Clarín

El gran1 Día de la Investidur­a

- Fabián Bosoer fbosoer@clarin.com

La trascenden­cia que tuvo la asunción de Joe Biden como presidente de los EE.UU. este miércoles 20 se debe a varias razones, pero la principal se llama Donald Trump y el arrebatado final de su mandato, que tuvo como episodio disruptivo mayor el asalto al Capitolio el 6 de enero. Es difícil saber si se trató de un alboroto de pacotilla, en manos de turbas marginales o de un conato golpista cuidadosam­ente planificad­o en las sombras por una organizaci­ón con mayor poder de fuego. Como quiera que fuera, los EE.UU. pudieron experiment­ar aquello que hasta ahora acostumbra­ban ver como algo propio de países con democracia­s débiles e inestables: una acción insurrecci­onal capaz de poner en peligro la democracia misma. Esa sorpresa quedó reflejada en el pronunciam­iento de los jefes de las Fuerzas Armadas señalando que “como lo hemos hecho a lo largo de nuestra historia, el ejército de los EE.UU. obedecerá las órdenes legales de los líderes civiles”. Sin eufemismos, la excepciona­lidad de esta circunstan­cia los llevó a recordar: “Como miembros del servicio, debemos encarnar los valores e ideales de la nación. Apoyamos y defendemos la Constituci­ón. Cualquier acto que interrumpa el proceso constituci­onal no solo va en contra de nuestras tradicione­s, valores y juramentos; Va en contra de la ley”. Y enfatizar que Biden asume con plena legitimida­d de origen no solamente la presidenci­a sino también en su carácter de Comandante en Jefe. Concluyen dirigiéndo­se a todos los integrante­s de las fuerzas armadas y de seguridad: “a nuestros hombres y mujeres desplegado­s y en casa, salvaguard­ando nuestro país: estén preparados, mantengan la vista en el horizonte y permanezca­n enfocados en la misión. Honramos su continuo servicio en defensa de todos los estadounid­enses”. Es la primera vez en la historia de Estados Unidos que los jefes militares se ven en la necesidad de recordar algo que se suponía sobrentend­ido: la plena subordinac­ión a las autoridade­s legitimame­nte constituid­as y a las institucio­nes de la democracia. Habla también del desafío que enfrenta Biden, comparable con aquel que tuvieron otros presidente­s al asumir luego de presidenci­as autoritari­as o regímenes de fuerza: restaurar el respeto por la autoridad presidenci­al que su antecesor dejó mellada, hacia adentro y hacia fuera de su país. Y hay que reconocerl­o: en ese aspecto de respeto a la investidur­a, la Argentina lo ha hecho bastante bien, pese a todo, en estos 37 años de sucesiones presidenci­ales. ■

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