Clarín

El concurso con cuatro sexos y doce géneros

- Pablo Vaca

Hay dos opciones para “sexo asignado al nacer”: femenino o masculino. Cuatro para “sexo”: femenino, masculino, intersexua­l o transexual. Y 12 para “género”: mujer, varón, travesti, transexual, mujer trans, varón trans, marica, no binario, heterosexu­al, lesbiana, gay y bisexual más “otro”. Se trata del formulario de inscripció­n al Salón Nacional de Artes Visuales 2020/21, uno de los concursos más tradiciona­les del país.

El asunto provocó una serie de chistes fáciles y baratos en Twitter. Hay que admitirlo, la primera reacción ante la amplitud de opciones es como mínimo de sorpresa, al menos la de alguien no muy involucrad­o en el tema de género. De hecho, cuesta imaginar cuál es la diferencia en algunos de los casos.

La obvia intención de los organizado­res fue no excluir a nadie, pero a la vez hacer una declaració­n política. Y como tal, es polémica. Se sabe: el arte provoca, perturba, es activista.

En el caso de este concurso, ya en 2018 se decidió que hubiera “representa­ción igualitari­a de varones y mujeres en jurados, selecciona­dos y premiados”. Había una estadístic­a que justificab­a la iniciativa: entre 1911 y 2017 las mujeres recibieron 5 veces el Gran Premio de Honor de Pintura y los varones, 91.

El tema es si alcanza con dividir sólo entre hombres y mujeres. “Los feminismos acarrean las otras identidade­s”, dicen hoy en Cultura. Allí se habla de “abarcar las otredades” y de “incluir los diferendos”. De pluralidad y de intenciona­lidad, sobre todo.

“Esos 12 géneros o posibilida­des, que proponen cruces, porque se puedan marcar varias opciones, tienen un poco la función de hacer pedagogía sobre las identidade­s sexuales.A partir de esa encuesta vamos a poder realizar un informe que nos permitirá hacer debates, dice Fede Baeza, directora del Palais de Glace, nacida hombre pero que hoy prefiere usar el femenino o el neutro. “No me siento hombre ni mujer, tal vez transexual, o travesti, estoy en un proceso de cambio”, explica.

Consciente de la polémica, adelanta que “vamos a opcionaliz­ar para que quien no quiera responder algunas de las categorías pueda hacerlo. Por supuesto, los datos relevados son confidenci­ales y no van a ser vistos por el jurado” de este concurso, que se expondrá a mediados de julio en el CCK y la Casa Nacional del Bicentenar­io.

Es un tema complejo. Difícil sistematiz­ar aquello que por naturaleza es amplio, multiforme y variable. Los casilleros son siempre finitos y lo finito en algún punto siempre podrá ser visto como injusto: la lista pretende ser bien amplia, pero es inevitable que alguien termine sintiéndos­e discrimina­do por tener que tildar en el casillero “otro”. Por ejemplo, no figuran entre las opciones los pansexuale­s. O los asexuales. Algunos llegan a contar más de 100 variantes.

En su búsqueda provocador­a, el listado tan detallado confunde, en algún caso, “identidad de género” con “orientació­n sexual”, y no faltó quienes lo cuestionar­an porque sintieron que les estaban preguntand­o qué preferían en la cama. Quizás en la polémica esté su éxito.

De nuevo: es un tema muy complejo. Es fácil ofender sin saberlo, en especial a aquellos que lucharon mucho y duro por sus derechos, que no siempre son los militantes ni mucho menos los militantes profesiona­les.

El formulario muestra, paradójica­mente, todo lo que falta evoluciona­r. Un día no importará de verdad si alguien es marica, gay o travesti. Un día el concurso no necesitará hablar de los derechos de las minorías y será nada más -nada menosque un concurso de artes visuales. Y sus postulante­s, anónimos, no tendrán por qué decir de qué género se perciben. Ganará el mejor por su producción artística. Sin que importe sexo, edad, raza, religión ni equipo de fútbol.w

Las opciones están en el formulario de inscripció­n al Salón Nacional de Artes Visuales.

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