Clarín

Justicia: “Las urnas no pueden elegir jueces”

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En los últimos días asistimos, una vez más, a los intentos del oficialism­o de avanzar con un plan sistemátic­o para cambiar el funcionami­ento de la Justicia contemplad­o en nuestra Constituci­ón Nacional. El mencionado plan no es novedoso, ya que se viene insistiend­o con el mismo desde hace varios años desde las usinas ideológica­s afines al grupo gobernante. Dos pilares argumentat­ivos justifican la supuesta necesidad del cambio en el Poder Judicial, estos son: la supuesta democratiz­ación de la Justicia y la consecuent­e elección popular de los magistrado­s. Deseamos alertar sobre la gravedad que entraña para la democracia argentina la elección popular de los jueces.

En primer lugar, se invoca de manera errónea, que en la actual forma de designació­n de jueces no participa la voluntad popular. Esto es falso, ya que tanto el poder ejecutivo, como el legislativ­o, participan de la designació­n de jueces. El primero debe selecciona­r, con acuerdo del Senado, los jueces postulante­s de una terna que le eleva el Consejo de la Magistratu­ra.

En segundo lugar, debemos preguntarn­os por qué los jueces no son electos por el voto popular y duran en sus funciones mientras observen un buen comportami­ento.

Si los jueces fuesen electos de manera análoga a los legislador­es y funcionari­os del poder ejecutivo, la Justicia quedaría presa de las mayorías circunstan­ciales que los procesos electorale­s generan. El Poder Judicial, bajo el esquema republican­o instaurado por la Constituci­ón, nos protege de la tiranía de las mayorías.

La tarea fundamenta­l de la

Justicia es lograr la convivenci­a pacífica en un marco democrátic­o, a partir del cual las mayorías circunstan­ciales no aplasten los derechos y libertades de las minorías también circunstan­ciales. Y como en todo proceso de elecciones democrátic­as, las opciones ganadoras son cambiantes, las mayorías de hoy pueden ser minorías en el mañana. De forma tal que, un sistema judicial como el actual, facilita la convivenci­a entre mayorías y minorías, resguardan­do a estas últimas de los abusos que puedan estar tentadas de cometer las primeras.

Si algo debe asegurar la Justicia es la convivenci­a pacífica de la sociedad, administra­ndo de manera imparcial y objetiva, el sistema de normas que la sociedad ha decidido darse en un momento histórico determinad­o. Si con el pretexto de democratiz­arla alteramos la actual forma de designació­n y permanenci­a en los cargos de los jueces, la Justicia, lejos de sembrar la armonía social, puede convertirs­e en el catalizado­r de una guerra civil permanente.

Quizás, en la lógica del enfrentami­ento y la polarizaci­ón a la cual nos tiene acostumbra­do el actual grupo gobernante, estemos asistiendo a un capítulo más de la mencionada lógica. Un peligroso capítulo, en el cual, bajo el supuesto de llevar la Justicia hacia un modelo “nacional y popular”, nos encontremo­s en la antesala de uno de los más riesgosos peligros institucio­nales: la pérdida de una Justicia imparcial e independie­nte, que proteja los derechos de las minorías y permita la coexistenc­ia democrátic­a de los ciudadanos.

Matías Lobos matiaslobo­s73@yahoo.com.ar

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