En la ruta del buscador
Un documental como El dilema de las redes sociales (Netflix) parece haber avispado hasta la desesperación cuan frágiles somos ante ellas, devoradoras de datos que transforman todas nuestras elecciones, pulsiones y hasta dudas en algoritmos que vomitan lo que finalmente somos, no sabemos si frente a la vida, pero sí dentro de su dominio.
Incluso en lo más aleatorio, funciona. Recuerdo que hace exactos diez años tocó ir de viaje, junto a un colega de otro medio, para cubrir una actuación del grupo Green Day en Palo Alto, California. Esto es, un condado al norte del Silicon Valley, cuna de la civilización informática moderna. Con un auto alquilado, arribamos al concierto sobre la hora y, en el apuro, el personal que ordenaba los estacionamientos nos fue llevando con sus señas a sitios cada vez más alejados del predio, ya lleno. Dejamos el vehículo y salimos corriendo ante la inminencia del show.
A la salida, el pánico. El auto blanco, amplio, americano, no estaba donde creíamos haberlo estacionado. Vueltas y más vueltas. Angustia. Más de una hora y media de búsqueda. El estacionamiento, ya vacío. ¿Qué hacer? El asunto se viralizó entre los buenos de los empleados, y llegó una mente maestra: “Si ustedes llegaron muy justos, es probable que lo hayan dejado en espacios aledaños”. Nos subieron a un carrito y de repente aparecimos en un sector donde lo único que se veía era el móvil buscado. Y, por cierto, el nombre de la empresa a la que pertenecía el parking: Google. Como susto, fue grande. Como publicidad, no hubiese sido mala: “Lo que no encontrás, buscalo en...”.