Kreplak y Donda, dos cracks del falso progresismo
Una nota del colega Pablo Sirvén en La Nación, con la utilización de los adjetivos “inviable” y “africanizado” para describir al Conurbano, dio pie a lo que más le gusta y mejor le sale al falso progresismo K, desde Kicillof hasta el INADI -todavía a cargo de Victoria Donda-: declamar un discurso no verificable en sus acciones personales.
La definición de inviable en la Provincia puede ser discutible, pero no implica una desvalorización. Luego de 6 gobiernos peronistas y 2 no peronistas desde 1983, el 41% de sus habitantes vive en situación de pobreza (INDEC 2020). También lo dice el politólogo Andrés Malamud, apoyado en la extensión territorial, la organización política y la cantidad de población. Los datos, en todo caso, avalan la idea de un territorio difícil de viabilizar en las condiciones actuales.
Pero la cuestión no es la provincia sino el oportunismo y la doble moral. El INADI, por ejemplo, con mejores reflejos que los que mostró frente a la falta de pago a la empleada doméstica de su interventora, Victoria Donda, no perdió la chance de señalar: “¿Por qué es racismo hablar de la africanización del conurbano?”. No habría estado mal que mostrara la misma disposición para preguntarse: “¿Por qué es discriminatorio, racista y abusivo no subirle el sueldo a la empleada doméstica y ofrecerle un puesto en el Estado para no pagar una indemnización?”. No lo hizo, claro, porque algunos dirigentes kirchneristas sólo parecen reconocer la discriminación en el opositor político. Donda tuvo el instinto de supervivencia de evitar en estos días su aparición pública y utilizó al INADI para condenar la nota periodística. A propósito, fue ratificada en el cargo por Alberto Fernández, quien por ahora ofrece como mayor muestra de carácter su convicción para perdonar las ineptitudes (incluso éticas, como las de Donda) de algunos de sus funcionarios.
Pero volvamos a los discursos discriminatorios. La semana pasada ningún dirigente K se horrorizó por las afirmaciones de Nicolás Kreplak, vice ministro de Salud de la Provincia, quien al hablar del rebrote de coronavirus aventuró: “…algún sector de clase alta es muy reticente a seguir las normas”. Y amplió: “Son sectores que tienen poco apego al cuidado (…), en general de clases altas. Uno ve que los sectores populares son mucho más cumplidores. Por ser más privilegiado económicamente, uno no tiene derecho a no cumplir las normas”.
Si el kirchnerismo buscaba un discurso estigmatizante para corregir, no hubo en
Kreplak culpó a las “clases altas” por el rebrote. Pero nadie lo acusó de discriminador.
los últimos tiempos ninguno superador al de Kreplak. ¿En qué estadística se basó? ¿Dónde están los estudios que lo justifican? La respuesta es obvia: no existen. Sus dichos son puro prejuicio de clase y demagogia populista. Pero además, una simple mirada a la realidad lo desmiente. Los desbordes en el conurbano durante la cuarentena, muchos generados por quienes necesitaban salir a trabajar, fueron un alerta temprana sobre la posibilidad de crecimiento de los contagios. Está claro que la explicación del rebrote no tiene que ver con conductas de clase.
El desatino de Kreplak habría justificado un llamado de atención de algún ofendido integrante de clase alta, por ejemplo Máximo Kirchner, su jefe en La Campora.
El esfuerzo siempre bienvenido para terminar con la estigmatización de la pobreza exige también cortar con la demonización kirchnerista de la riqueza (de los otros), aunque sea menos negocio y políticamente incorrecto. Para que suceda, primero habría que, al menos, aflojar con el falso progresismo. Luego, y aún más revolucionario, pagarle a los empleados. ■