El Vaticano prorrogó por dos años el pacto secreto con China para designar obispos
El acuerdo es un paso para profundizar la relación de la Iglesia con el régimen de la República Popular
Prorrogado dos años más el acuerdo provisorio y secreto de la Santa Sede con la República Popular de China para nombrar los obispos. Según el Vaticano, “el paso adelante es notable porque todos ahora están en comunión con el Papa y el experimento funcionó”.
Ya firmado hace un mes, este jueves fue prorrogado por otros dos años más “ad experimentum”, como hasta ahora, el acuerdo secreto de nombramiento de los obispos entre la Santa Sede y China.
“El paso adelante es notable, ningún obispo es ilegítimo, todos están en comunión con el Papa”, dijo ayer el secretario de Estado, cardenal Pietro Parolín.
“Va a ir todo bien”, agregó el “primer ministro” de Francisco. El acuerdo no contempla los otros numerosos problemas binacionales, como la represión de comunidades católicas y la reanudación de las relaciones diplomáticas, cortadas bruscamente en 1951, tras el triunfo de los comunistas de Mao Tse Tung y la instauración de la República Popular en todo el territorio.
Aunque no ha sido publicado, se sabe que el acuerdo establece el mecanismo de propuestas y consultas en el nombramiento de los obispos. De hecho, China y el Papa se reservan el poder de veto final, pero hasta ahora se han logrado superar las discrepancias parciales.
Además las designaciones han sido muy escasas.
El partido Comunista de la República Popular es el encargado oficial de controlar a las religiones en el país y son continuas las denuncias de acciones represivas, sobre las cuales el Vaticano mantiene un continuo silencio.
El último incidente ocurrió en la provincia de Jiangxi. Según las denuncias, varios sacerdotes fueron puestos bajo arresto domiciliario y se les ha prohibido toda actividad religiosa. Los sacerdotes se negaron a aceptar las presiones para pasar a la llamada Iglesia Patriótica, creada y controlada por el régimen comunista.
Después del rompimiento de 1951 se inició una fuerte represión contra la comunidad católica de doce millones de personas. La Iglesia fue considerada “clandestina” por su lealtad al Papa y el régimen le contrapuso una Iglesia “patriótica” cuyos obispos fueron nombrados bajo decisión y control del partido comunista. Miles de católicos fueron encarcelados y también sacerdotes y hasta obispos, se indicó.
Las acusaciones de los opositores al acuerdo destacan que el nivel de represión de todas las religiones en China nunca ha sido tan fuerte desde las épocas de la Revolución Cultural, en el siglo pasado.
El cardenal Parolín dijo que “en estos dos años hemos advertido señales de acercamiento entre los católicos chinos, que en tantas cuestiones se han dividido”.
El secretario de Estado vaticano dijo que es una señal importante “porque el Papa confía especialmente en el compromiso de vivir un auténtico espíritu de reconciliación entre hermanos”.
El cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, criticó varias veces el acuerdo vigente entre el Vaticano y China. Hace dos meses vino a Roma y quiso ver al Papa, que no lo recibió.
“Este acuerdo matará a la Iglesia”, dijo el cardenal en la “National Catholic Register”. “El gobierno de Beijing podrá usarlo para pedir a la gente cualquier cosa en nombre del Papa”, agregó.
A fines de septiembre estuvo en el Vaticano el canciller norteamericano Mike Pompeo, que reclamó al Papa, en nombre del presidente Donald Trump, que no firmara la prórroga del acuerdo. Francisco no lo recibió y Pompeo tuvo que hablar con el cardenal Parolín, quien le dijo que el acuerdo sería renovado, lo que finalmente ocurrió.
En China, sin contar Hong Kong y Macao, existen 135 diócesis y prefecturas apostólicas. El número no ha cambiado en los dos últimos años en que rigió el acuerdo secreto y en el que hubo dos ordenaciones episcopales y cinco instalaciones oficiales.
Siete obispos excomunicados por pertenecer a la Iglesia “patriótica” fueron perdonados por Francisco. Actualmente en China existen catorce obispos “clandestinos”, consagrados por el Papa pero no reconocido por el régimen de Beijing. Algunos han padecido la cárcel.
Dos episcopales, Su Zhimin y Shi Enxiang, desaparecieron. El primero en 1986 y el segundo en 2011. El régimen comunista nunca ha dicho donde se encuentran y si todavía están vivos. ■