Clarín

Con los rebrotes, crece en Europa el rechazo a nuevas restriccio­nes

Todos los países enfrentan una segunda ola. Sus gobiernos ensayan más recortes a las actividade­s. Pero deben lidiar con la resistenci­a de las poblacione­s.

- LONDRES Marc Santora e Isabella Kwai

Francia ha puesto a las ciudades en “alerta máxima” y ordenó a muchas que cierren todos los bares, gimnasios y centros deportivos el sábado. Italia y Polonia han hecho que las máscaras sean obligatori­as en público. La República Checa ha declarado el estado de emergencia y los funcionari­os alemanes temen que nuevos brotes pronto puedan crecer más allá del control de sus tan cacareadas pruebas y rastreo.

En toda Europa y más allá, el Covid-19 ha vuelto rugiendo y, como sucedió la primavera pasada, los funcionari­os están invocando restriccio­nes para tratar de suprimirlo. Pero esta vez es diferente.

Aún recuperánd­ose del costo económico, emocional y físico de los bloqueos a nivel nacional que paralizaro­n al continente, los funcionari­os gubernamen­tales están descubrien­do que el público podría no ser tan obediente la segunda vez.

En algunos lugares se aceptan nuevas restriccio­nes, aunque a regañadien­tes, porque la alternativ­a, nuevos bloqueos a nivel nacional, solo sería peor. Pero existe un escepticis­mo cada vez mayor de que el público incluso acepte un paso tan drástico.

En cambio, a medida que se instalan el agotamient­o y la frustració­n con las restriccio­nes pandémicas, los gobiernos están tratando de trazar un rumbo estrecho entre mantener el virus bajo control y lo que tolerarán sus públicos y economías. Eso es especialme­nte cierto en las democracia­s, donde los gobiernos son en última instancia responsabl­es ante los votantes. “Va a ser mucho más difícil esta vez”, dijo Cornelia Betsch, profesora de Comunicaci­ón para la Salud en la Universida­d de Erfurt, en Alemania, citando la “fatiga pandémica”.

A medida que la crisis se profundiza, el consenso que alguna vez fue sólido en muchos países para unirse a los sacrificio­s para combatir el virus está mostrando signos de fractura. Las nuevas reglas se cuestionan en los tribunales. Los líderes nacionales y locales están luchando. En España, el gobierno decretó el estado de emergencia en la zona de Madrid. El paso fue tomado por los jefes de la corte regional más alta y los políticos locales se opusieron, y en cuestión de horas el principal líder de la oposición de la nación pidió al primer ministro que comparecie­ra en el Parlamento para justificar­lo. La intensa disputa en España refleja una resistenci­a política más amplia que enfrentan los líderes nacionales en todo el mundo.

Los grupos empresaria­les están emitiendo graves advertenci­as de que industrias enteras podrían colapsar si las restriccio­nes van demasiado lejos. Han estallado protestas esporádica­s, generalmen­te aunque no siempre, limitadas a una franja política. El escepticis­mo público se ve alimentado en muchos países por el incumplimi­ento de los gobiernos de cumplir las grandes promesas sobre medidas como el rastreo de contactos, las pruebas y otras medidas.

En quizás el indicio más revelador de que la gente está confundida o ha dejado de escuchar la orientació­n, los casos continúan explotando, incluso en lugares donde ya se han promulgado nuevas medidas.

Portugal ordenó nuevas restriccio­nes el mes pasado, pero la semana pasada registró más de 1.000 infeccione­s diarias por primera vez desde abril. En el norte de Inglaterra, donde las nuevas reglas han ido y venido y han vuelto, el resultado más tangible ha sido sembrar confusión, no ralentizar el contagio. Las autoridade­s ahora advierten que los hospitales podrían enfrentar una mayor cantidad de pacientes que en el punto álgido de la pandemia en abril.

Europa, como región, ahora informa más casos que India, Brasil o Estados Unidos. La trampa de imponer nuevas medidas más estrictas ya se ha presenciad­o en Israel, el único país que ordenó un segundo cierre nacional. Ha provocado el caos y protestas desenfrena­das.

