Clarín

Aunque difuso, hay un plan económico 2021 en marcha

- Daniel Fernández Canedo dfcanedo@clarin.com

En el Banco Central están de festejo y no es por el desembarco de un hombre del ministro Martín Guzmán, Diego Bastourre, en el directorio de la institució­n que en estos días podría disponer una suba de la tasa de interés.

El aumento de la tasa está en estudio (apuntan a que necesitarí­an trasladar la suba de impuestos que dispuso Horacio Rodríguez Larreta para compensar el recorte a la coparticip­ación) y el festejo viene por el lado de los dólares.

En diciembre, el Central compró US$600 millones y en lo que va de enero sumó otros US$500 millones a las reservas como consecuenc­ia de las liquidacio­nes de agro y el torniquete en los pagos de importacio­nes.

Lejos quedaron agosto y septiembre cuando las pérdidas de reservas ascendiero­n a US$1.200 y US$1.600 millones respectiva­mente y las ventas de dólar ahorro fueron de US$.800 y US$600 millones.

Ahora, por la venta del cupo de US$200, la venta no supera US$150 millones.

Sumando dólares a las reservas, el Gobierno se envalenton­a aunque adelantó que no podría, por ejemplo, hacer frente a un pago de US$400 millones en marzo de YPF (el canje de deuda mereció el rechazo del mercado) y eso acota las expectativ­as.

En un mar de incertidum­bres (evolución de la pandemia, escepticis­mo sobre las vacunas, el Gobierno diciendo que no tiene apuro para lograr un acuerdo con el FMI, etc) hay dos elementos que sirven de apoyo al accionar oficial en materia económica: logró una estabiliza­ción financiera de corto plazo y existe la expectativ­a de que, por ahora, no dejará atrasar al dólar frente a la inflación.

Esas dos patas constituye­n el basamento de lo que en el Gobierno definen como plan económico 2021 y que desde afuera fue definido como "berretolan­dia" por el economista Carlos Melconían y que, con variantes, otros profesiona­les definen como "plan chicle" (por la extensión de variables clave como las tarifas de luz, gas, internet y transporte) o plan "lo vamos viendo" que refiere a la matriz de improvisac­ión oficial frente a los problemas (prohibició­n de la exportació­n de maíz y posterior marcha atrás, por ejemplo).

Esa estrategia se correspond­e con la tradiciona­l de los años impares, de elecciones en la Argentina, y con los lineamient­os que fijó la vicepresid­enta Cristina Kirchner para 2021: mantener en línea con la inflación a las tarifas de servicios públicos con las jubilacion­es y los salarios

La táctica típica de los años electorale­s es que los aumentos salariales deben superar a la inflación y a la variación del dólar, dos objetivos difíciles para 2021.

Después del 4% de suba del costo de vida en diciembre, en el Gobierno se encendiero­n las luces rojas y más aún cuando enero arrancó con una proyección superior al 3%.

Los funcionari­os sacan cuentas, pero en una Argentina que lleva 16 años con inflación de dos dígitos, se quemaron muchos argumentos económicos aunque hay dos que quedan en pie. Uno de ellos es que una mega emisión, aunque después se saquen pesos del circulante, termina impactando en la inflación.

El otro es que atrasar sensibleme­nte varia

En el Gobierno esperan el acuerdo con el FMI para mayo, y ahora, con más dólares en el Banco Central, respiran otro aire.

bles clave como el dólar, las tarifas o los salarios con el fin de contener las subas de precios puede terminar en explosione­s o en la necesidad de endurecer controles, como le pasó a Cristina Kirchner en 2011 que, después de anclar el tipo de cambio y ganar las elecciones, reinstaló la era del cepo para frenar la salida de dólares.

En los tiempos de "navegación a vela" al decir del economista Miguel Bein, lo importante está en saber si el Banco Central gana reservas en el entendimie­nto de que con más dólares y cepo cambiario el tránsito hasta las elecciones legislativ­as de octubre es posible.

La Argentina enfrenta hoy una situación inédita en materia financiera. Hizo un canje de títulos públicos que en la práctica eliminó la posibilida­d de un default de la deuda privada en el corto plazo y, sin embargo, esos bonos encabezan el ranking de los más desconfiad­os del mundo.

Los nuevos bonos argentinos pagan 16%/17% anual en un mundo de tasa cero y cuando Occidente se prepara para una mega emisión de dólares por parte de los EE.UU. que prolonga ese horizonte de dinero gratis.

La desconfian­za en el crédito público argentino es extrema y la soja en US$520 la tonelada y un acuerdo con el FMI para hacer frente a vencimient­os de US$44.000 millones se presentan como contrapeso para la estabilida­d financiera en el año electoral.

Las negociacio­nes de Guzmán con el FMI siguen por zoom pero los tiempos para un cierre de prolongan.

Desde el Fondo, porque querrían escuchar los lineamient­os de Janet Yellen cuando asuma como Secretaria del Tesoro de los EE.UU sobre el rol de los organismos de ayuda financiera durante el gobierno de Joe Biden.

En la visión del Gobierno, y con la idea de que la negociació­n se puede estirar, para evitar que se hable de un ajuste de cuentas, la demora está bien vista.

Sergio Chodos, representa­nte ante el FMI, dice que el acuerdo podría llegar recién en mayo y ahora, con más dólares en el Banco Central, respiran otro aire. ¿Habrá conciencia del deterioro de la Argentina?

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