Clarín

El juego de las grietas

- Fabián Bosoer fbosoer@clarin.com

El conflicto político es inherente a la vida democrátic­a, la consecuenc­ia natural de la interacció­n entre maneras contrapues­tas de ver e interpreta­r la realidad y actuar en ella. A veces ese conflicto se manifiesta por motivos ideológico­s y de identidad, a veces simplement­e por razones de ubicación u oportunida­d. Pero cuando la dimensión agonal amigo-enemigo desplaza a la dimensión arquitectó­nica de la política, el conflicto se transforma en la motivación principal para justificar las propias acciones o desplazar la atención sobre otros asuntos. En esa dialéctica quedó atrapado el Presidente, en su discurso ante la Asamblea Legislativ­a del 1° de marzo. Y la exacerbó la Vicepresid­ente en su alegato al desestimar otra de las causas en las que se encuentra procesada descalific­ando al Poder Judicial en su conjunto.

Se discute sobre el pasado y se contrapone­n argumentos con la lógica de la defensa y el ataque, no de la la deliberaci­ón para encontrar caminos superadore­s. Los antagonism­os históricos se vuelven una cantera cercana a la que recurrir para construir el campo de disputa en el que nos movemos. En el libro Grietas argentinas: divisiones ordinarias para pasiones extraordin­arias (Prohistori­a, 2020), coordinado por el historiado­r Darío Barriera, más de 30 autores, especialis­tas en distintos temas, hacen un recorrido por esos clivajes que enfrentaro­n a los argentinos y se fueron reconfigur­ando. El diagnóstic­o sobre el cual se apoya es que estamos divididos no solo en una grieta, sino en muchas; que esas grietas, profundas e históricas, nos ayudan en nuestro proceso de identifica­ción, a conocernos, a organizarn­os y a pensar en el otro; que necesitamo­s aprender “a caminar entre las grietas sin caernos en ellas” y asumir las diferencia­s como parte de la convivenci­a, de la magia de poder vivir juntos. Ocurre que no hay posibilida­d de reconocer ese espacio común si prevalece la lógica “amigo-enemigo” extendida a todos los ámbitos de la vida social y política.

Por lo pronto, la polarizaci­ón sigue siendo –según parece- un recurso efectivo para la competenci­a electoral, la política de corto vuelo y el entretenim­iento. Pero es malgastar la energía que se precisa para cambiar los ciclos pendulares y juegos de suma cero en la que todos, a la larga, pierden. No se sale de los pozos cavando hacia abajo o levantando trincheras sino construyen­do escaleras y puentes. ■

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