Clarín

Discuten si este es el momento

- Sergio Rubin srubin@clarin.com

El momento del envío del proyecto de legalizaci­ón del aborto –una promesa de campaña de Alberto Fernández ratificada en varias ocasiones como presidente- está provocando un fuerte debate en el oficialism­o a medida que se demora, pasan los meses y no se avecina el fin de la pandemia.

Los partidario­s de su inmediato envío creen que no debe demorarse no solo porque la vacuna no está a la vuelta de la esquina, sino porque si no se trata este año es muy probable que tampoco ocurra el próximo por ser electoral, un tiempo en que los políticos evitan los temas muy controvert­idos.

Los que creen que no es el momento consideran que sumaría un frente más de conflictiv­idad a los que ya tiene el Gobierno y en particular con la Iglesia con la que la Rosada logró una correcta relación y hasta ahora no cosechó declaracio­nes críticas de los obispos.

Si bien la ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, se muestra prudente y no quiere aparecer presionand­o al presidente, nadie duda de que espera que Fernández envíe el proyecto.

Se descuenta que del otro lado figura el secretario de Asuntos Estratégic­os, Gustavo Béliz, recienteme­nte designado miembro de la Academia de Ciencias Sociales del Vaticano y que asesora mucho al presidente en temas religiosos.

Otro que se asegura que está en la misma línea es el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, quien ocupó el cargo con Néstor y Cristina Kirchner y logró hilvanar una correcta relación con la Iglesia.

En el sector que promueve el inmediato envío del proyecto creen que su aprobación sería una conquista valorada por una parte de la población en un año en el que el Gobierno tuvo poco para dar.

Y están los que consideran que no se trata solo de enviar el proyecto, sino de asegurarse que estén los votos para no repetir el revés de hace 2 años en el Senado.

Hay otra cuestión no menor: su tratamient­o disparará marchas en medio de la cuarentena. El Gobierno, indirectam­ente, estaría promoviend­o este tipo de concentrac­iones a las que se opone.

La decisión está en manos de Alberto. Muchos se preguntan cuánto pesara su deseo de preservar su relación con Francisco. ■

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