Soledad, secretos y silencios: la triple “S” detrás del crimen del country Martindale
El empresario Jorge Neuss asesinó a su esposa, Silvia Saravia, y se suicidó. La historia detrás de los disparos de una Magnum 357, en uno de los barrios cerrados más exclusivos del país.
A ese campo convertido en enclave sofisticado, los habitantes de la zona solían decirle la “Cabaña de Martin”. Es una alusión al primer dueño de esas 310 hectáreas ubicadas en Pilar, un irlandés llamado John Martin. De allí surge ese nombre que ya al ser enunciado parece traer integrada la idea de un mundo agradable y apartado: Martindale.
Fundado en plena hiper de 1989, el barrio se erigió como emergente de la cultura country que creció hacia el norte de Buenos Aires impulsada por el deseo de las clases altas de lograr seguridad definitiva. Ahí se afincó el clan familiar Neuss-Saravia muy tempranamente, cuando el loteo comenzaba alrededor de una bellísima cancha de golf. Allí consolidaron su perfil destacado, discreto y amigable. Es el lugar de su apogeo como grupo humano, pero también el sitio donde el tiempo se detuvo a fuerza de estruendos de Magnum 357: dos disparos, el que consumó el femicidio de Silvia Saravia y el que decretó el suicidio del femicida, su marido, el empresario millonario Jorge Neuss.
Parece el peor final para una historia expansiva, “de problemas que se resolvían puertas adentro”, según sueltan, a cuentagotas, los amigos de la pareja. Una historia muchas veces alumbrada en páginas de revistas y en locaciones inalcanzables como Nueva York o como Los Hamptons, en los extremos naturales de Long Island, donde poseían propiedades. Pero más allá de la tragedia, que destiñe lo glamoroso y lo vuelve sórdido, existen relatos superpuestos: de negocios con la política, de relaciones sociales y consumación material, y también, posiblemente, de soledad y secretos que afloran ahora.
Sobre esto último, la clave podría estar en los teléfonos de la pareja, máquinas herméticas que la Justicia intentó abrir por ahora sin éxito. La causa ilustra con pruebas abundantes que fue, tal como está caratulada, un “femicidio seguido de suicidio”.
La fiscal de la Unidad de Violencia de Género de Pilar, María José Basiglio, tiene reconstruida la cronología que lleva hasta el crimen. Una discusión el viernes 9 por la noche. La decisión de Saravia de irse a dormir a la casa de su hija Lucila, en el mismo country. El relato de una empleada doméstica que señala que Neuss amaneció solo el sábado 10. La llegada de Saravia a la casa “para buscar unas cosas” al mediodía. El ataque de Neuss a Saravia, evidenciado en marcas que aparecieron en el cuerpo de la mujer y también en los mechones de pelo que quedaron esparcidos por el baño. Los dos disparos.
El caso no está cerrado solo para descartar otras hipótesis que pierden fuerza. Pero los cuatro hijos del matrimonio, que niegan que su madre sufriera violencia de género, sí avanzan por el camino del silencio. Tras el entierro del femicida y su víctima en un mismo nicho en La Recoleta, buscan dejar atrás el trauma (¿buscan respuestas?) con la discreción histórica que los ha caracterizado.
Germán Neuss, el mayor de ellos, hizo la siguiente declaración a la revista Noticias poco después de despedir los restos de sus padres: “No sabemos qué corno pasó. Hay un tema ahí con la pandemia y el encierro que pudo haber generado una depresión. Pensar que el día anterior estuve almorzando en la casa de ellos con mi mujer y todo fue tan tranquilo. Mi viejo se fue por la tarde y le dijo a mi mamá: ‘Me voy a hacer algo de deporte, bebé’. La abrazó y le dio un beso. No se entiende lo que pasó al otro día”.
Al otro día terminaron trágicamente 50 años de vínculo sentimental, cuyo comienzo hay que fecharlo en los años 70. Jorge Neuss ya era el heredero -junto a su hermano Germándel emporio que comenzó a forjar su padre en 1891, a partir del negocio de las bebidas, pero que luego se diversificó a la energía, el agro y el real estate. Espigado y juvenil, esquiaba en Bariloche cuando conoció a Silvia.
Porteña de ley, hija de un matrimonio de joyeros sin abolengo pero con tienda sobre la calle Vicente López. “Había un tiempo en el que si vos querías comprar una cadenita para una comunión, ibas a la tienda de los Saravia y te atendían los padres de Silvia”, recuerda el amigo íntimo de la familia, Roberto Devorik. Se casaron en 1974. Vivieron para sus hijos. Tuvieron nueve nietos.
“Los Neuss fueron muy amigos míos, casi me siento un tío de los chicos”, agrega Devorik. Reflexiona: “En la Argentina no hay aristocracia, hay clase alta. El Jockey Club fue hasta la época de Perón el punto de encuentro de la alta burguesía. Pero el jockey fue prohibido, incendiado y cuando hay restricciones crecen las islas sociales. Es la razón por la que surgen tres barrios que van a ocupar el lugar que antes el jockey: el Argentino Golf Club, el Tortugas y el Martindale”.
“El Tortugas creció y se hizo más comercial. El Argentino quedó con más bolilla negra. Ni los hijos de los socios conseguían afincarse allí. A mucha gente le pareció absurdo eso y surgió el Martindale, menos tradicional y menos severo. Allí confluyen grandes apellidos con nuevos ricos, casas normales con mansiones. No creas que por eso es un lugar desacartonado. Es más ostentoso. Vas a comer un viernes a la noche al Club House y la gente está mas vestida y menos designer look. No digo nada nuevo: son guetos sociales, con reglas propias y regulaciones”.
Para vivir en Martindale hay que pasar por el filtro de la comisión de admisión, el primer regulador de la vida intramuros. En los años ‘90 muchos representantes del poder y del funcionariado menemista consiguieron luz de acogida para vivir allí. “La posibilidad de negocios particulares terminaba lavando cualquier reparo”, dice un vecino del barrio.
La descripción que sigue la hicieron dos habitantes a pedido de Clarín: los terrenos promedian los 2500 metros cuadrados. Son espacios que garantizan discreción. Los lotes más “modestos” son los que no apuntan al golf. Un lote pelado puede costar 150 mil dólares. Las casas promedian los 500 mil. Pero las grandes mansiones superan varias veces esa cifra. La vida social es activa, pero también austera. Gira alrededor del Club House, un edificio que todavía conserva su aspecto de caserón inglés.
A veces, un vecino instala un domo en su jardín y ofrece un evento para sus vecinos amigos. Fiestas de 100 o 150 personas. El perfil de los habitantes de Martindale: CEOs de compañías multinacionales, jueces de alto nivel, empresarios prósperos, he