Una voz emblemática de los derechos humanos
Es sin dudas una de las voces más conocidas de la denuncia sobre los abusos a los derechos humanos más conocidas y filosas de la región. Y es también una de los rostros más conocidos en las negociaciones que ha habido en procesos de paz y liberación de presos políticos en Latinoamérica.Es querido y odiado por derecha e izquierda. Desde hace 25 años José Miguel Vivanco lleva adelante la sección para América Latina de la emblemática organización Human Rights Watch, que tiene “cuarteles” en Washington. Vivanco protagonizó el debate sobre si llevar o no a los dictadores ante tribunales internacionales cuando detuvieron al ex general Augusto Pinochet en Londres; participó de la extradición de Alberto Fujimori desde Chile a Perú y colaboró entre otros, en la instauración de la ley de reparaciones a familias con desaparecidos en Brasil.
Vivanco tuvo encuentros con el fallecido ex presidente Hugo Chávez para hablar de derechos humanos. Y participó en negociaciones con Fidel Castro (también fallecido) para liberar presos políticos en Cuba, foco de sus duras declaraciones y denuncias en los últimos días a raíz de la fuerte represión a la protesta que explotó en la isla el domingo 11 de julio.
Vivanco tenía 13 años cuando Pinochet se alzó con el poder en su natal Chile. Allí transcurrió su adolescencia. Proviene de una familia católica tradicional. Estudió Derecho en la Universidad de Chile y dirá de sí mismo: “Soy un producto de la mejor educación pública chilena. La Universidad de Chile, a diferencia de la Católica, era un reducto donde se podía respirar un ambiente de mayor libertad y de reivindicación de valores liberales. Vivanco estuvo en la Argentina apenas terminó sus estudios: “Vinimos con unos amigos para ser testigos del paso a la democracia. Celebramos el triunfo de Raúl Alfonsín. Argentina es pionera en materia de derechos humanos. No hay transición democrática en el mundo donde no se piense en iniciativas como las que se tomaron acá, incluyendo el castigo penal a los máximos responsables por las atrocidades cometidas”.
Usted conoció a los Kirchner. También a Alberto Fernández cuando era jefe de Gabinete de los gobiernos anteriores. ¿Los escuchó referirse de manera diferente a lo que dicen hoy sobre Cuba, Venezuela y Nicaragua?
-Cuando se produjo la crisis de la doctora Hilda Molina. No me quedó la más mínima impresión de que él tenía una visión romántica, ni mucho menos. Fue muy directo y me pareció que estaba tratando de resolver esta crisis, pero entendiendo de que su interlocutor, el gobierno cubano, en fin, era Fidel Castro. De que no era un régimen democrático. Con Cristina hablé, pero muy superficialmente sobre estos temas, cuando era primera dama. Pero muy al pasar y tampoco me dio la impresión de que tenía una una gran opinión. Con el tiempo creo que eso fue cambiando… Y a Alberto Fernández lo conocí siendo el jefe de Gabinete de Néstor Kirchner. Después, cuando él se distanció de Cristina, y era muy critico, tuve largas conversaciones sobre Venezuela y lo noté muy receptivo a entender que allí no había una democracia, y se estaban violando derechos humanos.w