Europa respira aliviada y espera que se reconstruya la alianza con EE.UU.
El continente recibe con agrado a Biden por el regreso a las políticas de cambio climático y el final de las agresiones.
Los europeos se enfrentaron durante los últimos cuatro años al primer presidente estadounidense que vio a Europa como un enemigo y no como un aliado. No les tembló el pulso para defender políticas y acuerdos que Donald Trump rechazaba o para responderle ojo por ojo y diente por diente a cada uno de sus ataques con aranceles. Trump sólo era bien visto en Europa por la ultraderecha y por algunos gobiernos (el húngaro, en parte el polaco y el premier esloveno) que llevan una peligrosa deriva autoritaria. Emmanel Macron intentó cortejarle sin éxito y Angela Merkel nunca dudó a la hora de frenarlo. Roma y Madrid pasaron de puntillas.
Cuatro años de sobresaltos acaban con la llegada de Joe Biden, de quien los europeos esperan que reconstruya la relación. Ayer miércoles, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, aplaudía que Biden hubiera anunciado que entre sus primeros decretos estará la vuelta a la Organización Mundial de la Salud y al Acuerdo del Clima de París .
Europa respira aliviada. A sabiendas de que los años de Trump son la prueba de que la buena relación entre europeos y estadounidenses ya no puede darse por grabada en piedra y puede cambiar según quién ocupe la Casa Blanca. Biden, de origen irlandés y con un canciller europeísta, será un cambio a mejor aunque siga habiendo tensiones esporádicas, por ejemplo, en política comercial.
La política estadounidense hacia Europa, espera Bruselas, cambiará para ser más constructiva y se podrá avanzar en asuntos clave, como la lucha contra el cambio climático. Los europeos esperan que Biden vuelva a medio plazo al acuerdo nuclear iraní, del que Trump sacó a EE.UU., provocando que Teherán volviera a enriquecer uranio y a bloquear a los observadores de la Agencia Internacional de la Energía de la ONU.
Europa espera también una diplomacia más clásica en Washington, más respetuosa, lejana de los ataques tuiteros de Trump y los insultos a diestra y siniestra. Una especie de vuelta al EE.UU. de Barack Obama, de quien ha tomado Biden a gran parte de sus altos cargos, aunque sin el carisma del antiguo presidente.
Con Biden se acabarán las amenazas al futuro de la OTAN, paraguas de la seguridad europea. Europa también espera que el nuevo EE.UU. tenga una visión multilateral y cooperativa en la lucha contra la pandemia.
Los roces que se ven más claramente en el horizonte son en materia comercial. Un Congreso estadounidense controlado por los demócratas y un presidente demócrata en la Casa Blanca tendrán cuidado antes de firmar acuerdos de libre comercio a la antigua usanza. Biden, reconocen diplomáticos europeos, debe tener en cuenta a la cada vez más potente ala de centroizquierda de su partido, y que no ha podido meter por ahora a sus miembros más destacados en la nueva Administración. Los expertos esperan más bien negociaciones sectoriales, no un gran acuerdo que englobe todos los rubros.
Algunos asuntos llevan décadas generando tensiones y siguen ahí. Entre ellos, la guerra comercial entre los dos gigantes aeronáuticos mundiales, la estadounidense Boeing y la europea Airbus. En Washington tampoco sienta muy bien la iniciativa europea para hacer que los gigantes digitales –la mayoría estadounidenses-paguen impuestos como cualquier otra gran empresa y lo hagan allá donde tengan realmente su actividad, no en el paraíso fiscal de turno al que desvíen todos sus beneficios.
La secretaría general de la OTAN trabaja a marchas forzadas para organizar una primera cumbre extraordinaria de bienvenida al nuevo presidente. Probablemente tendrá lugar en marzo. Las instituciones europeas pretenden que ese viaje de Joe Biden a Bruselas, que podría ser el primero al extranjero, coincida con una cumbre europea presencial a la que puedan invitar al sucesor del controvertido magnate, aquel que dijo alguna vez que la capital belga era “el agujero del infierno”.