Calígula, crueldad y burdeles
Cayo Julio César Augusto Germánico, quien pasó a la posteridad como Calígula, fue el tercero de los emperadores romanos. Su reinado se extendió por apenas cuatro años, entre el 37 y 41, pero dejó una huella de sadismo y crueldad que se recuerda hasta nuestros días. Para Roma era un azote que se terminó una noche cuando Casio Quereas, el comandante de los pretorianos, lo apuñaló en el pasillo de un teatro. Calígula tenía apenas 29 años. En Roma nadie lo creía: temían que era un truco de Calígula para ver quiénes se alegraban de su muerte y castigarlos después. Para demostrar que Calígula estaba realmente muerto, los guardias también mataron a su mujer, Cesonia. Sobre Calígula escribieron algunos de los hombres más cultos de la antigüedad (Suetonio, Tácito, Séneca) y desde allí quedaron múltiples testimonios. Una mañana Calígula despertó con alergia por los calvos y a todos los que vio en el palacio los encadenó y los arrojó como comida a los leones del circo. Después condenó a muerte o deportación a los filósofos y sólo se salvó el por entonces joven Séneca.