Larrea ya tiene su libro
Una trayectoria de 60 años resumida en casi 200 páginas. En un juego radial, está editado en 10 “bloques”.
Héctor Larrea es el locutor popular en actividad con más trayectoria en la radio argentina hoy. El 30 de octubre cumplirá 82, sigue haciendo aire seis veces a la semana (Nacional) y su libro biográfico era una cuenta pendiente. No quiso escribirlo, pero aceptó que el periodista Martín Giménez lo homenajeara. Así nació Héctor Larrea, una vida de radio.
Fito Páez, Abel Pintos, Sandra Mihanovich, Juan Sasturain, Jairo, Fernando Bravo, Susana Rinaldi, Alejandro Fantino, Víctor Heredia, Bobby Flores, Santiago Del Moro, Luis Pescetti, Soledad Pastorutti y Eduardo Sacheri son algunas de las figuras que aportan testimonios, anécdotas, vivencias desde el cariño.
Editado por Gourmet Musical, el texto está separado -en un juego radialpor “bloques”. Son 10 bloques, el primero es un viaje a los primeros 20 años de Larrea (desde 1938, año de su nacimiento en Bragado, hasta 1958).
Uno de los “bloques” destacados es el segundo: Hagámoslo Rapidísimo, la narración de la etapa que va desde 1959 hasta 1968, los inicios de “Hetitor” en el aire y su camino hacia ese “hit” que resultó Rapidísimo, el ciclo de Radio Rivadavia que cambió la historia radial.
“Me subía al camión a las 4 de la mañana para visitar las radios. Cuando podía ahorrar algunos pesos venía en el tren Sarmiento que me dejaba en Plaza Miserere. O tomaba ‘La Floridita’, un micro de larga distancia. Ya en la ciudad me movía en tranvía o caminando”, evoca el conductor.
Las tres grandes emisoras que visitaba eran El Mundo (Maipú 555), Belgrano (Ayacucho y Posadas), y Splendid (Uruguay 1237). Todas tenían orquestas estables que tocaban en vivo a la tarde.
El libro se sumerge también en esa primera aventura de Larrea ya con carnet habilitante, en LR9 Radio Antártida, en Arenales 1925. “La radio quedaba en un petit hotel de Barrio Norte. En la parte de atrás estaba Antártida y al frente Mitre. El programa duró un año, iba dos veces por semana a las 9.30. Título más berreta imposible: Musicosas. Pero me sirvió para hacerme conocer y me contrataron para otros espacios. Me ofrecía para trabajar en cualquier lado. Inventaba programas. Me contrató una agencia llamada Cepeda y hacía un microprograma que consistía en presentar un tetor ma auspiciado por jabones Fulton”.
“No sé cómo me animaba, pero era mi propio vendedor. Entraba a un comercio y trataba de convencer a los dueños para que me apoyaran en mi locura. No tenía plata para dormir ni para comer, pero eso no me importaba. Llegaba temprano y me iba a la noche. Lo que realmente me importaba era pisar una radio. En El Mundo vi a Carlos Di Sarli, en Belgrano a HécMauré, y como también me gustaba el jazz vi a los Swing Timers, la prehistoria del jazz argentino”.
Más allá de anclar en la vida profesional, las páginas tienen una misión más grande, poner en contexto lo que significaba la radiofonía para los hogares argentinos en las primeras décadas. El rol de compañía y educación que jugaba el aparato como objeto adorado por las familias. ■