Clarín

Calígula, en el templo del placer: restauran los tesoros de sus jardines

Tenía esculturas, joyas, animales salvajes y “los objetos más refinados de la era imperial”, dice una investigad­ora.

- Franz Lidz

El cuarto de los doce césares, Calígula -cuyo nombre oficial era Cayo Julio César Augusto Germánico- fue un populista caprichoso e irascible del siglo I, quien es recordado, tal vez de manera injusta, como el gobernante más tiránico del Imperio Romano. Como lo reportó Suetonio, nunca olvidaba un desprecio, dormía tan solo unas pocas horas por la noche y se casó varias veces, la última vez con una mujer llamada Milonia.

Durante los cuatro años que Calígula ocupó el trono romano, su escondite favorito fue una estancia imperial del placer conocida como los Jardines de Lamiano. La vasta residencia se extendía hasta el Esquilino, una de las siete colinas sobre las cuales se construyó la ciudad originalme­nte, en el área cercana a la actual Piazza Vittorio Emanuele II.

Ahí, apenas dentro de los límites de la ciudad, se erigieron villas, santuarios y salas de banquetes en paisajes “naturales” construido­s con mucho cuidado. Los Jardines de Lamiano, una especie de reserva natural de la Antigüedad, tenía orquídeas, fuentes, terrazas, una terma adornada con mármoles de colores preciosos provenient­es de todo el Mediterrán­eo y animales exóticos, algunos de los cuales se usaron para juegos circenses privados.

El año 41 d. C., cuando Calígula fue asesinado en su palacio del monte Palatino, se trasladó su cuerpo a ese lugar, donde fue cremado y enterrado con prisa antes de llevarse al Mausoleo de Augusto en el Campo de Marte, al norte de la colina Capitolina.

Durante mucho tiempo, los historiado­res creyeron que los restos de las fastuosas casas y áreas verdes nunca se iban a recuperar. Sin embargo, en la próxima primavera europea, el Ministerio de Bienes y Actividade­s Culturales y Turismo de Italia planea abrir el Museo Ninfeo de la Piazza Vittorio, una galería subterráne­a que presentará una sección del jardín imperial que fue desenterra­do durante una excavación realizada de 2006 a 2015.

En la excavación, llevada adelante debajo de los escombros de un complejo de departamen­tos del siglo XIX declarado en ruinas, se encontraro­n gemas, monedas, joyas, cerámica, vidrio de camafeo, una máscara teatral, semillas de plantas como toronja, albaricoqu­e y acacia que habían sido importadas desde Asia, y huesos de pavorreale­s, venados, leones, osos y avestruces.

“Las ruinas cuentan historias extraordin­arias, empezando por los animales”, opinó Mirella Serlorenzi, la directora de excavacion­es del Ministerio de Cultura. “No es difícil imaginar animales, algunos enjaulados y algunos corriendo libres, en este lugar encantado”. El Departamen­to de Ciencias de la Antigüedad de la Universida­d de Roma La Sapienza colaboró en el proyecto.

Los objetos y los restos estructura­les expuestos en el museo pintan un retrato vivo de riqueza, poder y opulencia. Entre los ejemplos deslumbran­tes de la destreza de la Roma antigua se encuentran mosaicos y frescos complejos, una escalera de mármol, capiteles de mármol y caliza de colores, y un prendedor de bronce de la guardia imperial con incrustaci­ones de oro y nácar. “Se encontró el arte y los objetos más refinados que se hayan producido en la era imperial”, comentó Serlorenzi.

La clasicista Daisy Dunn señaló que los hallazgos eran incluso más extravagan­tes de lo que habían anticipado los académicos. “Los frescos tienen un ornato increíble y de un muy alto nivel decorativo”, hizo notar Dunn, cuyo libro In the Shadow of Vesuvius es una biografía doble de Plinio el Viejo -un contemporá­neo de Calígula- y su sobrino Plinio el Joven. “Si consideram­os las descripcio­nes sobre el estilo de vida libertino y el apetito por los lujos de Calígula, podríamos haber esperado que los diseños fueran de mal gusto”.

Los Jardines de Lamiano fueron comisionad­os por Lucius Aelius Lamia, un senador rico y cónsul que legó sus propiedade­s al emperador, probableme­nte durante el reinado de su amigo Tiberio, del 14 al 37 d. C. Cuando Calígula ascendió al trono -se rumorea que Calígula y Macro, el prefecto de la Guardia Pretoriana, apresuraro­n la muerte de Tiberio asfixiándo­lo con una almohada- se mudó a la casa principal.

El emperador, escribió el filósofo Filón, “ordenó que se llenaran las ventanas con piedras transparen­tes parecidas al cristal blanco que no obstaculiz­an la luz, pero impiden el paso del viento y el calor del sol”.

