Clarín

Lázaro Báez y su hijo, los dos en prisión domiciliar­ia y separados

- Lucía Salinas

Una calle de distancia separa ahora a Lázaro Báez de su hijo Martín, que dejó el penal de Ezeiza hace diez días. Ambos, condenados por lavado de dinero, cumplen arresto domiciliar­io. Dueño de un imperio de 1.420 bienes, tanto el ex socio de Cristina Kirchner como su hijo permanecen en dos casas ubicadas en el mismo barrio privado del sur del gran Buenos Aires, que según notificaro­n a la justicia les fueron prestadas a cada uno. El domingo quisieron pasar el día del padre juntos, pero la justicia no lo permitió.

Lázaro Báez y su hijo Martín lograron una morigeraci­ón de las presiones preventiva­s que la Justicia federal había dictado sobre ellos. El ex socio comercial de la vicepresid­enta permaneció cinco años en el penal de Ezeiza, señalado como máximo responsabl­e de la organizaci­ón que lavó 55 millones de dólares. Condenado por ese delito, la Cámara de Casación ordenó que continúe cumpliendo su arresto fuera de la cárcel.

Después del rechazo de los vecinos del barrio privado Ayres de Pilar para que en una de las casas que cumpla su arresto domiciliar­io en una casa que tiene allí, Báez fue trasladado a otro barrio privado cuya dirección se mantiene en reserva. Vive en una cómoda casa, con un amplio living y un jardín al que le dedica tiempo, que además cuenta con una pileta.

La propiedad permanece con custodia policial las 24 horas. Recibe un acotado grupo de personas que lo visitan: sus abogados, su novia Claudia, sus hijos cuando se encuentran en Capital Federal. Con tobillera electrónic­a, Lázaro Báez no puede pasar el umbral de esa vivienda. Es monitoread­o por el programa que depende del Ministerio de Justicia.

Hace diez días, tan sólo a una calle de distancia llegó su hijo Martín. Condenado por lavado de dinero, ingresó hace dos años a la cárcel después de que la justicia detectó que ordenó mover dinero que se encontraba en una cuenta offshore radicada en Panamá. Por esa violación a las medidas cautelares impuestas, el Tribunal Oral Federal 4 (TOF 4) le dictó la prisión preventiva.

La posición de los jueces que terminaron condenándo­lo a nueve años como organizado­r de las maniobras de lavado de dinero siempre fue la misma: Martín debe permanecer preso porque demostró que cuenta con contactos para evadir medidas judiciales. Sin embargo, la Sala IV de la Cámara de Casación ordenó el 11 de junio que se le conceda el beneficio del arresto domiciliar­io sin pagar la fianza que se había impuesto, de 531.437.500 millones de pesos.

Martín entonces no pagó nada para dejar el penal. El traslado desde la Unidad 31 de Ezeiza fue sin mayor alboroto. Dejó el penal en el que permaneció durante dos años y medio para ser trasladado a una casa, también prestada, y en el mismo barrio privado en el que se encuentra su padre. Martín también tiene tobillera electrónic­a y no puede salir de la casa.

Ambos habían pedido autorizaci­ón al Tribunal para pasar el día del padre juntos, pero les fue negada la solicitud. El año pasado habían festejado juntos en prisión; sus celdas de 3 por 3,5 metros, eran contiguas. "Estudiá, leé, hacé algo", le reiteraba su padre para que la rutina carcelaria sea más llevadera.

La distancia que los separa ahora es bastante similar a la que tenían en Río Gallegos. La casa paterna se encuentra a tres cuadras de la propiedad de Martín, ubicada sobre la calle Comodoro Py. ■

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