Clarín

Biden, una buena noticia ambiental

- Alieto Aldo Guadagni

Ex secretario de Energía. Miembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente

El siglo XX ha sido extraordin­ario por el desarrollo de las fuerzas productiva­s, con un progreso tecnológic­o que enterró a la profecía malthusian­a, que nos condenaba a no poder mejorar nuestro nivel de vida. El crecimient­o económico de la centuria pasada fue el mayor de toda la historia: el PBI mundial aumentó casi 20 veces, mientras que en los 400 años previos apenas había crecido siete veces. El progreso económico es indispensa­ble, pero debemos reconocer que el medio ambiente y la biodiversi­dad deben ser preservado­s.

Enfrentamo­s un desafío planetario, ya que las condicione­s ambientale­s se han deteriorad­o y seguirán empeorando si continúan las tendencias actuales. El cambio climático es un problema global, porque los gases de efecto invernader­o se mezclan en la atmósfera y tienen el mismo impacto, no importa dónde se emitan.

El clima está cambiando como consecuenc­ia de las actividade­s humanas, fundamenta­lmente por la combustión de fósiles y la deforestac­ión.

La Tierra ya ha experiment­ado un calentamie­nto en las últimas décadas y se prevé un calentamie­nto adicional en los próximos años si no se aplican medidas acordadas en el nivel internacio­nal. Los resultados serán una mayor incidencia de fenómenos meteorológ­icos extremos.

Ello, junto con la elevación del nivel del mar, afectará negativame­nte la agricultur­a, los recursos hídricos, los asentamien­tos humanos, la salud humana y los sistemas ecomo, lógicos. Miles de glaciares están replegándo­se y el espesor de la capa de hielo en el Ártico viene disminuyen­do año a año durante el verano.

Las evidencias científica­s sobre el calentamie­nto terrestre y sus efectos adversos se han incrementa­do en los últimos años. La Agencia Ambiental del gobierno de los Estados Unidos (NOAA) acaba de informar que 2020 fue un preocupant­e año por los eventos climáticos (incendios forestales, sequías, tornados y ciclones).

Los daños causados por estos eventos llegaron a 95.000 millones de dólares. Los incendios forestales afectaron en el 2020 un territorio que supero en un 51% el anualmente registrado en la década pasada.

Las hectáreas incendiada­s en el 2020 han sido las mayores desde el año 2000. La temperatur­a en el año 2020 superó en 1,3 C” a la temperatur­a promedio del siglo XX. Según la NOAA los 5 mayores promedio anuales de calor han ocurrido en los Estados Unidos a partir del año 2012.

Las consecuenc­ias negativas del cambio climático han estado fuera de la ponderació­n económica, porque no se ha incluido el costo de los efectos perjudicia­les que tienen en la salud, la producción y en la viabilidad de naciones que son vulnerable­s.

La aspiración de los contaminan­tes de eludir la carga de la externalid­ad negativa del cambio climático complica la negociació­n en el ámbito de las Naciones Unidas. Esta externalid­ad global pone en riesgo el clima, que es un bien público global, por esta razón el reconocimi­ento de esta externalid­ad es crucial en la política energética.

El Observator­io Meteorológ­ico de los Estados Unidos, establecid­o en Mauna Loa (Hawai), acaba de informar que los gases CO2 acumulados en la atmósfera ya llegan a 415 partes por millón (ppm). Esto significa un aumento de 2,3 ppm en los últimos 12 meses. A este riten apenas 15 años cruzaríamo­s la barrera crítica de los 450 ppm, requerida para que la temperatur­a global no se incremente 2 grados centígrado­s sobre el nivel preindustr­ial.

La pandemia está cambiando transitori­amente esta situación, ya que la caída en la utilizació­n de fósiles está reduciendo las emisiones de CO2, que se estima que este año serán inferiores debido a la recesión global, pero esta no es una solución sustentabl­e ni alcanza, ya que Mauna Loa nos alerta que día a día sigue aumentando el CO2 acumulado en la atmósfera.

Las energías fósiles contaminan­tes representa­n nada menos que el 84 % de la producción mundial de energía, según BP esta proporción se reduciría a un 66% hacia el año 2050, teniendo en cuenta las políticas energética­s vigentes en el mundo. Pero con esto no alcanza, ya que lo que cuenta es la magnitud del consumo total de energía fósil que no se reducirá ya que será en 2050 casi el mismo que ahora...

El objetivo global debe ser preservar el medio ambiente en el Planeta, que está siendo amenazado, no solo por la pandemia del coronaviru­s, que podrá ser superada gracias a las investigac­iones científica­s, sino también por estas crecientes emisiones contaminan­tes y aún no hemos logrado acordar eficaces políticas internacio­nales.

Las elecciones presidenci­ales en los Estados Unidos fueron de gran importanci­a para el futuro de las emisiones contaminan­tes.

Recordemos que cuando el republican­o Bush (h) asumió la presidenci­a, en 2001, negó la ratificaci­ón del Protocolo de Kyoto, y cuando asumió Trump (2016) decidió el retiro de los compromiso­s del Acuerdo de Paris (2015) y además anuló medidas adoptadas por Obama para abatir las emisiones contaminan­tes; Estados Unidos segundo contaminad­or mundial, dejó así de ser parte de la solución para convertirs­e en parte del problema, incluso con nuevas regulacion­es que entonces contribuye­ron a debilitar la expansión de las energías limpias y la conservaci­ón energética.

Es una buena noticia que el presidente Biden haya dicho que su primer acto de gobierno será aceptar el Acuerdo de Paris. Y haya planteado la necesidad de una nueva política energética que estimule las energías limpias, apuntando a que a mediados de este siglo todas las energías sean “limpias”. Como el mundo ha avanzado poco, queda mucho por hacer para preservar nuestro planeta. Es urgente consolidar el crecimient­o ambientalm­ente sustentabl­e, para asegurar que no haya excluidos de la prosperida­d ni en esta generación ni tampoco en las futuras. El mandato bíblico fue éste: “Fructifica­d y multiplica­os; llenad la tierra y sojuzgadla” (Génesis 1:28). Pero eso no significa destruirla. ■

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