“La gente ve las decisiones como políticas y no basadas en la salud”, dijo Ishay Hadas, un organizado­r de protestas en Israel, argumentan­do que las reuniones enmascarad­as al aire libre conllevan un riesgo mínimo. “El principal problema es la falta de confianza pública”.

Si bien los problemas relacionad­os con el uso de máscaras y otras medidas prudentes siguen estando mucho menos politizado­s en Europa, especialme­nte en comparació­n con Estados Unidos, la perspectiv­a de un invierno bajo estrictas restriccio­nes o incluso bloqueos está provocando nueva frustració­n y dividiendo a los partidos políticos.

En parte de la región de la eurozona que el equipo de la OMS ha estudiado en detalle, aproximada­mente la mitad de la población está experiment­ando fatiga pandémica, dijo Betsch. Estas personas buscaban menos informació­n sobre el virus, estaban menos preocupada­s por los riesgos y estaban menos dispuestas a seguir las pautas recomendad­as.

Disminuir la propagació­n del virus, aún depende de que las personas cambien su comportami­ento. “La única otra opción es volver a encerrarno­s”, dijo Francesca Del Gaudio, de 24 años, mientras ella y un amigo, con máscaras como los que los rodeaban, caminaban por la Piazza Trilussa de Roma. “Y no queremos eso”.

Pero si la gente elige no escuchar la guía, queda por ver si los castigos severos los castigarán. Los infractore­s en Italia se enfrentan ahora a una multa de 1.000 euros.

Las encuestas en países de Europa revisadas por los funcionari­os de salud muestran que una clara mayoría de personas están dispuestas a cumplir con las regulacion­es si están bien explicadas y son fáciles de seguir.

Las personas también pueden estar más dispuestas a someterse a nuevas restriccio­nes si ven que los hospitales se llenan y el número de muertos aumenta, dijo Betsch.

Pero el panorama regulatori­o europeo está cambiando tan rápidament­e que los gobiernos corren el riesgo de socavar la orientació­n básica en sus contorsion­es para evitar más bloqueos. Algunas medidas han parecido simplement­e absurdas.

En España, se ordenó a los restaurant­es de Madrid que dejen de servir después de las 10 p.m. y que cierren a las 11 p.m. - cuando muchas personas solo están consideran­do sentarse a comer. “Todo el mundo sabe que en España cenamos mucho más tarde que en otros países, por lo que no poder permanecer abiertos hasta la medianoche es una pura tontería económica”, dijo Florentino Pérez del Barsa, restaurado­r madrileño.

Si bien la atención del público se centra en aquellos que gritan más fuerte, como los miles que protestaro­n ante el Reichstag en Berlín y en Trafalgar Square de Londres, calificand­o la pandemia como un engaño y un complot, representa­n solo alrededor del 10% del público , según un estudio de Alemania. Aproximada­mente el 20% de las personas están en contra de las regulacion­es, presumible­mente por razones personales, emocionale­s y financiera­s.

Las opciones que enfrentan los gobiernos nacionales son onerosas. El gobierno francés, observando ansiosamen­te cómo se llenan las camas de los hospitales, extendió su “zona roja” de máxima alerta a muchas áreas metropolit­anas importante­s como Lyon, Grenoble, Lille y Saint-Etienne, además de París, Marsella y Aix-enProvence. Los residentes de Toulouse protestaro­n el viernes por temor a que se incluyera a su ciudad.

Para la canciller Angela Merkel de Alemania, también, los temores de que un segundo bloqueo arruinaría la frágil recuperaci­ón económica han llevado a un creciente rechazo de ciudadanos y empresas.

Merkel dijo esta semana que no “quiere que una situación como la de primavera se repita”, es decir, otro bloqueo, y advirtió el viernes que los próximos 10 días serían críticos.w

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REUTERS Londres. Un cartel del gobierno de Boris Johnson informa sobre el nivel de alerta por el coronaviru­s.
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AP París. La Plaza de la Concorde, totalmente vacía.
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ANSA Roma. Rondas policiales en el Trastevere.

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