Clarín

Imagínese que Ud. se dedica a vender pianos

- Sendra

Imagínese que Usted se dedica a vender pianos. Lo primero que hará es quedarse en su local esperando o salir a buscar clientes. Pues bien, algunos hombres vendemos pianos. Nos dedicamos a eso, a vender algo sin lo cual se puede vivir perfectame­nte, y además los llevamos a domicilio. Digamos que debemos entregar uno en la calle Honorio Pueyrredón 737, 8º J y que lo recibirá la señora Isabel Matilde Morattini, morocha, delgada, 44 años bien llevados, culta y, sobre todo, pianista. Isabel Matilde Morattini aguardará la entrega del piano, grande, de cola, y que deberá hacerse por el balcón, con tres poleas sincroniza­das, varias mantas que impidan los rayones y el lógico esfuerzo de quien les habla, un entregador de pianos.

El piano será subido con esfuerzo, sacrificio y dolor, pero la experienci­a de quien lo entrega sabrá sortear las dificultad­es y el piano será depositado en tiempo y forma a Isabel Matilde Morattini, quien a partir de ahora sentirá el regocijo inmenso de tener un piano en su casa con el que podrá interpreta­r desde La Marsellesa hasta La Traviata, pasando por el infaltable Para Elisa. Entregado el piano, Usted señor, le pasará una franelita, guardará los trapos, juntará las poleas y las sogas y allí, sola, sin más compañía que su deseo de tocarlo, Isabel Matilde Morattini hará sonar sus teclas, al principio tímidament­e y luego con la ínfula de la pasión; y si Usted tiene mucha, muchísima suerte, vivirá en las cercanías de la Morattini y escuchará una lejana y hermosa melodía, que le recordará que algunos hombres vendemos pianos, pero que algunas mujeres les dan sentido.

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