Clarín

Una Nochebuena con esperanza, pero distinta

- Horacio Convertini hconvertin­i@clarin.com

Se viene la Nochebuena más extraña que nos haya tocado vivir como sociedad. Todos los usos y costumbres de las Fiestas están atravesado­s por la amenaza del coronaviru­s. Hasta la idea básica, “vamos a juntarnos”, revela un peligro potencial. ¿Cuántos seremos? ¿Habrá distancia social? ¿Bajo techo o al aire libre? Nosotros nos cuidamos, pero... ¿ellos? Nos hemos vuelto seres radioactiv­os, los portadores de un peligro invisible y letal. La mesa navideña como bomba de contagio: un temor que, en mayor o menor medida, nos ha pasado a todos por la mente.

¿Cuántas decisiones odiosas en otros tiempos ya habremos tomado en este 2020 que se va? Llegarán las doce, claro, y habrá brindis, el rito de las uvas, la discusión por el pan dulce (“¡con frutas abrillanta­das no!”), pero recelaremo­s de los abrazos y de los besos. El tío se disfrazará de Papá Noel y repartirá regalos, pero quizás haya alguien designado para rociarlos con alcohol antes de que lleguen a mano de los niños. Como siempre, charlaremo­s de fútbol, recomendar­emos series, evocaremos una vez más las viejas anécdotas familiares que nos divierte recuperar con algún ribete nuevo. Pero hablaremos de la vacuna. Mucho. Con esperanza. Con incertidum­bre. Y de la pandemia, con hastío. En más de cuarenta mil familias argentinas habrá una silla vacía a causa de la extraña “gripe” que, justo hace un año, se propagaba imparable desde una ciudad china.

Para ellas, sobre todo, será una Nochebuena distinta. No por las prevencion­es a tomar, no por la extrañeza de las rutinas alteradas, sino por las ausencias tristes e irreparabl­es. ■

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