El juego de las grietas
El conflicto político es inherente a la vida democrática, la consecuencia natural de la interacción entre maneras contrapuestas de ver e interpretar la realidad y actuar en ella. A veces ese conflicto se manifiesta por motivos ideológicos y de identidad, a veces simplemente por razones de ubicación u oportunidad. Pero cuando la dimensión agonal amigo-enemigo desplaza a la dimensión arquitectónica de la política, el conflicto se transforma en la motivación principal para justificar las propias acciones o desplazar la atención sobre otros asuntos. En esa dialéctica quedó atrapado el Presidente, en su discurso ante la Asamblea Legislativa del 1° de marzo. Y la exacerbó la Vicepresidente en su alegato al desestimar otra de las causas en las que se encuentra procesada descalificando al Poder Judicial en su conjunto.
Se discute sobre el pasado y se contraponen argumentos con la lógica de la defensa y el ataque, no de la la deliberación para encontrar caminos superadores. Los antagonismos históricos se vuelven una cantera cercana a la que recurrir para construir el campo de disputa en el que nos movemos. En el libro Grietas argentinas: divisiones ordinarias para pasiones extraordinarias (Prohistoria, 2020), coordinado por el historiador Darío Barriera, más de 30 autores, especialistas en distintos temas, hacen un recorrido por esos clivajes que enfrentaron a los argentinos y se fueron reconfigurando. El diagnóstico sobre el cual se apoya es que estamos divididos no solo en una grieta, sino en muchas; que esas grietas, profundas e históricas, nos ayudan en nuestro proceso de identificación, a conocernos, a organizarnos y a pensar en el otro; que necesitamos aprender “a caminar entre las grietas sin caernos en ellas” y asumir las diferencias como parte de la convivencia, de la magia de poder vivir juntos. Ocurre que no hay posibilidad de reconocer ese espacio común si prevalece la lógica “amigo-enemigo” extendida a todos los ámbitos de la vida social y política.
Por lo pronto, la polarización sigue siendo –según parece- un recurso efectivo para la competencia electoral, la política de corto vuelo y el entretenimiento. Pero es malgastar la energía que se precisa para cambiar los ciclos pendulares y juegos de suma cero en la que todos, a la larga, pierden. No se sale de los pozos cavando hacia abajo o levantando trincheras sino construyendo escaleras y puentes. ■