Robo, traición y reproches: la historia del anillo de Menem
Se trata de una réplica de la joya original, que el ex presidente recibió de manos de sus padres y extravió en 1989.
“Entrar a la cancha con estos ídolos, ser presidente de Argentina ¿qué más puedo pedir?”. Apenas saltó al verde césped del estadio de Vélez Sarsfield, aquella gélida noche invernal del 21 de julio de 1989, cuando apenas llevaba 13 días de su primera presidencia, Carlos Menem se dio uno de sus primeros gustos personales de tantos en su gestión: lució la camiseta argentina con el número 5 y la cinta de capitán, nada menos que al lado de Diego Maradona. “Estamos todos esperando que él, de una vez por todas, saque a la Argentina de donde está”, decía el 10 cuando lo entrevistaba en camarines el siempre sobrio Enrique Macaya Márquez.
La mano izquierda del mandatario ya no lucía ese anillo de oro, con una piedra de ónix incrustada, que sus padres sirios -Saúl Menem y Mohibe Akil- habían regalado a cada uno de sus cuatro hijos (Amado, Carlos, Munir y Eduardo). El riojano más famoso lo había dejado a resguardo en los vestuarios, antes de jugar los 90 minutos de aquel “Gran Partido de la Solidaridad” entre la Selección nacional y un combinado de Futbolistas Argentinos Agremiados, a beneficio de “los carenciados”. Los 40 mil espectadores dejaron una recaudación de 11.951.700 australes.
Cuando finalizaría el amistoso, con un mezquino 1-0 gracias a un tiro libre con la firma del “Diez” que no se apiadó del festejo de cumpleaños número 39 de Ubaldo Fillol, Menem no tuvo más contacto con ese anillo que había exhibido días antes, mientras se calzaba la flamante banda presidencial. Jamás apareció.
Años más tarde, Menem le contaría a su abogado Pedro Baldi: “Cuando me cambié en el vestuario dejé el anillo y, al volver, no lo encontré más”. No radicó ninguna denuncia ni lo hizo público porque “tenía una forma de ser que no era rencoroso”.
Por lo pronto, su hija Zulemita le pidió prestada la joya a su tío Eduardo y mandó a hacer una réplica que su papá luciría en el dedo anular izquierdo casi hasta sus últimos días, porque terminaría desapareciendo otra vez. Menem murió sin saberlo.
“Primero le hice grabar los nombres de Carlitos y mío. Luego el de Nair, el de Máximo y el de mi hijo Luca (Bertoldi Menem). Ahora falta el de Malek (Pocoví Menem)”, cuenta Zulemita a Clarín por teléfono, tras responder un mensaje de WhatsApp
entre 1.094 textos que aún no pudo leer, muchos de ellos para transmitirle condolencias por la muerte del ex mandatario, ocurrida el domingo 14 de febrero pasado a los 90 años.
“Hola, soy Bill Clinton, quería saludarte. ¿Te acordás cuando bailamos el tango”, le dijeron en uno de esos llamados. El ex presidente estadounidense habló en altavoz con Luca -a punto de cumplir de 17 años- y elogió su nivel de inglés, algo superior al de su mamá. También se comunicaron Akihito, ex emperador de Japón, y Mohammed VI, rey de Marruecos.
El anillo es de oro tipo sello y tiene incrustada una piedra de ónix, negra, cuadrada y de brillo profundo. No tiene un gran valor económico (se calcula entre 150 mil y 200 mil pesos), pero sí afectivo para la familia, ya que era una réplica exacta del que le habían regalado sus padres.
Pero la joya alcanzó mayor fama a partir de un hecho policial. Hoy, ya recuperado, se sabe que el responsable del robo fue un enfermero suplente -que asistió a Menem durante las vacaciones del plantel titular- quien se lo llevó de su casa. La alhaja desapareció más de dos meses, hasta que, con la mediatización del caso, la familia del implicado lo devolvió.
El misterio del anillo de Menem salió a la luz el 17 de febrero, pero comenzó dos meses antes. La denuncia la hizo Zulemita el 17 de diciembre de 2020 en la comisaría 14B de la Policía de la Ciudad, con jurisdicción en la zona del Sanatorio de Los Arcos, en Palermo. La mujer advirtió el faltante de la joya junto al enfermero personal del ex mandatario.
Menem había sido trasladado de urgencia a la clínica desde su casa en Echeverría al 3500, en Belgrano, el martes 15 de diciembre. El miércoles, Zulemita pidió que le llevaran sus pertenencias a la clínica, entre ellas, el estuche con sus anteojos, donde Menem también guardaba el anillo de oro. Cuando el enfermero fue a alcanzar los lentes al senador, se sorprendió al ver que faltaba la alhaja. También faltaba el celular de otro enfermero. Entonces, Zulemita decidió hacer la denuncia.
Los investigadores comprobaron que Menem lució su anillo en el anular de su mano izquierda por última vez en público en la sesión del Senado del 4 de diciembre y que el 5 el enfermero de mayor confianza del ex presidente se tomó vacaciones. Lo reemplazaron dos enfermeras y un enfermero de la empresa de medicina prepaga Swiss Medical, que empezaron a trabajar el 2 para hacer el traspaso.
