De los 18 a los 34, pasan los años y Messi siempre cumple en la Selección
Desde que se puso por primera vez la camiseta celeste y blanca, con la Sub 20 en el Mundial 2005, pasaron 17 cumpleaños y 11 de ellos los vivió jugando para Argentina. La de 2021 es su sexta Copa América y ya pasaron cuatro Mundiales de mayores.
Mariano Verrina
La palabra es engañosa. Ofrece una gratificación pero esconde un deber. Como si se tratara de una obligación o de una exigencia. Cumplir. Esa es la cuestión. Y la dinámica propia del concepto se amolda entre el deseo, la ejecución, el placer o la frustración.
El asunto está en los matices. Porque no será cosa de adjudicar el mismo mérito a quien cumple 95 años que al que cumple 15. O no es igual la expectativa que se deposita para quien debe caminar hasta Luján para cumplir una promesa o el que paga una cena después de perder una apuesta.
Y ahí está Lionel Messi como un objeto de análisis. Un caso paradigmático del hombre que cumple y a su vez no cumple.
Su escala es injusta como pocas. Porque si hay alguien que cumple las expectativas y lo hace con creces, superando incluso cualquier imaginación previa, ese es Messi. Por eso se hace difícil al repasar su línea histórica sentenciar qué Messi es el mejor de los Messis.
Cumplió objetivos deportivos a lo largo de su carrera con una vigencia y una durabilidad inéditas, desde los primeros pasos que dio al soportar aquellas inyecciones para corregir su crecimiento hasta los trofeos de todos los colores que decoran sus vitrinas. También valdría remarcar que cumple el mandato del buen deportista, con ese andar prolijo que transita fuera de la cancha y que permite hacerlo bandera sin tapujos en cualquier parte del mundo. Y hasta cumple los contratos, cuestión que pareció desdibujarse hace un año cuando golpeó la mesa para irse de Barcelona.
El almanaque lo trajo al mundo un 24 de junio, un día con agenda nutrida para la cultura de estas latitudes.
El mismo en el que nacieron Juan Manuel Fangio, Ernesto Sabato y Juan Román Riquelme y en el que murieron Carlos Gardel y Rodrigo Bueno. Y el calendario quiso también que Messi fuera cumpliendo los años vestido de Selección, que sus portarretratos registren el paso del tiempo a través del fútbol. Y que sea ese contexto, el celeste y blanco, el que justamente le recuerde el sentido ambivalente de la palabra cumplir, entre la gratificación y el deber.
En Enschede, un Messi de flequillo
rollinga y rostro adolescente sopló 18 velitas en 2005.
El 18 también era el número que llevaba en su camiseta. Un día más tarde le hizo un gol a España por los cuartos de final, tres días después le marcó uno a Brasil en las semifinales y cuatro jornadas más adelante festejó un doblete ante Nigeria para gritar campeón con la selección Sub 20. Fue el Mundial en el que arrancó como suplente y terminó como figura. Fue el arranque de la historia.
La rutina de lo extraordinario empezó a ser parte de su vida.
Un año más tarde festejó los 19 en Leipzig y nada menos que con la obtención del pasaje a los cuartos de final del Mundial de Alemania. Aquel partido en el que Maxi Rodríguez clavó un bombazo desde afuera del área y desató la locura en el tiempo extra ante México, Messi había entrado por Saviola sobre el final de los 90 minutos. Por ese entonces el chiquilín que empezaba a brillar en Barcelona, con raya al medio y la casaca con el 19 de la Selección, era el segundo cumpleañero más famoso de la concentración detrás de Riquelme.
Los 20 fueron en Maracaibo, cuatro días antes del debut en la Copa América en la que empezó a mostrar su jerarquía y regaló una perla inolvidable con su golazo de emboquillada a México. Llevaba el 18. Era el juguete mimado de un equipo cargado de experiencia y talento en el que brillaban Verón, Tevez, Aimar, Riquelme, Cambiasso, Ayala. Con los brazos cruzados, la mirada perdida y el pelo más largo de su carrera, miró cómo la Copa la levantaba Brasil.
El camino siguió entre Mundiales y Copas América. Entre deseos y cumplimientos. Entre ilusiones, tropiezos y frustraciones.
