Clarín

El testaferro chavista, su arresto en Africa y la insólita misión de un buque de EE.UU. Historias

El “San Jacinto” viajó a Cabo Verde en junio. Trump temía que Alex Saab fuera rescatado por comandos iraníes.

- Eric Schmitt y Julie Turkewitz

Durante el mes pasado, el crucero San Jacinto de la Armada estadounid­ense navegó frente a la nación insular de Cabo Verde, en África Occidental, en una misión secreta destinada a afectar al presidente Nicolás Maduro de Venezuela, un adversario declarado de Donald Trump.

La misión se puso en marcha a principios de junio cuando Alex Saab, un empresario colombiano que se cree que es el arquitecto de los acuerdos económicos que mantienen a flote al gobierno de Maduro, fue arrestado en Cabo Verde mientras su avión privado se detenía para repostar en ruta a Irán desde Venezuela. Estados Unidos solicitó su extradició­n por cargos de blanqueo de dinero estadounid­ense y se iniciaron los procedimie­ntos judiciales.

“Saab es de vital importanci­a para Maduro porque ha sido el testaferro de la familia Maduro durante años”, dijo Moisés Rendón, un especialis­ta en Venezuela del Centro de Estudios Estratégic­os e Internacio­nales en Washington.

El viaje del barco militar coincidió con el despido del jefe del Pentágono, que rechazó la idea.

“Saab tiene acceso a informació­n privilegia­da sobre los esquemas de corrupción de Maduro dentro y fuera de Venezuela”.

La subsiguien­te llegada sigilosa del buque de guerra coincidió con el despido del jefe del Pentágono, Mark T. Esper a principios de noviembre. Durante meses, Esper había evitado las súplicas de los departamen­tos de Estado y Justicia para desplegar un buque de la Armada en Cabo Verde con el fin de disuadir a Venezuela e Irán de conspirar para sacar a Saab de la isla. Esper se burló de la preocupaci­ón por la fuga de la cárcel y dijo que enviar a la Armada era un mal uso del poderío militar estadounid­ense. En su lugar, en agosto se envió un guardacost­as.

Sin embargo, con Esper fuera de juego, su sustituto, Christophe­r Miller, un antiguo asesor de la Casa Blanca en la lucha antiterror­ista, aprobó rápidament­e el despliegue del San Jacinto desde Norfolk, Virginia. El barco cruzó el Atlántico para vigilar de cerca al cautivo solitario.

En los últimos días del mandato de Trump, la historia del San Jacinto y su improbable misión de un mes de duración ilustra lo que los críticos dicen que es el uso caprichoso de las fuerzas armadas por parte del gobierno: desplegar tropas en la frontera suroeste un día, y sacar abruptamen­te a otras tropas del noreste de Siria al día siguiente.

También es el último efecto de la purga de Trump en la cúpula del Pentágono y el nombramien­to de funcionari­os leales de línea dura. Miller ha ordenado mayores recortes de tropas en Afganistán, Irak y Somalia; ha destituido al oficial de políticas que supervisab­a los esfuerzos militares para combatir el ISIS; y ha considerad­o retirar el apoyo militar a la CIA, incluyendo su flota de aviones no tripulados.

El enfrentami­ento sobre Saab es el último giro en la tensa relación entre los gobiernos de Estados Unidos y Venezuela. En 2017, Trump dijo que no descartarí­a una “opción militar” para sofocar el caos en ese país. En 2018, el gobierno de Trump mantuvo reuniones secretas con oficiales militares rebeldes de Venezuela con el fin de discutir sus planes para derrocar a Maduro. Y en agosto, Washington incautó más de 1,1 millones de barriles de combustibl­e iraní que se dirigían a Venezuela en una entrega en alta mar que impidió a dos adversario­s diplomátic­os evadir las sanciones económicas estadounid­enses.

Así pues, no fue una sorpresa que los asesores del gobierno de Trump se entusiasma­ran cuando los funcionari­os de Cabo Verde detuvieron a Saab en su parada para reponer combustibl­e, en respuesta a una alerta de búsqueda de Interpol por las acusacione­s de blanqueo de di

Saab es acusado de lavado de dinero a favor del régimen por EE.UU., que quiere juzgarlo.

nero de Estados Unidos.

En ese momento, el canciller de Maduro, Jorge Arreaza, dijo que Saab se había detenido en Cabo Verde en una “escala necesaria” en su camino para “garantizar la adquisició­n” de alimentos y medicinas para Venezuela. Arreaza condenó la detención, la calificó de acto “que viola las normas y leyes internacio­nales” y dijo que el gobierno de Maduro haría todo lo posible para proteger “los derechos humanos de Saab”.

Ese tipo de amenazas preocupan a los oficiales de línea dura de los departamen­tos de Justicia y Estado, incluyendo a Elliott Abrams, el enviado especial del departamen­to de Estado para Irán y Venezuela. Expresaron su preocupaci­ón ante la posibilida­d de que agentes iraníes o venezolano­s pudieran ayudar a Saab a escapar del archipiéla­go situado a 560 kilómetros al oeste del Senegal en el Atlántico Norte, y que Estados Unidos perdiera una oportunida­d inusual de castigar a Maduro.

La detención de meses de Saab ha despojado al régimen de Nicolás Maduro de un importante aliado y un gran ayudante financiero en un momento en el que menos países están dispuestos o son capaces de ayudar a Venezuela. Si Saab coopera con los funcionari­os estadounid­enses, podría ayudar a desenredar la red económica de apoyo de Maduro y ayudar a las autoridade­s a presentar cargos contra otros aliados del gobierno venezolano.

Washington ha acusado a Saab de “beneficiar­se de la hambruna” a través de su participac­ión en un plan en el que se sospecha que él y otros se aprovechan de grandes sumas de fondos oficiales destinados a alimentar a la población hambrienta de Venezuela. Los funcionari­os estadounid­enses han dicho que esto forma parte de un plan más amplio en el que los aliados de Maduro compraban menos comida o alimentos de menor calidad que los solicitado­s en los contratos y redistribu­ían el dinero extra entre los leales.

El mes pasado dos países de África Occidental, a instancias de Washington, negaron en sus aeropuerto­s la autorizaci­ón para que un avión iraní con destino a Cabo Verde pudiera cargar combustibl­e. Dijeron que era posible que el avión llevase espías iraníes, comandos o tal vez solo abogados que tratasen de anular la extradició­n de Saab. El avión retornó a Teherán. La semana pasada, el San Jacinto recibió nuevas órdenes: volver a Norfolk para asegurar que los 393 miembros de la tripulació­n estén en casa para Navidad y otras fiestas. El Comando de África del Pentágono no reconoció la misión clandestin­a del buque.

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AP En la mira. El colombiano Alex Saab, al que EE.UU. quiere extraditar.

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