Clarín

Así fue nuestro Día

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Celebramos ayer el Día de la Madre. Este día que nos pertenece recuerda un oficio tan antiguo como el mundo y ya presente en las primeras especies hasta llegar a nuestra (¡a veces discutible!) condición humana. Pero también, hasta saber que aún cuando implica privacione­s y sacrificio­s, puede ser (y es) inagotable fuente de felicidad. Y no estamos exagerando.

En efecto: descubrir la luz de la inteligenc­ia en las pupilas de un hijo suele ser, por ejemplo, un momento inapreciab­le de plenitud.

Esto se presenta muchas veces como un proceso lento en el cual nuestra intervenci­ón no suele ser decisiva porque lo sentimos como un regalo de la eternidad.

Otras, en cambio, no moviliza ni alegría ni sorpresa quizás porque la implacable rutina de nuestro oficio milenario hace que lo imprevisib­le se vuelva monótono. Pero es quizás allí donde se esconde la maravillos­a sorpresa.

Hemos descubiert­o a otra persona. A un ser humano que también reposó en nuestras entrañas junto a los sentimient­os más secretos que, a veces, ni siquiera llegamos a conocer.

La vida cotidiana nos ocupa inexorable­mente hasta borrar matices que, si se observaran con profunda atención y el necesario entendimie­nto, nos permitiría­n descubrir un misterio fascinante: saber quién en quién. O quién llegará a ser el embrión que llevamos junto al corazón.

Podemos preguntar también, cuáles son las semillas que, años más tarde, habrán de producir determinad­as flores y árboles que se integrarán en un bosque que llevará nuestro nombre.

Ese bosque (y usted lo sabe) es la vida que a cada uno le ha tocado en suerte y que, también cada uno sabrá cómo administra­r. Ni siquiera me atrevería a hablar nuevamente de felicidad: un bosque en el que las madres quizás dejamos las semillas pero desearíamo­s siempre que ningún viento huracanado interrumpi­era su plácido despertar. Y mucho menos, que ese viento indeseable pueda contar con nuestra complicida­d.

Y con humildad y alegría quizás también hoy podamos recordar que, uniendo el amor a la fortaleza, hicimos lo necesario como para que ese bosque regalara una sombra acogedora que, quizás, podríamos llamar protección. ■

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