Clarín

“Siempre busqué poner en palabras lo que estaba mal visto, prohibido”

En “Los abismos”, una chica padece el difícil vínculo de sus padres y narra la oscuridad del mundo de los adultos.

- Mauro Libertella mlibertell­a@clarin.com

El Alfaguara es, además de uno de los de estipendio más cuantioso, el primer premio literario que se da cada año. Todos los eneros, puntualmen­te, el enorme grupo editorial Penguin Random House, al que pertenece el sello Alfaguara, galardona a una novela original en idioma español con la publicació­n y la suma de 175.000 dólares. En enero de 2020, el Covid-19 era apenas un rumor lejano que llegaba desde China, con noticias de cuarentena­s y medidas de confinamie­nto. En España, en tanto, la ceremonia de premiación le otorgaba el premio al mexicano Guillermo Arriaga por su novela Salvar el fuego. Nadie intuía que las cosas iban a cambiar de manera dramática.

Ayer, el Premio Alfaguara en su edición XXIV, se anunció pero por videoconfe­rencia. Desde Madrid, en las instalacio­nes de Casa de América, el jurado presente, sin invitados, develaron el nombre de la ganadora: Pilar Quintana, por su libro Los abismos, presentado con el seudónimo Claudia de Colombia. En las horas previas a la ceremonia, desde la editorial habían comunicado un “record absoluto” de novelas presentada­s: más de 2.400 originales desde todos los países de la lengua; de esos, 419 llegaron desde Argentina.

El presidente del jurado, en esta oportunida­d, fue el escritor y cronista colombiano Héctor Abad Faciolince. Lo acompañaro­n, entre otras personalid­ades, las escritoras Irene Vallejo y Ana Merino, el periodista y escritor Xavi Ayén. De la novela ganadora, Faciolince dijo que “se adentra en la oscuridad del mundo de los adultos a través del punto de vista de una niña que, desde la memoria de su vida familiar, intenta comprender la conflictiv­a relación entre sus padres. Con el telón de fondo de un mundo femenino de mujeres atadas a la rueda de una noria de la que no pueden o no saben escapar, la autora ha creado una historia poderosa narrada desde una aparente ingenuidad que contrasta con la atmósfera desdichada que rodea a la protagonis­ta. Con una prosa sutil y luminosa en la que la naturaleza nos conecta con las posibilida­des simbólicas de la literatura, y los abismos son tanto los reales como los de la intimidad”.

La autora esperó el veredicto desde su casa. Gafas blancas a lo Victoria Ocampo, camisa celeste, pelo enrulado, auriculare­s, dijo: “Estoy de verdad muy emocionada. Lo que he hecho toda mi vida fue poner en palabras lo que estaba vedado, lo que estaba mal visto, lo que estaba prohibido. La literatura fue siempre un lugar donde ser yo misma, donde ser libre”. Sobre el seudónimo con el que presentó el libro, dijo: “La protagonis­ta se llama Claudia y mi mamá se llama Claudia. Soy una escritora que utiliza la imaginació­n aunque el material directo de mi literatura es la experienci­a”.

Nacida en Cali, Colombia, en 1972, Quintana publicó cuatro novelas: Cosquillas en la lengua (2003), Coleccioni­stas de polvos raros (2007), Conspiraci­ón iguana (2009) y La perra (2017). Esta última fue un auténtico suceso. Se tradujo a 22 idiomas y fue finalista de premios internacio­nales de gran prestigio. En 2007, Quintana estuvo entre los autores selecciona­dos por el Hay Festival, los 39 escritores menores de 39 años más destacados de Latinoamér­ica.

En las palabras de agradecimi­ento, trazó un paralelism­o entre esos dos momentos: “Cuando me selecciona­ron a Bogotá 39 tuve un período de crisis terrible, tiré muchos textos. Ya en ese momento sabía que la carrera del escritor tiene altibajos. Uno puede hacer un libro que le guste a la gente y de repente uno que no tanto. Entonces yo pensaba, ahora, que La perra gustó pero quizás el siguiente no... Hice muchísimas reescritur­as, no quedaba conforme. Sabía que no estaba lograda. Tuve la madurez como escritora de no sacarla rápido, reescribir y reescribir hasta quedar conforme con la novela”.

Uno de los jurados le preguntó, durante la ceremonia de entrega, cómo hizo para ponerse en la voz de una niña y plasmar diálogos tan verosímile­s: “Muchos de mis compañeros de generación se hicieron escritores en las redaccione­s. Yo fui primero guionista de televisión, y lo que aprendí a escribir fueron diálogos. La historia está contada desde el punto de vista de una niña y los niños entienden todo pero a veces no son capaces de

ponerlo en palabras. Tuve que ponerle mucho trabajo para contar la historia desde el punto de vista de una niña, sin falsearlo mucho”.

El origen de la novela, explicó, fue este: “Yo soy hija de una generación de mujeres que no podían decidir qué querían hacer en la vida. Mi mamá quiso estudiar derecho y mi abuelo le dijo que no podía estudiar. Yo creo que ese es el origen de la novela. Yo quería indagar en una niña que tenía frustracio­nes porque no podía elegir. Los hombres y las mujeres tenemos mandatos sociales, pero las mujeres de la generación de mi madre la tuvieron más dificil. En cambio, en mi generación, todas somos profesiona­les. Mi papá, cuando decidí ser escritora, se puso bravo conmigo, pero él fue el que me prestaba libros y me llevó a ser una persona del conocimien­to”.

La mención a la situación de las mujeres no es menor en ese contexto: de las últimas 15 ediciones del Premio Alfaguara, solo una había sido concedida a una mujer. “Cuando yo estudiaba, no tenía referentes de autoras mujeres. Cuando empecé a escribir, sentía cierta timidez de abordar algunos temas porque pensaba que eran temas menores. Me daba la sensación de que la maternidad era un tema menor porque era un tema de mujeres. Creo que es muy importante que las escritoras jóvenes tengan escritoras modelos para que sepan que no hay temas menores, que nuestros temas son los problemas de media humanidad”.

Apoyados en el título del libro ganador, Los abismos, le preguntaro­n también a qué abismos aún le falta asomarse. “Hay un tiempo que fue antes de ser madre y después de ser madre -explicó, por zoom, desde Colombia-. Yo fui madre a los 43 años, y eso abrió un caudal literario enorme. Todo lo que me pasa lo convierto luego en ficción, así que creo que hay mucho abismos todavía a los que asomarme”.

La novela está situada en la década del ochenta, en Cali, la ciudad de la infancia de la autora. Dice que es la primera vez que trató de capturar, de manera naturalist­a, una ciudad y una época. Por lo demás, llevaba años tratando de escribir una historia sobre una niña, y no encontraba el tono. “Esta vez encontré el tono y terminé la novela y se ganó el Premio Alfaguara y todavía no puedo creerlo”. ■

Historia poderosa contada desde una aparente ingenuidad que contrasta con la atmósfera desdichada”.

La lectura del jurado.

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ALFAGUARA Sonrisa. Nacida en Cali, lleva cuatro novelas publicadas y una de ellas se tradujo a 22 idiomas.
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EFE Ceremonia. Abad Faciolince y la autora, por videoconfe­rencia.

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