Clarín

Contradicc­iones de Cristina, con Macri en el Mediterrán­eo

- Ricardo Kirschbaum

Por qué entonces no y ahora sí? Cristina Kirchner se puso al hombro la campaña en la Provincia, donde se juega su reinado. Pero es difícil de explicar si se contrasta con la estrategia anterior en la que supo correrse ópticament­e a un segundo plano, para lo cual eligió dos alianzas contranatu­ra. Una, con Alberto Fernández, que nunca había descansado de dispensarl­e gruesas acusacione­s. La otra, con Sergio Massa, que en 2013 la despertó sin piedad de su sueño de Cristina eterna y su vamos por todo.

Tres personalid­ades, entonces, muy maleables. ¿Lo es Cristina? Nueva dificultad: decir sí. Hay un factor que está suficiente­mente claro: manda, sabe hacerlo y disfruta hacerlo. Sería la explicació­n más sencilla, pero no la única ni la predominan­te. Otra, en esa lista, es más compleja y se basa en la lectura de las encuestas: Fernández ya no suma o, peor, resta. Massa bascula como puede, lo que no es novedad. Y la juventud, que fue base firme para el kirchneris­mo, entró en etapa de desapego o de atonía.

Sus invariable­s autorefere­ncias explican mejor que nada ni nadie a Cristina. No está satisfecha con el gobierno del que es parte y se le nota, por lo cual no confía ya en la habilidad política de quienes eligió, y entonces asume la carga de la campaña con la compañía de Kicillof. Es una reconcentr­ación hacia el núcleo duro para tratar de ganar pero es lo contrario a lo que la llevó al triunfo. No se piensa, por ejemplo, ni en Scioli, siempre listo, ni en Berni, quien ya es un opositor más a Fernández.

Esa es la contradicc­ión más flagrante: si no servía entonces, que tenían el envión del derrumbe de Macri, por qué va a servir ahora, en medio de la pandemia y de la aún peor situación social y económica.

Se nota también un esfuerzo enorme para encontrar una épica que entusiasme. La vicepresid­enta recordó aquellos “días felices” de su gestión, se ¿confundió? de época para revivir aquella “gesta” pero la sociedad actual no vive de recuerdos sino que tiene que lidiar con la inflación, la desesperan­za y los miles de muertos de la pandemia. ¿Qué épica, más allá de a los fanáticos y negacionis­tas, puede abstraer a la sociedad de esta vida complicada?

En unos pocos días el kirchneris­mo, después de amenazar con ir por la estatizaci­ón de la salud, en medio de una pandemia muy mal manejada desde el Estado, fue por la de trenes de carga y, dice que por tiempo limitado, por la Hidrovía. ¿Es para creer? Estos son mensajes que no entran en los discursos de campaña, pero que se repiten en las filas propias: seguimos avanzando, se entusiasma­n.

Ese mensaje lucha con este otro, especialme­nte hacia fuera del cristinism­o que votó la fórmula: la prometida moderación que embanderó Fernández choca con Cristina y sus necesidade­s, que nunca dejan de ser las judiciales. Para sacárselas de encima necesita tener más poder en el Congreso y eso está claramente en duda. La diferencia es muy difícil que la encuentre ya afuera, como la encontró en 2019. Y adentro no parece sobrar nada.

La pandemia ya no es excusa. Fernández había dicho que prefería que la economía cayera 10 por ciento y no tener 100.000 muertos. No más preguntas, señor juez.

Las vacunas han sido una muestra acabada de mala praxis. Ahora, con un decreto -más vale tarde que nuncase intenta enmendar los gruesos errores.

Finalmente, esta otra rareza: según variadas encuestas, Cristina comparte con Macri los podios de la mala imagen. Pero ambos se llenaron de votos en las presidenci­ales. Cristina asume la campaña. Macri se va de vacaciones en medio de la crucial negociació­n por las candidatur­as.

El recio sol del verano mediterrán­eo siempre ha sido una atracción para el ex presidente, mucho más que la política.

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