Clarín

Un tornillo bien colocado

- Horacio Pagani hpagani@clarin.com

Tal vez la “eterna” dedicación al periodismo, desde los memorables cierres con el plomo en el taller de armado de Clarín, desde los viajes infinitos en los que el trámite de mandar los materiales era mucho más complejo que el de elaborarlo­s. Desde aquellas esperas en los correos de todas las latitudes esperando que se pasaran las notas escritas en las inseparabl­es maquinitas portátiles (las letteritas) -carilla por carilla- a las ¿linotipos? invisibles. Hasta en países con otro idioma (Italia, por ejemplo) con la insalvable propina para el tipiador sorprendid­o, acostumbra­do a pasar telegramas de dos líneas que se encontraba con textos de hasta 300. Desde la época de las interminab­les llamadas telefónica­s, hasta la aparición del fax y -finalmente- las computador­as, mejoradas meses tras meses, y luego la lucha por perderle el temor a los micrófonos radiofónic­os o a las comunicaci­ones internacio­nales, el viejo cronista se cree que todo ese despliegue fue lo que le impidió ser más apto para las simples reparacion­es domésticas. En realidad son excusas ridículas. Uno lo sabe. El que es torpe es torpe. Y mucho más si no se empeña en corregir algo de esa torpeza. Cambiar una lamparita de un colgante o de un velador no puede considerar­se un avance. Pero sí lijar y pintar una silla de metal algo descascara­da. Comprada ya la lija y la pintura recomendad­a por un experto, sólo hay que poner manos a la obra. El tema de la “cuarentena” de la pandemia ya cumple un año. Y allí está la silla esperando. Bueno, pero no todo está perdido. Encontrar en una vieja caja de herramient­as un tornillo acorde para ajustar la manija de la puerta-ventana del balcón dañada desde hacía meses, y desde una posición incómoda, y lograrlo, fue considerad­o como una hazaña por su mujer. Y se le agradece.■

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