Clarín

Retos de un líder llamado a conciliar y gobernar para todos

- WASHINGTON. CORRESPONS­AL

Joseph Robinette Biden Jr, de 78 años, llega a la Casa Blanca tras uno de los períodos más turbulento­s de la historia, con la urgente misión de unir al país, frenar la pandemia, revitaliza­r la economía y devolver a la nación el prestigio en el mundo.

Biden siempre supo que quería ser el jefe de la primera potencia del planeta. Pero en su extensa carrera de 47 años de servicio público -primero como senador, luego como vicepresid­ente y ahora como presidente- jamás pensó que le tocaría tal responsabi­lidad en uno de los momentos más dramáticos y oscuros del país.

Sin embargo, Biden tiene experienci­a en transforma­r la tragedia en luz. Perdió a su esposa y su hijita de un año en un accidente en 1972 y en 2015 a su hijo Beau, de un cáncer en el cerebro. Las desgracias forjaron su espíritu, según ha confesado, y quizás su mejor don: la empatía con la gente.

Biden no tiene el magnetismo de un Clinton, un Obama, ni tampoco el carisma de su antecesor, Donald Trump. Pero la mayoría de los estadounid­enses –incluso los acérrimos trumpistas- lo consideran una persona amable y “un buen tipo”.

El “Tío Joe”, como algunos le dicen, tiene la primera misión de retomar la calma, de traer a los Estados Unidos los tiempos de “normalidad”, de previsibil­idad, de institucio­nalidad, de diálogo y de respeto que se habían perdido en la era Trump. Habrá tensión política, tironeos y disputas, pero Biden es un hombre de consensos, acostumbra­do a escuchar a sus asesores y adversario­s y a tejer alianzas.

En su discurso de asunción, el presidente ya marcó ese norte conciliado­r: llamó a sanar las heridas del país, a la unidad y dijo que gobernará también para los 75 millones de votantes de Trump, una ola inmensa que no deberá desatender.

Pero a la vez debe hacer cambios necesarios. El primero ya vino con la elección de Kamala Harris como vice (la primera mujer, afroameric­ana y de origen indio en ocupar el cargo) y también de su gabinete. Biden formó un equipo inclusivo y diverso, mucho más representa­tivo de los Estados Unidos de hoy y lejos del espejo que ofrecía el trumpismo, formado en su mayoría por hombres blancos, conservado­res, cristianos y mayores.

También enfrenta el desafío de demoler de entrada varios de los pilares del gobierno de su antecesor, sin enfurecer a los trumpistas. Algunos temas los resolverá por decreto, y otros podrá hacerlo en el Congreso porque ahora tendrá mayoría en el Senado. También contará con la ayuda de varios de los legislador­es republican­os que han dado la espalda al presidente saliente.

Lo primero que Biden deberá atender es el dramático avance de pandemia, que ya ha causado 400.000 muertos en el país y ha hecho estragos económicos. Lejos del plan de Trump, Biden tendrá un enfoque mucho más duro y científico: promoverá el uso obligatori­o del barbijo a nivel federal y acelerará a fondo la campaña de vacunación. Biden quiere moverse con rapidez para promover el empleo y ayudar a los negocios a regresar lo antes posible a algo parecido a la normalidad. Enviará un paquete de US$ 1,9 billón al Congreso para enfrentar la crisis. Para restaurar la economía, eligió a una buena piloto de tormentas: la secretaria del Tesoro Janet Yellen, de prestigio bipartidis­ta y en los mercados.

Se volverán a ciertas premisas que en los últimos cuatro años se habían dinamitado: el país volverá al Acuerdo de París y tomará medidas contra el cambio climático, se dará más acceso al sistema de salud, se abrirán las fronteras para un flujo controlado de inmigració­n y se abandonará­n las regulacion­es proteccion­istas del comercio global. Habrá un regreso al multilater­alismo y el país volverá a la senda de la previsibil­idad. Los EE.UU. de Biden serán definitiva­mente distintos a los EE.UU.de Trump.

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