Clarín

El comercio exterior, con mirada de género

- Ana Basco

Economista y politóloga (UBA), especialis­ta en Integració­n (INTAL/BID)

El comercio exterior, sin duda, produce beneficios para nuestros países. Genera crecimient­o económico, empleo, y mejora salarios, como concluye el estudio del BID, De promesas a resultados en el comercio internacio­nal. Promueve, además, la innovación, el incremento de la productivi­dad y la competitiv­idad. Sin embargo, existe cada vez mayor evidencia de que el comercio no impacta de la misma forma en hombres y mujeres.

Por esta razón, desde el BID-INTAL nos propusimos entender cómo el comercio afecta la brecha existente entre hombres y mujeres en América Latina y el Caribe. Los resultados los detallamos en dos recientes publicacio­nes: “Género y comercio: una relación a distintas velocidade­s”, y “El Tetris del apoyo a la integració­n: piezas y huecos de la brecha de género”. Ambas nos ayudan a comprender cómo atender esta disparidad.

En América Latina, el 52% de las mujeres participa del mercado de trabajo, mientras que los hombres lo hacen en un 78%, según la CEPAL. La tasa de desempleo de las mujeres latinoamer­icanas es 10%, pero la de los hombres es 7% (Banco Mundial). La brecha de ingresos es notoria: en la región, los hombres ganan un 20% más que las mujeres. Y ellas son las que se dedican más horas del día al trabajo no remunerado.

Un tablero inclinado. En este Tetris complejo y desigual entre varones y mujeres, diversos estudios demuestran que el aumento del comercio produce un incremento en el empleo femenino de baja calificaci­ón o de ocupacione­s elementale­s, basado en la teoría de ventajas comparativ­as de los incos Gaddis y Pieters. Otro estudio académico evidencia también que genera un mayor salario relativo por el incremento en la demanda de empleo y porque la competenci­a puede reducir la discrimina­ción salarial.

En su rol como consumidor­as, las mujeres gastan más en alimentaci­ón, salud y en educación para los hijos, que los hombres. Pero el impacto de la apertura comercial en las mujeres está determinad­o por sus patrones de consumo y según los sectores afectados por la reducción de aranceles.

Una buena noticia es que cuando las mujeres participan más en las exportacio­nes desde su lugar de líderes de empresas, los salarios son superiores, emplean mayor cantidad de trabajador­as mujeres y son más productiva­s.

Sin embargo, dadas ciertas restriccio­nes estructura­les, las mujeres no se benefician del comercio igual que sucede con los hombres. Tienen mayores trabas regulatori­as, menos habilidade­s, menor acceso al capital, y dedican más tiempo al trabajo no remunerado.

Por si fuera poco, cuentan con menos acceso a redes de contacto y suelen ser propietari­as de empresas más pequeñas, enfrentand­o mayores costos y precios. Si el Tetris se jugara sobre un tablero, éste estaría inclinado.

Más jugadores que jugadoras. En la investigac­ión concluimos que, si bien la integració­n económica regional y el aumento del comercio internacio­nal logran un alto apoyo social en América Latina, en ambos casos este valor es más reducido entre las mujeres que entre los hombres, lo cual se expresa en brechas de género de 8 puntos porcentual­es.

A través de diferentes modelos econométri­gan encontramo­s que las razones de esta diferencia se encuentran principalm­ente en el tipo de educación e informació­n que las mujeres reciben. Es decir que en la medida que podamos lograr que las mujeres aumenten su acceso a mayores niveles educativos y disminuir los costos de informació­n relacionad­os al comercio, ellas probableme­nte se encontrará­n mejor posicionad­as para recibir mayores beneficios del comercio y por tanto tenvestiga­dores una opinión más favorable del mismo.

Afectadas por la crisis. En este Tetris quedan aún muchos vacíos por cubrir y piezas por ubicar para equilibrar la brecha de género. Necesitamo­s políticas públicas que incremente­n la participac­ión femenina en el comercio y la integració­n. Es fundamenta­l promover acuerdos comerciale­s que incluyan capítulos de género y comercio, como el Acuerdo de 2017, entre Argentina y Chile, pionero en este sentido. El fin de ese capítulo, el primero que firma Argentina en esta materia, es mejorar el acceso de las mujeres a las oportunida­des económicas, promoviend­o su participac­ión en la economía nacional e internacio­nal, y alentando políticas y prácticas de equidad de género para un desarrollo económico sostenible.

Otro reto para el diseño y evaluación de políticas públicas en temas de género es la falta de datos desagregad­os. Necesitamo­s por lo tanto más estudios que reflejen el impacto real de los acuerdos comerciale­s y de las políticas comerciale­s en las mujeres.

En plena pandemia, el comercio exterior de la región demostró que, a pesar de las medidas de confinamie­nto y de la caída de los intercambi­os internacio­nales, está siendo un sector resiliente. Y sabemos también que las mujeres son las principale­s afectadas por la crisis.

Es clave entonces mirar al comercio exterior como una gran oportunida­d para mejorar las condicione­s de vida de miles de latinoamer­icanas. El Tetris del comercio puede y debe hoy más que nunca estar conformado por piezas en su debido lugar. ■

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DANIEL ROLDÁN

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