Clarín

Absuelven a dos mujeres tras estar presas tres años y medio por un crimen

La Justicia de Corrientes las dejó en libertad por “falta de pruebas”. La víctima tenía 86 años.

- Ernesto Azarkevich misiones@clarin.com

Una mujer y su hija estuvieron presas tres años y medio por el asesinato de una anciana, pero ahora un Tribunal las absolvió y dejó en libertad por falta de pruebas. El crimen ocurrió en diciembre de 2017 en Corrientes y causó conmoción porque la víctima fue hallada en un cementerio, a casi 200 kilómetros de su casa, asfixiada y con un crucifijo en la boca.

Beatriz Martínez (52) y Ludmila Betsabe Serrizuela (25) fueron encarcelad­as por el brutal crimen de Justa Valenzuela, una mujer de 86 años que vivía sola en el barrio Colombia Granaderos, de la capital provincial, y era conocida por sus vecinos como “La rezadora”. Para los investigad­ores, las mujeres la asesinaron para quedarse con su casa, pero ahora todo el caso volvió a foja cero y el homicidio quedó a un paso de la impunidad.

Valenzuela fue vista con vida por última vez el 5 de diciembre de 2017. La mañana siguiente su cuerpo apareció abandonado entre las tumbas del cementerio de la localidad de 9 de Julio, a 175 kilómetros de su casa. La autopsia reveló que su muerte se produjo la noche anterior, cerca de las 21.

“La rezadora”, apodo que recibía porque prometía rezar por cada persona con la que se cruzaba, tenía golpes en todo el cuerpo y los peritos concluyero­n que su muerte se produjo por asfixia. En su boca hallaron un crucifijo de 10 centímetro­s y bolsas plásticas usadas para ahogarla.

El cadáver estuvo tres días en una morgue como NN hasta que sus familiares llegaron a la ciudad de Goya y la reconocier­on. Cuando la Policía fue a la casa de Valenzuela, halló a dos hombres que aseguraron haber adquirido la propiedad dos semanas antes, aunque no tenían documentac­ión que avalara la operación.

Para los investigad­ores, fueron Beatriz Martínez y su hija Ludmila las intermedia­rias en la supuesta operación. Y señalaron que Martínez se hacía pasar por sobrina de Justa pese a que no tenían parentesco. Nada de eso se pudo probar en el juicio.

La Policía estableció que el día del crimen las dos mujeres habían llevado a “La rezadora” a Bella Vista a pedido del dueño de una concesiona­ria donde compraron una camioneta. Allí se encontraro­n con Mario Núñez, supuestame­nte, para que la víctima pudiera hacer algunos trámites.

Un supuesto testigo, de apellido Alarcón, dijo que llevó a la víctima y las dos mujeres hasta el cementerio de 9 de Julio en la tarde del 5 de diciembre. Como prueba ofreció dos fotos del lugar, pero no de las mujeres.

En su declaració­n, madre e hija reconocier­on haberse encontrado con Alarcón, pero no en el cementerio.

La Justicia no tuvo en cuenta varias pruebas científica­s que luego resultaron claves para la absolución.

Las cámaras de seguridad del peaje de El Sombrero demostraro­n que Martínez y Serrizuela volvieron a Corrientes al anochecer del 5 de diciembre, cuando Justa vivía. Eso fue corroborad­o por el sistema de geolocaliz­ación de sus celulares.

Un testigo aseguró haber visto a Valenzuela en el cementerio el 5 de diciembre al atardecer. Y que estaba sola, sentada sobre una tumba. Nadie sabe cómo llegó a ese lugar alejado del centro ni por qué la asesinaron.

Las mujeres fueron procesadas como coautoras del crimen. A Núñez le imputaron una participac­ión secundaria. Para los jueces del Tribunal Penal de Goya, nada de eso se pudo probar y las absolviero­n pese a que el fiscal pidió condenarla­s.

Mientras Martínez estuvo presa con su hija -la joven tiene un retraso madurativo- fueron estafadas y extorsiona­das por Daniel César Almirón, miembro del Comité de Prevención de la Tortura de Corrientes. El hombre, que purgó una condena en Chaco por un asalto, se ofreció a ayudarlas y sacarlas de la cárcel.

Martínez lo había contactado para denunciar los malos tratos que sufría su hija en la cárcel. El hombre le pidió la cesión de derechos sobre una propiedad para los gastos y logró que en pandemia un escribano fuera hasta el Instituto Pelletier para completar la documentac­ión.

La mujer contó que luego fue presionada para entregar los documentos de la propiedad, que ya había empezado a ser comerciali­zada. Y que Almirón sacó a su hijo adolescent­e de un instituto de menores para extorsiona­rla. El chico fue hallado por la Policía en la casa de una allegada de Almirón. Ahora reside con su madre y su hermana en una pensión de Corrientes, ya que la casa que tenían fue usurpada mientras estaban presas.w

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Libres. Según las pericias, Ludmila Serrizuela y Beatriz Martínez estaban en otra ciudad cuando fue el crimen.

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