singulares (es decir, que el género no esté marcado ni por la “o” ni por la “a”), la de los feminismos lo es de plurales (porque en el singular existe la marca de género con la “a”). Dicho de otro modo, los feminismos reclaman que en lugar de un masculino genérico, plural y abarcativo se utilice otra cosa. En este sentido la “e” aparece como un punto de encuentro: ni una “o” masculina, ni una “a” femenina. Y precisamente por esto, algunos feminismos hablan de una nueva invisibilización de la “a”.
Para Kalinowski, “lo que pasa es que cuando alguien dice ‘chiques’ ya sienta posición respecto al inclusivo y a todo un ideario detrás, aquel que refiere a un estado de injusticia y de desigualdad que tiene que cambiar. La persona que escucha también lo sabe ”.
¿Por qué buscarlo en Twitter?
La hipótesis que desarrolla Kalinowski es que cualquiera de estas formas de inclusión tiene su ámbito natural de circulación cuando la lengua es pública en algún sentido, es decir, cuando hay una audiencia. En cambio, el inclusivo no aparece cuando se habla en privado: “Twitter era un lugar donde íbamos a ver mucha aparición del inclusivo. Es uno de los espacios donde tiene su ámbito natural de circulación. Si lo buscábamos en corpus literarios, no habríamos tenidos estos números para analizar. Probablemente también esté en WhatsApp y Facebook, pero son redes cerradas”.
“El lenguaje inclusivo es un fenómeno que se activa cuando la lengua es pública y se desactiva luego. Tiene que ver con cómo el hablante concibe al que está escuchando, si lo concibe como alguien a quien busca convencer o con quien entablar una tensión. Porque el inclusivo, eso sí, busca y logra molestar mucho y así es cómo tiene gran parte de su impacto”, asegura.
Por eso, dice, no es un debate para instituciones lingüísticas, porque el inclusivo no apunta a modificar la gramática (ningún grupo minoritario puede modificarla), sino a intervenir social y políticamente.
Con todas estas consideraciones y caracterizaciones, ¿es el inclusivo, en rigor, un lenguaje? No. “Es, a lo sumo, un fenómeno léxico y, para mí, un fenómeno retórico –sostiene Kalinowski– y en tanto tal lo que importa es lo que se logra en el que escucha”. Si es un recurso retórico, tal como la metáfora o la metonimia, según el investigador, sería una enálage, es decir, una intervención en la lengua española a través de un cambio de la función normal de las palabras en un discurso. ¿Algo para objetar, chiques?