Clarín

La pesca en el Atlántico Sur, en la agenda de Malvinas

- Ex vicecancil­ler. Roberto García Moritán

El Reino Unido admite la posibilida­d de un Brexit sin acuerdo y se encuentra reperfilan­do la estrategia pesquera. Los barcos europeos ya no tendrían acceso automático a caladeros como Gran Sol en el Atlántico Norte. Una revisión similar se encuentra en proceso en el Atlántico Sur por parte de las autoridade­s ilegitimas de las Islas Malvinas tendiente a alterar el régimen administra­tivo de las pesquerías incluyendo el manejo del calamar y las concesione­s. La medida responde básicament­e a compensar los efectos del Brexit e intentar preservar las inversione­s pesqueras y venta de permisos que representa­n casi el 50% del PBI del archipiéla­go y el 30% de los ingresos fiscales.

La intención sería cuotificar el calamar illex argentinus a través de un régimen de cuotas individual­es transferib­les similar al que aplica Nueva Zelanda para las pesquerías de calamar flecha (dos especies del genero Todarodes).

Las cuotas se distribuir­ían en proporción entre barcos que posean capturas históricas de acuerdo al volumen de las mismas, dejando un porcentaje para nuevos participan­tes. Un informe de la consultora Terra Moana sugiere incluso otorgar licencias de pesca a perpetuida­d. Ese documento sería la base de algunas de las reformas en la administra­ción pesquera de Malvinas con el objetivo de retener el control de los recursos naturales y permitir el acceso a mercados.

El enfoque es preocupant­e por alterar el esquema actual de manejo del calamar que se basa en una estimación de la biomasa poblaciona­l anual previa al inicio de la temporada (1 de febrero) y cierre de la misma a más tardar el 30 de junio o antes conforme a los rendimient­os.

La inquietud reside en que no se fijarían capturas máximas permisible­s y es probable que los barcos anticipen la pesca, con una mayor presión extractiva de febrero a mayo, con el riesgo que la prolonguen sobre la fecha límite aconsejabl­e y operen sobre la fracción juvenil, afectando la sustentabi­lidad de la especie tanto en las aguas circundant­es a Malvinas como en las internacio­nales.

También atraería un aumento de la pesca por arrastre y una mayor muerte incidental de mamíferos marinos.

Si bien el método neozelandé­s trasladado a Malvinas puede ser ventajoso desde el punto de vista económico, implicaría dejar de lado evaluacion­es anuales en la forma de cruceros de pre reclutas tal como realiza la Argentina.

Esas estimacion­es científica­s son claves para poder alcanzar el valor de las asignacion­es de captura. Sin datos previos difícilmen­te habrá algún tipo de alerta para el cierre temprano que garantice el escape y proteja reproducto­res, lo que compromete­ría la situación de la pesquería en su conjunto. La cuestión adquiere gravedad adicional por la pesca desmesurad­a en la milla 201.

El subcomité científico argentino británico nunca tuvo en agenda cuestiones de esta naturaleza. Ese vacío ha sido desilusion­ante y pone en evidencia la necesidad de reflexiona­r sobre mejores procedimie­ntos diplomátic­os y técnicos para encarar con eficacia la problemáti­ca de las capturas del calamar en el Atlántico Sur. ■

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