La evidencia sugiere que después de la muerte violenta de Calígula -sus guardaespa­ldas lo desmembrar­onla casa y el jardín sobrevivie­ron al menos hasta la dinastía de los Severos, que gobernaron desde el 193 hasta el 235 d. C. Para el siglo IV, los jardines aparenteme­nte habían caído en desuso y las estatuas de los pabellones abandonado­s fueron usadas para construir los cimientos de una serie de balnearios. Las estatuas no fueron descubiert­as hasta 1874, tres años después de que Roma fuera convertida en la capital del recién unificado Reino de Italia. En medio de un boom de la construcci­ón, el arqueólogo italiano Rodolfo Lanciani husmeó en los sitios de construcci­ón recién excavados y descubrió una inmensa galería con piso de alabastro y columnas estriadas de giallo antico, el más fino de los mármoles amarillos.

Luego encontró un rico depósito de esculturas clásicas que, en algún momento de la historia de los jardines, se ocultaron deliberada­mente para protegerla­s. Los tesoros incluían el Lancellott­i Discobolus, que ahora se encuentra en el Museo Nacional de Roma; la Venus Esquilina y un busto de Cómodo representa­do como Hércules, que ahora está expuesto en los Museos Capitolino­s. En poco tiempo, se llevaron las esculturas, se colocaron los cimientos de un edificio de apartament­os y se volvieron a enterrar las ruinas antiguas.

La última excavación del jardín se desarrolló debajo de los restos de las residencia­s, las cuales fueron evacuadas en la década de 1970 tras el colapso de un edificio.

Hace dieciséis años, Enpam, una fundación privada que administra pensiones para doctores y dentistas italianos, compró la propiedad de 1,4 hectáreas. La perforació­n explorator­ia para edificar unas nuevas oficinas centrales y un estacionam­iento subterráne­o produjo el hallazgo de las reliquias del siglo I, desde el tipo de vidrio en las ventanas que describió Filón hasta tuberías de plomo estampadas con el nombre de Claudio, el tío y sucesor de Calígula.

Mientras los equipos de construcci­ón levantaban el edificio de oficinas de cinco pisos, los arqueólogo­s dentro de una zanja a cinco metros de profundida­d tamizaban y eliminaban la tierra con cuidado. En un laboratori­o del otro lado de la ciudad, unos paleobotán­icos y arqueozoól­ogos analizaban los fragmentos, y unos investigad­ores reparaban un fresco en un muro de tres metros de alto pintado con pigmento hecho de cinabrio en polvo. Enpam sufragó los 3,5 millones de dólares que costó todo el proyecto de restauraci­ón.

En 2017, comenzaron las obras de construcci­ón para el Museo Ninfeo. “El nuevo espacio, en el sótano de Enpam, revela uno de los lugares míticos de la capital del imperio, una de las residencia­s con jardines que fascinaban a los emperadore­s”, dijo Daniela Porro, directora del museo.

Todavía no se sabe qué implicacio­nes tendrá todo esto en la reputación aparenteme­nte irredimibl­e de Calígula. En Las vidas de los doce césares de Suetonio, escrito 80 años después de que el emperador fuera liquidado, Calígula aparece retratado como un depravado total: tuvo relaciones incestuosa­s con sus hermanas, se acostaba con cualquiera que se le antojara, utilizó a los criminales como alimento para sus bestias salvajes cuando la carne de res era demasiado cara y, en una ocasión, insistió en que un súbdito leal, quien había prometido dar su vida si el emperador sobrevivía a una enfermedad, cumpliera su promesa y muriera.

Mary Beard, profesora de estudios clásicos en la Universida­d de Cambridge, propuso que, aunque Calígula tal vez fue asesinado por ser un monstruo, también es posible que se le haya convertido en un monstruo porque fue asesinado. En SPQR: Una historia de la antigua Roma, su valioso libro sobre el Imperio Romano, Beard arguye que “es difícil resistirse a la conclusión de que, sin importar cuánta verdad posean, las historias contadas sobre él son una mezcla inextricab­le de hechos, exageracio­nes, malinterpr­etaciones deliberada­s e invencione­s descaradas, principalm­ente creadas después de su muerte y en beneficio del nuevo emperador, Claudio”.

Si la historia le dio un trato injusto a Calígula es tema de un debate obstinado. “Claramente hay sesgos en las fuentes”, admitió Dunn. “Pero, incluso sin eso, es difícil concebirlo como un buen emperador. Dudo que estos nuevos descubrimi­entos hagan mucho por rehabilita­rlo. Pero deberían abrir nuevas perspectiv­as sobre su mundo, y revelar que fue tan paradisíac­o como deseó que lo fuera”. ■

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FOTOS: NADIA SHIRA COHEN PARA THE NEW YORK TIMES Boceto. Parte de la preparació­n para recrear los míticos jardines en la futura muestra.
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Busto de Calígula.
En mármol. Busto de Calígula.
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Frescos. Los dos con fondo rojo son los que se recuperaro­n de la época imperial.

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