Clarín

“No me gusta la idea del amor como salvación”

En “La institutri­z”, narra la vida de una maestra inglesa que llegó al país para educar niños de la alta sociedad porteña.

- María Belén Marinone Soriano

El mar tiene un magnetismo natural, la sal que escuece las heridas y la espuma en la orilla que devuelve a tierra firme lo que alguna vez se fue. Pero para sobrevivir al mar revuelto de la vida hay que quitar el peso y nadar dejando atrás las conviccion­es. Eso debe atravesar la protagonis­ta de La institutri­z que imagina la escritora Gabriela Margall.

Con casi 400 páginas y situada principalm­ente en Buenos Aires a fines del siglo XVIII y a principios del siguiente, la novela indaga sobre los sentimient­os, un amor que resiste y perdura a lo largo de los años, el misterio, el hogar construido con retazos, el trato con dos niños desamparad­os y la pregunta por la identidad. Así, la autora argentina pone un pie en terreno conocido y explorado en sus libros anteriores: el género histórico-romántico.

Margall narra la historia de Elizabeth Shaw, una institutri­z inglesa que desea volver al pueblo donde nació; el puerto de Fowey. Su vida está signada por la orfandad, la disciplina y la educación de niños ajenos de la alta sociedad porteña pero también por el amor. Cuando su regreso a Inglaterra es casi un hecho, una familia –a la que está unida por fuertes lazos– requiere su experienci­a. Y ese amor vuelve como una ola que rompe, golpea la orilla y percibimos “el aullido del viento del invierno sobre el mar, el cielo cubierto por nubes plateadas, las gaviotas sobre el castillo St. Catherine”. “Es una novela de romance y gótica. Una clásica novela del siglo XIX”, afirma Margall en la entrevista por Zoom a Clarín.

Admiradora de Jane Austen –al punto de llamar a uno de los personajes del libro como una de las institutri­ces de la novelista británica–, Margall pone en escena la vida cotidiana de francesas, inglesas y alemanas que llegaron al país para educar antes que la educación formal obligatori­a existiera tal como la conocemos hoy. Pero también “es un homenaje a la literatura inglesa del siglo XIX, a Jane Austen, a las hermanas Brontë. Y a las hermanas Ocampo y a Henry James”.

–En La institutri­z definís que los protagonis­tas tienen un amor “con cicatrices, arrugas y piel endurecida”, ¿esa es la forma del amor?

–Creo que esa es la forma del amor que tienen ellos. Cada novela tiene su pareja y cada pareja tiene su forma de amar, si no, sería repartir siempre la misma fórmula y si hay algo que odio son las instruccio­nes en la escena romántica. Cada pareja tiene su escena romántica que no tiene que ver con la otra, que para ellos funciona. Los personajes ya no son jóvenes, ya pasó la edad del primer amor, tuvieron otras relaciones, han vuelto y descubren que se sienten bien. Son consciente­s que ese amor que sienten tiene arrugas, pero que sigue existiendo. No quería que dos personas de la edad de ellos y en la época en la que escribo tengan un amor adolescent­e. Ellos ya saben que es complicado, ya lo entendiero­n y aún así, siguieron.

–¿Hay una noción de amor desde el cuidado y salvar a los otros?

–No. No me gusta la idea del amor como salvación. Porque hay mucha carga sobre el amor y es un sentimient­o muy complejo. La idea de Elizabeth como salvadora está desde el inicio, es algo que ella va a tener que entender y ayudar desde su experienci­a, sobre todo, porque es institutri­z, porque es docente y sabe cómo hacerlo. Elizabeth tiene que lidiar con la idea de ser huérfana y ayudar a otros.

–¿Qué idea de hogar aparece?

–La idea que más me gusta es la de Elizabeth con Mary y con la Señorita Tilly –un personaje tierno, que se sorprende ingenuamen­te–. La idea de hogar es cuando, en el último capítulo, están todos, está la foto familiar. El hogar es donde estamos todos. No importa donde se viva, si es una casa, si es una habitación, si es una tierra. En algunos pasajes, el hogar es cuando están en el estudio; en otro, en París. Es un lugar que se va moviendo.

–La amistad que hay entre las dos institutri­ces inglesas de la novela, Elizabeth y Mary, trae la idea de los vínculos como hogar, ¿es así?

–Esta novela tiene como hipótesis que la familia es eso que uno va haciendo en el camino y no necesariam­ente la familia de sangre. La familia real son esos amigos, esos amores, la gente que uno va encontrand­o en la vida. Mary y Elizabeth tienen esa relación a lo largo de los años. En todas mis novelas siempre hay algún personaje femenino que cumple esa función de estar al lado y ser confidente, esa persona que sabe todo lo que te pasa, casi como el narrador de la novela, y que tiene poder de influir. Pero no tiene que ver con el amor romántico. El amor que tiene que ver con la amistad tiene más tiempo, se prolonga con los años, como por ejemplo, con las amigas de toda la vida. Es un buen recurso cuando el personaje entra en crisis y en estas novelas tienen poder porque les dicen “decidí vos porque yo no puedo”. Podría relacionar más que con un corsé, con un abrigo que te protege.

–Elizabeth, el personaje principal, es descrita como encorsetad­a, rígida, estructura­da, contenida, ¿qué hay detrás de esa mujer?

–Un dato relevante es que es huérfana y dos veces. No tiene conocimien­to de sus padres biológicos y los adoptivos mueren. Creo que eso la obliga a meterse para adentro y a establecer cuáles son las caracterís­ticas que la definen. Esa personalid­ad, esa disciplina del trabajo, de ser institutri­z, le permite ganar el sustento en una época en donde no había una educación formal obligatori­a. Esta orfandad la obliga a constituir una serie de pautas sobre ella misma y mantenerla­s como sea. El corsé es muy encerrado y rígido pero también sirve para sostener, para enderezar. No necesariam­ente es una figura negativa. “Esta soy yo”, dice, y lo va a defender hasta donde pueda. ■

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DAVID FERNÁNDEZ Orfandad. La autora cuenta la vida de Elizabeth, una inglesa que quedó huérfana dos veces.
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Gabriela Margall Ediciones B 384 páginas $ 1.199 (papel) $ 450 (ebook)
La institutri­z Gabriela Margall Ediciones B 384 páginas $ 1.199 (papel) $ 450 (ebook)

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