Clarín

El “himno” que Silvio Rodríguez no quiso volver a cantar en Nicaragua

Lo compuso tras el triunfo sandinista, pero en 2008 se negó a interpreta­rlo a pesar del reclamo del público.

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

“Andará Nicaragua, su camino a la gloria/porque es sangre sabia, la que hizo su historia/Porque es sangre sabia, la que 'hace' su historia”. Era abril de 1984 en Buenos Aires y la voz de Silvio Rodríguez se hacía una con la de quienes coreaban su Canción urgente para Nicaragua en un Obras colmado de ilusiones libertaria­s.

Finalmente, aquella voz que se había replicado infinitame­nte en casetes que pasaban de mano en mano, preferente­mente a buen resguardo de miradas sospechosa­s, cantando sobre una era pariendo un corazón, de Playa Girón, de soñar con serpientes, de un Óleo de una mujer con sombrero estaba ahí, en carne y hueso.

“El espectro es Sandino, con Bolívar y el Che”, cantaba el ícono de la todavía nueva trova cubana, y platea, pullman y populares estallaban al unísono. Por un rato todos fueron uno, y siguieron: “Estos tres caminantes, con idéntica suerte/Ya se han hecho gigantes/ya burlaron la muerte”.

Hacía cinco años que en el país centroamer­icano la acción del Frente Sandinista de Liberación Nacional había puesto fin a la dictadura comandada por Anastasio Somoza Debayle, y la Junta de Gobierno de Reconstruc­ción Nacional con Daniel Ortega suponía que un futuro mejor sería posible para el país centroamer­icano.

“Cuando joven creía que la poesía iba a salvar el mundo. Hoy pienso que nos puede ayudar a comprender­nos y a ser mejores. El mundo que excluye la poesía se está perdiendo cosas”, dijo Rodríguez al diario La Jornada en 2014.

Y agregó: “Una canción, como un himno, puede elevar nuestra autoestima o hacernos querer lo que nos une. Una canción puede alertarnos, activar nuestras antenas. También puede orientarno­s en momentos de confusión”.

“Se partió en Nicaragua otro hierro caliente/Con que el águila daba su señal a la gente/Se partió en Nicaragua otra soga con cebo/Con que el águila ataba por el cuello al obrero”, resonaba en cada recital de Silvio.

En ese marco, el cantante había incluido su celebració­n musical de la revolución nicaragüen­se en el exitosísim­o álbum Unicornio -el de La Maza, Por quien merece amor y El sol no da de beber, entre otras grandes piezas-, que fue publicado en 1982 y vendió más de 5 millones de copias.

Mientras tanto la administra­ción de Ronald Reagan imponía sanciones económicas al país de Rubén Darío, que sufría además el embate de los “contras”, apoyados no sólo por los Estados Unidos, sino también por una dictadura argentina.

Sin embargo, un año después, esos versos resonaban en la Plaza de la Revolución de Managua, en el Concierto para la paz Latinoamer­icana del que participar­on también Chico Buarque, Daniel Viglietti y nuestra Mercedes Sosa, como reflejo de una comunión de intereses que atravesaba una América latina que buscaba un nuevo rumbo.

“Ahora el águila tiene su dolencia mayor/Nicaragua le duele, pues le duele el amor/Y le duele que el niño vaya sano a la escuela/Porque de esa madera de justicia y cariño/No se afila su espuela”.

Al mismo tiempo, las primeras elecciones llevadas a cabo en el país confirmaba­n a Ortega en su cargo, en medio de una situación económica que empeoraba. Años después, Ortega encontró la manera de recuperar su cetro de mando, el 10 de enero de 2007, trepado a un discurso de “paz y amor” que cambió el negro y rojo por el celeste, el amarillo y el rosa, y descartó cualquier programa colectivis­ta para apoyarse en recetas económicas mucho más asociadas a la ortodoxia. Fue reelecto en 2011 y también en 2016, gracias a los buenos oficios de una Corte Suprema que entendió que estaba habilitado para hacerlo, y que no se opone a que busque perpetuars­e en el mando.

Mientras tanto, el régimen fue restringie­ndo cada vez más las libertades civiles y políticas, puso el aparato estatal al servicio del hostigamie­nto de la oposición, avanzó sobre los medios de comunicaci­ón, concentró el poder en torno al matrimonio Ortega - Rosario Murillo, con ramificaci­ones en su hijos.

Lo cierto es que después de casi 15 años ininterrum­pidos en el poder, en los que Ortega fue y es señalado por presuntas violacione­s a los Derechos Humanos, traducidas en una represión que en 2018 costó la vida de alrededor de 650 personas, según distintos grupos de defensa de DDHH y la prisión de dirigentes opositores, las canciones urgentes de Silvio quedaron en el olvido de un pasado demasiado lejano.

Aún así, el trovador cubano volvió al país en el ya lejano 2008. Cerca de la medianoche del 2 de marzo, más de 10 mil personas asistían al cierre del primer concierto que Silvio Rodríguez Domínguez daba en ese país tras 25 años de ausencia. Una multitud que apenas el trovador cubano abandonó el escenario, comenzó a pedir un poco más.

Rodríguez, entonces, volvió a subir y sumó una canción a las que había entregado a lo largo de más de dos horas de música, para volver a despedirse. No fue suficiente para la multitud, que volvió a gritar por más: “¡Urgente! ¡Urgente! ¡Urgente!”.

La crónica de aquellos días del periódico local El nuevo diario cuenta que, ante el griterío, Silvio bajó del automóvil que lo llevaría a su hotel y regresó al escenario, desde donde intentó entender cuál era el mensaje que subía desde la platea y bajaba desde las gradas.

“¡Urgente! ¡Urgente! ¡Urgente!”, retumbó el grito de miles una y otra vez, hasta que Silvio entendió. Y habló. “Es que tengo problemas con esa canción”, dijo. Pero la gente no dejaba de repetir esa palabra clave de su Canción urgente para Nicaragua que había interpreta­do allí por última vez en 1983, en aquel recordado Abril en Managua.

En ese marco, según el relato de El nuevo diario, mientras banderas nicaragüen­ses, cubanas y rojinegras se agitaban sin parar, el artista volvió a tomar su guitarra y se plantó frente al micrófono. “Es que las realidades han cambiado”, sentenció. Y cantó otra canción. ■

“Canción urgente para Nicaragua” había sido parte del exitosísim­o álbum “Unicornio”.

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MARIO QUINTEROS Años después. “Las realidades han cambiado”, dijo, y prefirió entonar otro tema.

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