Hay un lugar privilegiado para la foto con Maradona en Pretoria en Sudáfrica 2010, el Mundial que unió a los dos tótems en una cancha y terminó con gusto a poco.
El escenario grande en el que Messi heredó la 10 y no se la sacó más.
Y hay más fotos de cumpleaños. Está concentrado en el predio de Ezeiza en 2011 de cara al arranque de una de las derrotas más duras, cuando escuchó los silbidos de su propio país en la Copa América. Y en ese mismo lugar está ahora, con otro panorama pero como capitán de una de sus últimas chances.
También le cantaron el feliz cumpleaños en Porto Alegre, un día antes de hacer un doblete frente a Nigeria para cerrar la fase de grupos del Mundial 2014. El deseo al soplar las velitas fue tan evidente como la tristeza que apareció 19 días más tarde en esa foto en la que el juego del foco de la cámara devuelve la certeza de que nunca estuvo tan cerca de la Copa del Mundo.
¿Quién escribirá la historia de lo que pudo haber sido? ¿Quién sabe qué habría pasado si aquella tarde en Río de Janeiro alguna de las que se fueron tan cerca iban adentro y el regalo, en lugar de ser para Messi, era de Messi para Argentina? ¿Cuántos debates televisivos se habrían evitado si aquel cuento fetiche hubiese tenido un final feliz?
Y llegaron los cambios. De entrenadores, de presidentes de la AFA, de cortes de pelo. Llegaron también los hijos, la madurez, un nuevo rol dentro del grupo. Las peleas con la prensa, los tironeos entre las adulaciones infundadas y los golpes despiadados. La sombra de la épica maradoneana. Las comparaciones constantes con sus conquistas en España, la mirada con el flagelo tercermundista de creer que lo de allá es el paraíso y que el entorno le permitía desenvolverse cómodo y feliz mientras de este lado del mundo sólo podía tropezar con las desprolijidades y las desorganizaciones que lo harían desertar.
Y junto con eso, la acumulación. Las dos Copas América seguidas en las que Chile apagó el grito. “El regalo perfecto sería salir campeón”, escribió en sus redes sociales desde Nueva Jersey en 2016, dos días antes de una nueva final, la que colmó su nivel de impotencia. “Se terminó la Selección para mí. Ya está. Es increíble pero no se me da”, dijo.
De cumplir se trata. Y también por eso la renuncia no fue tal.
Los 31 fueron en Bronnitsy en medio del cimbronazo tras la derrota ante Croacia, con el plantel a la deriva, el cuerpo técnico debilitado y un triunfo agónico ante Nigeria que sólo sirvió para engañar unos días a la realidad de Rusia 2018.
"Me tocó vivir muchísimas cosas en la Selección, tuve que convivir con muchas cosas que no eran justas pero al final siempre lo intenté y lo sigo intentando. Llegamos a la final del mundo, a finales de Copa América, que no es poca cosa. No todo pasa por ganar. En ese tiempo hicimos feliz a la gente que sigue a la Selección. Fue un dolor perderlas para todos pero llegamos al último partido", resumió en 2019 después de haber festejado otro cumpleaños en Porto Alegre durante la Copa América y ya con Lionel Scaloni como entrenador.
En tiempos urgentes y al ritmo de las redes sociales, se pueden spoilear sin temor algunas cuestiones:
1) Este año, el del 34° cumpleaños en el que convive con compañeros a los que les lleva más de una década Julián Alvarez (20 años), Nicolás Domínguez (22), Lautaro Martínez (23), Nicolás González (23), Cristian Romero (23)- el deseo deportivo será el mismo: salir campeón de la Copa América.
2) Si la Selección no gana el título, en la mochila de Messi habrá una frustración más y una chance menos rumbo al Mundial de Qatar 2022.
3) Si Messi levanta la Copa América podrá sacarse la espina (el deber cumplido) y celebrar un título con Argentina aunque enseguida aparecerá el objetivo mayor de la Copa del Mundo para validar las credenciales.
De cumplir se trata. Y Messi, paradojas del calendario y del destino, siempre cumple en la Selección.w