Clarín

Cristina ya no se esconde: su nuevo plan de acción y la dura reacción de la Corte

La vice va por más. Cuáles son hoy sus máximas preocupaci­ones. Los jueces desacredit­an a Alberto y resisten.

- Santiago Fioriti sfioriti@clarin.com

Pieza tocada, pieza movida. Como en el ajedrez, Cristina obliga a Alberto Fernández a sacar del tablero a los funcionari­os que no le gustan o no le responden. Funcionari­os a los que primero manda a presionar en privado y a los que luego, si es necesario, ella alude en público con frases que ponen en jaque el rol del Presidente. Tarde o temprano, aunque sería justo decir que suele ser más temprano que tarde, Alberto cede. Ese fue el modus operandi de la vicepresid­enta desde el 10 de diciembre de 2019. Su nuevo plan de acción es el mismo pero con un pequeño retoque: ahora es más voraz, más ambicioso, más urgente y a la vista de todos. No hay tiempo que perder. Están en juego sus causas judiciales, las de sus hijos y las elecciones. Vamos por todo segunda parte. La ofensiva está puesta en la Justicia y, sobre todo, en la Corte Suprema. Por eso, porque le incomodaba para su plan, acaba de lograr que esté a un paso de decir adiós la ministra de Justicia -la más amiga y leal al primer mandatario-, Marcela Losardo. En la Corte se abroquelan y prometen resistenci­a.

Hacía un año que los cinco ministros del máximo Tribunal del país no estaban juntos, durante tanto tiempo y en el mismo ámbito, cara a cara, y ya no por Zoom. Una hora y cuarenta y ocho minutos, que fue lo que duró el discurso del lunes de Alberto

Fernández en el Congreso. Juntos y en silencio. “Ojo que los micrófonos están abiertos”, les habían advertido al entrar al Salón Embajadore­s. Sus caras, camufladas por los barbijos, se veían serias durante la transmisió­n. No hubo un solo gesto de agrado. Sobre los cinco el Presidente derramó una lluvia ácida. A la única integrante mujer de la Corte esa lluvia la paralizó.

Elena Highton de Nolasco, la jueza más cercana al oficialism­o, sintió que la estocada era doble para ella. Alberto había sido clave para su nombramien­to cuando Néstor Kirchner fue presidente y desde entonces mantuviero­n un diálogo cordial, casi amistoso. Ahora él le achaca haberse aferrado al sillón “más allá de su edad”. A uno de los jueces no le faltaron ganas de decirle a Elena: “¿Viste? Vos te levantaste de la cama para ir a la presentaci­ón de la Comisión Beraldi y mirá cómo te pagan”. Lo pensó, pero prefirió reprimirse. Después del discurso la jueza se fue sola a su despacho. Los demás hicieron lo mismo. Al menos dos de ellos dejaron pasar un rato y fueron a visitarla. La vieron muy mal. Dicen que lograron contenerla.

Alberto ya había hecho el primer pequeño milagro de la semana. Los cinco magistrado­s estaban tan enojados con su discurso que relegaron cualquier diferencia personal. Esas diferencia­s las venían limando desde diciembre, cuando acordaron tratar de cerrar su propia grieta porque avizoraban un 2021 difícil. Se la veían venir y Fernández se los refrescó pronto en la inauguraci­ón del 139° período de sesiones ordinarias. El ataque, por lo tanto, no fue una sorpresa, aunque les llamó la atención el tono y la baja calidad argumental de sus objeciones jurídicas. Y, sobre todo, la subordinac­ión absoluta al relato y a los intereses de Cristina.

Los cortesanos evalúan que la dupla presidenci­al quiere subirlos al ring. Acordaron no contestar ni operarse en los medios entre sí, que fue como blanquear que hasta hace poco sí lo hacían. Creen que Alberto adoptó como propia la agenda de Cristina y las preocupaci­ones de la familia Kirchner por el periplo judicial que está en tránsito. Se unen en algo más: los cinco sostienen que en pos de aquella agenda se están avasalland­o las institucio­nes como nunca.

Tal es la vehemencia que observan y la falta de certezas sobre el éxito del plan que uno de los jueces se preguntó cuál será el próximo paso. Se descargó en la intimidad con una pregunta filosa: “¿Por qué Alberto no indulta a Cristina y listo?”. Alguien le recordó que eso mismo, pero no en tono de sarcasmo, impulsa Eugenio Zaffaroni.

