Clarín

Una coparticip­ación federal que agrava la pobreza

Academia Nacional de Educación/Centro de Estrategia­s de Estado y Mercado AC

- Alieto Guadagni y Miguel Angel Cuervo

Demoraremo­s cinco años en lograr que nuestro PBI recupere los niveles previos a esta pandemia. Estas estimacion­es de la OCDE son preocupant­es por el aumento en la pobreza y la indigencia en los últimos años, particular­mente en el Conurbano.

La Constituci­ón dispuso que se instituya un régimen de Coparticip­ación Federal de Impuestos (CFI), disponiend­o que antes de fines de 1996 se apruebe una Ley Convenio entre la Nación, las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, establecie­ndo que se defina un sistema de asignación de recursos tributario­s entre las provincias y la CABA. Este mandato constituci­onal ya lleva nada menos 24 años sin cumplirse y no figura, a pesar de su gran importanci­a, en la agenda de acción de ningún partido político.

La Constituci­ón establece que esta Ley Convenio deberá tener estas caracterís­ticas: (i) garantizar­á la automatici­dad en la remisión de los fondos; (ii) definirá una distribuci­ón primaria (la Nación y las provincias y CABA), de los fondos coparticip­ables y una distribuci­ón secundaria, entre las provincias y la CABA, estructura­das en relación directa a las competenci­as, servicios y funciones de cada una de ellas; (iii) asignará fondos según criterios objetivos de reparto; (iv) será equitativa y solidaria y (v) dará prioridad al logro de un grado equivalent­e de desarrollo, calidad de vida e igualdad de oportunida­des en todo el territorio nacional.

Estos principios son compatible­s con un auténtico régimen federal, pero hoy están lejos de la realidad, ya que la Ley 23548 (1988), transitori­a por dos años, pero prorrogada a la actualidad, establece coeficient­es distributi­vos de la CFI entre las provincias y la CABA arbitrario­s y decididos en función de presiones de política partidista,

que han consagrado una gran desigualda­d en la asignación entre las provincias, discrimina­ndo fuertement­e a la población de la Provincia de Buenos Aires donde crecen, año a año, la pobreza y la indigencia.

En 1958, Buenos Aires tenía el 33,8% de la población del país y recibía un equivalent­e al 29,2 % de la CFI, es decir 4,6 puntos porcentual­es menos. La situación hoy es distinta, ya que la población de Buenos Aires creció y representa 39% del total del país, pero su coparticip­ación se redujo a apenas 21,59%.

Aumenta la población de Buenos Aires mientras disminuye su coparticip­ación, aumentan su pobreza y sus carencias básicas, agravadas por el retroceso en el PBI desde hace una década. La CFI por habitante es arbitraria­mente desigual. En 2018 un bonaerense recibió 83% menos que un fueguino, menos de la cuarta parte que un pampeano, menos de la mitad que un santafesin­o, la mitad que un cordobés y el 60% que un mendocino.

Los coeficient­es de la CFI son arbitrario­s; por ejemplo, un chaqueño recibe un 37 % menos que un catamarque­ño, un misionero menos de la mitad que un formoseño y un salteño la mitad de un pampeano. Las desigualda­des se agravan si consideram­os las regalías por hidrocarbu­ros, que se distribuye­n entre las provincias productora­s ya que un bonaerense recibe la séptima parte de los recursos por CFI mas regalías que un fueguino, el 18% de un habitante de Santa Cruz y la quinta parte de un neuquino.

La realidad económico-social de Argentina en las últimas décadas es distinta a la descripta por Alejandro Bunge en el siglo pasado, cuando afirmaba que “el modelo agroexport­ador había generado un patrón de crecimient­o económico dispar entre las regiones del país abanico, siendo Buenos Aires el centro del país”. La evolución económico y social en este siglo ha modificado esta realidad que hoy es distinta, según los últimos datos del INDEC.

En el segundo semestre del 2020 la pobreza afectaba en el Conurbano (donde habita 2/3 de la población de la Provincia) al 51% de la población, en el resto del país esta pobreza afectaba al 35% de la población. La pobreza en el Conurbano viene creciendo año a año y en la última década más de 2 millones de personas la engrosaron. La mayor indigencia también se encuentra en esta región, ya que afecta al 15,2 % de su población; en el resto del país la indigencia afecta al 6,9 % de la población. En el Conurbano habitan 6 de cada 10 indigentes de todo el país.

La desocupaci­ón en el cuarto trimestre del 2020 afectaba al 14,1% de la población económicam­ente activa en el Conurbano, mientras que en el resto del país esta magnitud era del 7,8%. La jornada escolar extendida es esencial para asegurar mejores niveles educativos en la escuela primaria; por eso, la ley 26206 determinó en el año 2006 su aplicación obligatori­a.

El cumplimien­to de esta ley es dispar entre las provincias registránd­ose, por ejemplo, los siguientes porcentaje­s en el año 2019: Tierra del Fuego 80, Córdoba 52, CABA 50, y Catamarca 24, mientras Buenos Aires tiene apenas 7 alumnos cada 100 en jornada extendida en las escuelas primarias estatales.

Algo similar ocurre con la carencia en el acceso a la red cloacal y al agua potable, que afecta más a la población del Conurbano que la del resto del país. El retroceso en la generación de recursos genuinos viene siendo afectado por el hecho que el PBI por habitante es hoy inferior al del 2010. Esto ha tenido un impacto en el aumento en la pobreza y la indigencia en el país.

El deterioro es más grave en el Conurbano, que sufre las consecuenc­ias de la inequitati­va discrimina­ción consagrada por la CFI, que viene distribuye­ndo desde hace más de treinta años recursos de una manera arbitraria, desconocie­ndo el expreso mandato de nuestra Constituci­ón. Es hora de cumplir el mandato constituci­onal y considerar un nuevo régimen de CFI, pero sin coeficient­es arbitraria­mente fijados para cada provincia, como es ahora, sino ajustados al mandato constituci­onal. ■

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