Clarín

El mantra de Guzmán: no devalúa, no renuncia

- Fernando Gonzalez fgonzalez@clarin.com

El plan de Martín Guzmán para este viernes era acompañar a Alberto Fernández a Misiones. Tener la oportunida­d de hablar tranquilos con el Presidente sobre sus planes para estabiliza­r la situación financiera. Subir a 10.000 metros en el avión y despejar un poco la cabeza del infierno argentino. No pudo ser. El ministro de Economía debió quedarse en Buenos Aires para

dar señales de calma.

Por la mañana respondió preguntas en la radio con el periodista Reynaldo Sietecase. Y al atardecer lo hizo en televisión con Alejandro Fantino. Dos públicos diferentes. Y un mismo objetivo. Despejar las dudas que invaden a millones de argentinos. ¿Hasta qué valor va a subir el dólar? ¿Hay alguna salida para el país en este laberinto que se produce cada diez años? ¿Hasta cuándo va a seguir en el Gobierno?

Guzmán se aferra en estos días siempre al mismo mantra. En público, ante la prensa, a los empresario­s que lo consultan al paso en los eventos económicos, les responde que no va a devaluar. Que entre sus planes no figura llevar el dólar oficial ni a noventa, ni a cien ni a ciento diez pesos. “La devaluació­n no tiene lógica si hay superávit comercial y casi no hay deuda para pagar”, insiste. El viernes rezó esa pequeña plegaria en la radio y el mercado le respondió con el bolsillo. Un rato después, el dólar blue saltó de 190 a 195 pesos.

El mantra de Guzmán arriesga también que el dólar blue no impacta sobre la vida real. Así lo expuso con crudeza hace una semana en el Coloquio de IDEA. Por eso, los empresario­s chateaban frenéticos en sus celulares. La alarma crecía porque ya han sido muchos los ministros que han jugado esa misma carta y han perdido la partida. Los argentinos van ahora a las farmacias, a las ferretería­s y a las concesiona­rias de autos y nadie les quiere vender medicament­os, ni lamparitas ni cero kilómetros hasta que baje el dólar blue. Tal vez suceda que la vida real de todos ellos no se parece a la del ministro.

Por eso, el mantra de Guzmán se completa en los encuentros privados. Con el Presidente, con otros ministros o con legislador­es del Frente de Todos. “No voy a renunciar”, les repite a todos ellos. Sobre todo a los que tienen dudas. Alberto Fernández, como señaló Marcelo Bonelli en este diario, le ha dado plazo hasta los primeros días de noviembre, cuando se vea el resultado de la emisión de bonos con los que quiere convencer a un par de fondos de inversión que mueven unos siete mil millones de dólares.

Quizás no disponga de tanto tiempo. Guzmán jura que el dólar Bolsa y el contado con liquidació­n ya han comenzado a ceder. Que la reducción a tres días del tiempo que se les retienen los fondos a los inversores va a lograr que el mercado se estabilice y los dólares comiencen a volver al Banco Central en vez de irse. En el Gobierno hay algunos que le creen y otros que no. Los que no le creen, le susurran al Presidente. “Dejá que devalúe Martín así el que lo reemplace tiene el camino más despejado”. Intrigas de Gabinete cuando tiembla el Palacio de Invierno.

Hace diez días, el Presidente le dio a Guzmán el manejo total de la estrategia cambiaria. “Tengo todo el poder”, se envalenton­a desde entonces el ministro de Economía. Por eso hace y deshace mientras el dólar se acerca a la barrera psicológic­a de los 200 pesos.

El poder, se sabe, es una herramient­a afrodisíac­a y traicioner­a. Guzmán será el artífice de la victoria si las cosas le salen bien y el dueño absoluto de la derrota si el dólar, como tantas veces en la Argentina, se ensaña con otro burócrata hasta destrozar ese mantra exquisito y perfeccion­ado en Columbia. ■

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