El caso quedó a cargo de la División Robos y Hurtos de la Policía de la Ciudad, que ubicó la desaparición del anillo entre el 6 y el 16 de diciembre. Zulemita no estaba convencida de revelar la noticia, pero contrató al abogado Diego Storto y, con la difusión del hecho, la investigación se aceleró. El 25 de febrero se supo que el ladrón era Mauricio Peñaloza (29), uno de los tres enfermeros suplentes de los que se sospechaba. Enterado de la internación de Menem, su enfermero personal interrumpió su licencia y el 15 de diciembre volvió a trabajar.
La Policía rastreó a los tres enfermeros contratados para la suplencia y, con la intervención del fiscal nacional en lo Criminal y Correccional N° 42, Carlos Velarde, y del juez nacional en lo Criminal y Correccional 17, Gustavo Pierretti, se ordenaron tres allanamientos en las casas de los sospechosos. No encontraron nada.
Los investigadores revisaron las imágenes de las cámaras de seguridad de la casa de Menem entre el 6 y el 16 de diciembre. Curiosamente, esos días no funcionaron.
La Policía llevó la notificación de la citación a indagatoria a sus dos compañeros, pero a “Mauro” no pudieron encontrarlo. Había brindado un domicilio falso y estuvo varios días “en rebeldía” para la causa.
Fue él mismo quien avisó que tenía
Como se trata de un hurto -un robo cometido sin violencia- es un delito excarcelable.
la alhaja de Menem. El 18 de febrero, después de que la noticia recorriera el país, se lo contó a un primo, que, a su vez, se lo comentó a otro primo, un policía bonaerense. Quería saber cómo podía hacer para devolverlo sin quedar detenido.
Ante esa situación, el agente habló con su superior y le mostró los chats. El oficial se volvió a conectar con su primo, pero el enfermero ya había descartado la joya. En la madrugada de viernes 26, el misterio llegó a su fin. La tía del enfermero sospechado fue desde su casa de Villa Soldati hasta la Comisaría Vecinal 13C -en Echeverría y Washington, Belgrano-, para averiguar dónde vivía Zulemita, con el propósito de devolverle el anillo.
Los oficiales le pidieron a la mujer que les mostrara la joya y observaron que tenía grabada los nombres de los hijos de Menem. Se comunicaron con los custodios de la Policía Federal que vigilan la casa de la familia y el juzgado de turno. Finalmente, Zulemita fue a buscar el anillo a Tribunales y señaló: “Es muy importante para mí y para la familia. Mi padre era muy apegado a estas cuestiones afectivas. Agradezco a la familia del enfermero, que devolvió el anillo. No quiero ninguna condena que no le corresponda por el delito, creemos que con una probation puede estar bien. Me comprometí a una recompensa, ya lo vamos a resolver”.
Gracias a Justina -“tía del corazón” de Mauricio Peñaloza, al que su familia llama “Mauro”-, el misterio del anillo se resolvió con final feliz para la familia Menem. La odisea de la devolución de la joya comenzó en Moreno el 25 de febrero. Ese día, “Mauro”, que vagaba sin un lugar fijo donde dormir, reapareció en la casa de la mujer, amiga de su mamá, que lo crió.
“Viene a la tardecita y toca la puerta para entrar. ‘Es el Mauro’, dije”, recordó Justina, que vive en Francisco Álvarez, partido de Moreno, y vende verduras en el Mercado Central de Buenos Aires. Justina y “Mauro” fueron desde la zona oeste del conurbano hasta el sur de la ciudad de Buenos Aires en un Uber. En el camino se encontraron con un auto gris y alguien entregó la joya, envuelta en un papel, al enfermero.
Justina cree que el anillo pudo haber estado en la casa de una prima de “Mauro”, en Villa Lugano, donde él se quedó los días que se ocultó. La “tía” ya tenía decidido que se lo iba a devolver a Zulemita. Cuando llegó a Belgrano preguntó a la gente que caminaba por la zona, hasta que un policía, al darse cuenta de lo que sucedía, la llevó hasta la Comisaría 13C. Los agentes avisaron al juzgado de turno que tenían el anillo. La mujer tenía miedo “de que se perdiera” y solo quería dárselo en persona a Zulemita, pero tuvo que dejar la alhaja en el lugar.
Zulemita recuperó la alhaja en Tribunales. “Con Mauro no hablé más ni le voy a hablar de eso porque lo que hizo está mal”, dijo Justina a Clarín.
Hoy arrepentido de su accionar, Mauricio está citado a indagatoria para mañana. Como se trata de un hurto -un robo cometido sin violencia- es un delito excarcelable.
Zulemita se aferra ahora a la joya como si llevara consigo a su papá. “Lo tengo puesto”, revela. Su hijo Luca se lo pidió hace unos días por sus “poderes mágicos” para el colegio. “Dame el anillo del abuelo”, le dijo a su mamá. “Le dio suerte porque le fue bien”, se ríe Zulemita.