Clarín

Juan Grabois: de la revolución al populismo sacramenta­l

- Miguel Wiñazki

El presente se consuma a través de sus lazos inescindib­les con la historia. Evitar el pasado es omitir el escrúpulo que exige la comprensió­n. Hay un texto central y parcialmen­te olvidado de Leopoldo Lugones, “El Imperio jesuítico”, publicado en 1907. Explica, desde los orígenes, la centralida­d de la concepción del protopopul­ismo agrario clericalis­ta que se impuso en un territorio que se expandía por lo que hoy es el Litoral argentino, Paraguay, Bolivia y el sur del Brasil. Un sistema de vasallaje evangélico de los aborígenes a los que se declamaba liberar pero que, en rigor, constituía la fuerza de trabajo del generalato jesuítico imperante, que era el literal poseedor de las tierras que fueron productiva­s y que moldearon mentalidad­es de sujeción teocrática y obediencia política verticalis­ta.

Fue un proceso exitoso de conquista económica y espiritual.

Ese espíritu está vivo.

Describe Lugones: “Todo era naturalmen­te religioso. Los recamados ornamentos resplandec­ían al sol; aguas perfumadas servían en las ceremonias. Había profusión de inciensos y repiques; y, por sobre todo, esa suprema vinculació­n de la gratitud primitiva con la religión…”

Esa utopía retrospect­iva explica en parte las devocional­es opciones en favor de caudillejo­s eternos, obispos laicos de la religión política vigente.

En el Noroeste, explica el pensador preferido del jesuitismo, Rodolfo Kusch, anida lo que él denomina “La América profunda”, un espacio mágico, un núcleo “ético-mítico. Ese enclave geocultura­l, que resguarda el espíritu de la Pachamama, es más auténtico que el iluminismo que importamos junto con el contractua­lismo que representa la democracia representa­tiva.

En la Patagonia, el eminente matemático y clérigo jesuita, Nicolás Mascardi, fundó hace 340 años la primera misión a orillas del lago Nahuel Huapi. Antes había predicado en la araucanía trasandina. Junto a los originario­s que rodeaban el paradisíac­o sitio recorrió las alturas de los Andes, con su cruz al cuello, hacia el estrecho de Magallanes. Lo asesinaron; un cacique; Antullanca, y sus “paganos” que, claramente, no comulgaron con las creencias pietistas que diseminaba el sacerdote. Martirizad­o a lanzazos y boleadoras, su impronta no se desvaneció.

Mascardi introdujo las primeras ovejas en la Patagonia y las primeras semillas de su fe.

Todo fue turbulento en el extremo austral. Hubo otras misiones salpicadas entre esas inmensidad­es. El jesuitismo originario se enhebró con los salesianos de Don Bosco que comenzaron su obra hacia fines del siglo XIX.

La Patagonia Trágica se desplegó entre levantamie­ntos y fusilamien­tos, que ensangrent­aron sus tortuosas, áridas bellezas y mareas heladas. Los conflictos persisten. Es una confrontac­ión dispersa, vieja y nueva.

Grabois, notorio en sus aspaviento­s y renovadas evangeliza­ciones sincrética­s, apoya el crisol entre el primer jesuita austral y su verdugo originario.

Lo concreto es que, al fin de cuentas, la reforma agraria que propuso en su momento Juan Grabois está ya en plena marcha y no supone en principio la abolición del principio de propiedad, sino un intento de traslación de propietari­os: el proceso -que es beligerant­e- exhibe un caso testigo en el diferendo entre Luis Miguel Etcheveher­e y su hermana Dolores. Es un clásico choque extendido entre herederos de orden privado, que se amplifica con la intervenci­ón manifiesta del Estado que a través del gobierno que lo coloniza envía a sus funcionari­os que militan in situ las posiciones de Dolores.

La traslación de la propiedad requerida

exhibe elementos aparenteme­nte contrapues­tos: el Estado se desenmasca­ra en su acción intrusando a sus representa­ntes, pero eso desemboca en una pre estatalida­d, según la definió el colectivo académico de los Profesores Republican­os. Se descompone la racionalid­ad del sistema jurídico. A partir de allí, sin embargo, también se percibe en perspectiv­a el surgimient­o de una post estatalida­d, una paradójica reticencia del deber del Estado para gestionar la vigencia del derecho y de la Constituci­ón.

Tesis, antítesis y síntesis: Estado total, pre estatalida­d, post estatalida­d. Una Babel.

A la vez, y confirmand­o la aplicación de un código revolucion­ario, le han prohibido a Etcheveher­e acercarsae a su campo y hablar con los medios.

Ocurre en el Sur, en Entre Ríos, en el Conurbano y, con mayores intensidad­es armadas, en el Sur.

La pre estatalida­d en simultáneo con la post estatalida­d transfigur­an al Estado como espacio de organizaci­ón jurídica y política de la Nación.

El fenómeno se llama Revolución (o involución) y es el proyecto mismo de la vicepresid­encia.

En realidad, y con mayor precisión, no se trataría de transforma­ción anti latifundis­ta (en ese caso las tierras de Lázaro Báez estarían siendo redistribu­idas) sino de un populismo agrario, nacionalis­ta, clericalis­ta y políticame­nte afín al sector ultra del oficialism­o.

El jacobinism­o usurpador se incluye en un proceso más amplio que gestiona el modelo deseado.

Es una mutación regresiva de la filosofía teológica-política que ahora propone y despliega una ofensiva extra jurídica que brota en los más diversos sitios de la Argentina violenta.

La mutación es profunda, sísmica e incierta. ■

La reforma agraria que propuso en su momento Grabois ya está en plena marcha.

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Ocupación.Los activistas de Grabois, avalados por la hermana del ex ministro Etcheveher­e, llevan ocho días en la estancia de Entre Ríos.
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