Repitan con ellos: dame más gasolina
Dom ahora tiene un hermano del que está distanciado: es el villano. El filme desafía las leyes de la gravedad.
Las películas de acción, si entendemos a la saga de Rápidos y furiosos, con Dom Toretto (Vin Diesel) a la cabeza como una de ellas, cada vez se basan más en el armado de la espectacularidad de las escenas que en la historia o el entramado. Casi no importa qué cuentan. Lo importante es brindar un espectáculo grande, cada vez más grande, desafiando el sentido común.
Hay en F9 un diálogo entre Roman (Tyrese Gibson) y Tej (Chris “Ludacris” Bridges) en el que uno pregunta si, ya que zafan de tantos choques y atentados con balas sin sufrir un solo rasguño, no serán invencibles.
Si en Indiana Jones y el templo de la perdición veíamos el carrito sobre las vías en las que viajaban Indy y sus acompañantes, y notábamos que eran muñequitos de juguete, nos reíamos. Como que compartíamos el guiño con Steven Spielberg desde la butaca.
Ahora las secuencias pueden ser de lo más ridículas -y la saga tiene decenas para el recuerdo- en cuanto a lo inverosímil, pero Rápidos y furiosos sigue adelante, sin que a ningún fan le moleste.
El exceso puede ser perjudicial para la salud de la película.
Se acelera, sí, pero esos autos que van a mil sólo el viento te harán sentir.
Dom (Vin Diesel) y Letty (Michelle Rodríguez) viven de lo más tranquilos, cuidando al pequeño Brian en medio de la nada, cuando tienen que volver a ponerse rápidos y furiosos para que los malos, cual Pinky y Cerebro, no puedan tratar de conquistar el mundo.
Y ahí tenemos a Jakob Toretto, que es interpretado por Finn Cole (Michael en Peaky Blinders) en los flashbacks bien, pero bien dramáticos que arrancan en 1989, cuando Dom (Vinnie Bennett) y él, que son los mecánicos de su padre, ven cómo papá vuela en pedazos en un accidente al estallar su auto deportivo en plena pista.
Ese hecho, y lo que sucederá en breve, terminará separando a los hermanos Toretto.
Jakob, que de adulto lo interpreta John Cena, pero sin una sola caracterización dramática que no sea fruncir el ceño y querer superar a su hermano mayor, “el favorito de papá”, se transforma en el villano. Más sencillo que juntar las gemas con las que Thanos manejará todo, Jakob debe encontrar y unir las dos mitades de una cúpula geodésica llamada Proyecto Aries.
Así, podrá controlar todas, pero todas las computadoras y las armas del mundo, y tener a los gobiernos comiendo de sus manos.
Todo fanático de la saga sabe que lo importante fue, es y será siempre la familia. Así que si el malo de turno resulta ser el hermano alejado de Dom, como El Enmascarado de Meteoro, bueno, ya sabemos qué va a pasar.
Hace meses se filtró que los rápidos y furiosos llegarían al espacio exterior. Que lo hagan, cómo no, a bordo de un Pontiac rojo atado (a-ta-do) a un lanzacohetes como propulsor, y retando a la gravedad, no es nuevo, porque los autos que conducen vienen desafiándola desde hace unas cuántas películas.
Hay que tener ingenio e inventiva para imaginar esas secuencias de acción. El asunto es que a menos que uno se quede boquiabierto y prefiera quedarse con eso, el “drama” que enfrentan los Toretto tiene una endeblez que el mejor flan podrá envidiar.
Y hay chistes internos -el recuerdo del submarino en una película anterior, la (re)aparición de un personaje que había (¿no había?) muerto, y cuyo nombre no develaremos aquí- y el regreso de ganadoras del Oscar como Charlize Theron y Helen Mirren a la franquicia.
El taiwanés Justin Lin es el director que más películas de la saga dirigió (después de Reto Tokio realizó las tres siguientes, y ahora vuelve), lo cual garantiza por lo menos más de lo mismo, algo que el fanático no desaprobará.
Ya por la novena entrega (y más un spin-off), lo que alguna vez llamó la atención y resultó fresco, comenzó no precisamente a madurar, sino a perder eso que lo mantenía nuevo y hasta atrevido.
Ah, la película dura casi dos horas y media, pero mucho antes del minuto 144, entre los créditos, hay una escena. Espérenla.w