El ánimo de Cristina se alteró por completo la semana pasada, tras la condena a Lázaro Báez y a sus cuatro hijos. El malestar desencaden­ó reuniones y sigilosos diálogos en el poder. Hay quienes especulan que Alberto escribió un discurso tan duro para anticipars­e a alguna reacción pública de su socia. Ese discurso logró apaciguar al cristinism­o. Por efímeras 24 horas.

El Presidente había dicho que la Justicia estaba en crisis, acusó a jueces y fiscales de gozar de privilegio­s que no tiene el resto de la sociedad y de vivir “en los márgenes del sistema republican­o”. Agregó que los miembros de la Corte no acceden a mostrar sus declaracio­nes juradas y anticipó reformas para acotar el poder del máximo Tribunal. Un día más tarde, el senador Oscar Parrilli y la abogada Graciana Peñafort reclamaron la creación de una comisíón bicameral que pueda investigar y citar a jueces de todo el país. Tras esas declaracio­nes, en la Casa Rosada trataron de instalar que era una idea que surgía del Presidente.

De haber sido así, ¿por qué no lo anunció en el discurso? Más: de haber sido así, ¿por qué no estaba al tanto Marcela Losardo de los objetivos que persigue la movida? “La Bicameral no va a poder sancionar a jueces, eso no es constituci­onal”, dijo la ministra de Justicia, y desató un nuevo temporal en el interior del Frente de Todos. Losardo no enten

Enojado, un juez de la Corte preguntó: “¿Por qué Alberto no indulta a Cristina y listo?”.

dió o no quiso entender. Eso mismo proponen desde el Instituto Patria: sancionar y si es necesario apartar a los magistrado­s. Las declaracio­nes de la funcionari­a fueron el broche antes de la última embestida cristinist­a.

“Que se vaya ya”, pedían los alfiles de la vice. Los albertista­s pasaron de decir que “Marcela es intocable, porque ella es Alberto” (una frase que escuchan desde el 10 de diciembre de 2019 los periodista­s acreditado­s en la Rosada) a afirmar en las últimas horas que “si se tiene que ir se irá”. Losardo se refugió en el silencio. Atendió pocas llamadas. En una de ellas, alguien la notó cansada y con la voz quebrada.

Florencia. Es Florencia Kirchner el foco de las preocupaci­ones de Cristina. Nadie creía seriamente en su entorno que la causa contra su hija podía prosperar, pero las alarmas se encendiero­n con la condena a los hijos de Báez. Leandro, el menor de la familia, puso el dedo en la llaga cuando en diálogo con Lucía Salinas, de

Clarín, le habló directo a la ex presidenta: “Ella está preocupada porque Florencia no tiene fueros”.

Esa realidad sobrevuela algunos despachos. “Máximo ya está en el barro de la política y sabe lo que hace. A Florencia no le interesa y no tuvo nada que ver con los manejos de las empresas familiares”, cuenta un viejo conocido de los Kirchner. El segundo miedo de Cristina es perder las próximas elecciones. Descuenta que una derrota acelerará los procesos judiciales y abriría un enorme interrogan­te sobre la sucesión presidenci­al.

Cristina puso manos a la obra con vistas a las legislativ­as. A eso se atribuye que haya metido un pie, o los dos, en el Ministerio de Economía. Martín Guzmán quedó tocado. Cristina barrió de un plumazo sus intencione­s de subir las tarifas en torno al 30 por ciento para que estuvieran alineadas con la inflación proyectada para este año. “Mi plan es el Presupuest­o”, decía hasta hace pocos días. Ese plan se desvanece. Cristina no tolerará aumentos por encima del 9%.

Si Guzmán venía con algunas heridas, su propio jefe le dio un nuevo dolor de cabeza durante el discurso del lunes cuando dijo que el FMI le prestó dinero a una administra­ción fraudulent­a y pidió una querella criminal contra sus autores. El economista viajará a Washington a fin de mes para pedir clemencia ante el Fondo.

Este año, la Argentina tiene que afrontar vencimient­os por 6 mil millones de dólares. Las arcas están vacías. El ministro quiere acordar con el FMI, pero a veces duda de qué quiere hacer Cristina. Sus últimos diálogos con ella no han sido frucíferos. Algo se rompió en una relación que venía bien. Esta semana a Guzmán se lo notó realmente incómodo. Es un hombre demasiado tozudo. A eso atribuyen, quienes lo conocen a fondo, que todavía no haya pensado en irse.w

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PRENSA SENADO Socios. Alberto Fernández habla, Cristina mira, el lunes, durante su alegato en el Congreso.

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