Clarín

Lo que puede una mujer de un metro y medio

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

Su destino quedó sellado a los 21 años. Nacida en 1913, hasta ese momento, como cualquier joven japonesa de su época, había sido instruida en el arte de los arreglos florales, la caligrafía y la ceremonia del té. Cuando conoció a Jigoro Kano, el fundador del judo y del Instituto Kodokan, máxima autoridad en la materia, Keiko Fukuda supo de inmediato por dónde asomaba el futuro. Kano había sido alumno del abuelo de Fukuda, samurai y maestro de jiujitsu. La discípula sorprendió al maestro: con cerca de 45 kilos y menos de metro y medio de estatura, tenía sin embargo unas aptitudes extraordin­arias para descollar en la práctica. Su tío se oponía; su madre y su hermano la apoyaron, entusiasta­s, pensando que a través del judo iba a conseguir marido. Keiko no sólo no se casó sino que desestimó un matrimonio arreglado porque no quería que nada la desviara de su camino como judoca. A los 24 años ya era instructor­a. A los 40 obtuvo el quinto dan, o quinto grado de cinturón negro, honor reservado a un exclusivo grupo de mujeres; antes había tenido tiempo para graduarse en Literatura japonesa en la Universida­d Showa. Su carrera siguió en Estados Unidos, donde se dedicó a la enseñanza del judo. Con méritos más que suficiente­s para acceder al sexto dan, había un obstáculo: estaba prohibido para las mujeres ir más allá del quinto. Después de una campaña para derogar semejante limitación, Keiko accedió al tan ansiado reconocimi­ento. Pero eso no fue todo: a los 93 años se convirtió en la primera y única mujer en obtener el noveno dan Y a los 98 rompió todos los récords cuando la Federación de Judo de los Estados Unidos le otorgó el décimo dan. Enseñó hasta su muerte, a los 99. Su lema personal era “Ser fuerte, ser gentil, ser hermoso, en mente, cuerpo y espíritu”.

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