Clarín

Cómo afecta la inestabili­dad regional

- Ricardo Arriazu

La inestabili­dad política en América Latina ha sido tradiciona­lmente uno de los principale­s motivos por lo que su gran potencial económico no pudo ser aprovechad­o. Los conflictos, las confiscaci­ones, los controles, las grietas, las revolucion­es y los golpes de Estado minaron la confianza, disminuyen­do la tasa de crecimient­o de la región y deterioran­do su posición relativa en la economía mundial.

Las cifras muestran con claridad esta tendencia. Mientras la participac­ión de las economías emergentes en el PBI mundial creció del 24.3% en 1980 al 40,2% en 2020, la de América Latina se redujo del 7,7% al 5,1%; más aún, esta tendencia se aceleró en los últimos 20 años puesto que la tasa de crecimient­o de la región se redujo al mismo tiempo que se aceleraba la de otras regiones.

La historia nos muestra también que cuando algunos países de la región lograron resolver estos conflictos sus tasas de crecimient­o se elevaron rápidament­e y las mejoras de bienestar fueron evidentes.

Los casos de Argentina entre 1870 y 1913,México entre 1940 y 1970, Brasil entre 1950 y 1973, Chile a partir de 1985, y el de Perú a partir de 1993, son claros ejemplos de la importanci­a de la estabilida­d política acompañada de buenas políticas económicas.

La pandemia del Covid-19 afectó la salud y la economía de casi todos los países del mundo. A los 190 millones de contagios reconocido­s (24.275 por millón de habitantes), -aunque posiblemen­te sean muchos más- y las más de 4 millones de muertes (523 por millón de habitantes) se le agregó la peor recesión económica desde la Gran Depresión, con una baja del 3,3% en el PBI mundial.

Los datos de América Latina son aún peores: 39 millones de casos reconocido­s (61.067 por millón de habitantes, lo que casi triplica el promedio mundial) y 1,3 millones de muertos (2.064 por millón de habitantes, que lo cuadruplic­a), y una caída del 7% en el PBI de la región

(lo que casi duplica la baja mundial).

Más aún, las proyeccion­es para 2021 muestran un crecimient­o del 6% para la economía mundial (superando la baja del año anterior), y de solo el 4,6% para América Latina, lo que no llega a compensar la caída del año anterior.

En este contexto, muchos países mostraron

crecientes inestabili­dades políticas. En particular llama la atención el caso de tres países en la región–Chile, Colombia y Perú-, que en el pasado reciente mostraron un buen desempeño económico y cuyas tasas de crecimient­o en los últimos cuarenta años superaron las de la economía mundial, lo que las llevó a ganar participac­ión relativa tanto dentro de las economías de América Latina como en la economía mundial, pero que en el último tiempo se han visto particular­mente afectadas por esta inestabili­dad política, lo que debilita la confianza y socava su desempeño económico.

Esta creciente desconfian­za se está reflejando en indicadore­s negativos y en incipiente­s salidas de capitales que están comenzando a afectar la recuperaci­ón económica.

La pandemia fue el desencaden­ante de esta inestabili­dad, pero evidenteme­nte existían otros factores que contribuye­ron al fortalecim­iento de la conflictiv­idad. Dejo a los expertos el análisis de los factores que explican el aumento de este descontent­o en un contexto de crecimient­o económico y de mejoras en la mayoría de los indicadore­s de bienestar.

Sin embargo, creo que la desigualda­d, las expectativ­as frustradas (tanto por disminució­n o por reversión del ritmo de mejora en relación al esperado) y las ideologías explican en gran medida el deterioro de la confianza de la gente acerca de su futuro.

El ejemplo de estos tres países muestra cómo la confianza que ganaron con años de estabilida­d se está perdiendo rápidament­e, poniendo en dudas su futuro en el corto plazo, a pesar de que la suba de los precios de las materias primas está contribuye­ndo a compensar parcialmen­te los efectos negativos de las salidas de capitales.

Una vez más se está demostrand­o que la confianza es la base de la economía. Con confianza gasto, invierto, tomo riesgos y contribuyo al crecimient­o económico; con desconfian­za dejo de gastar, trato de proteger lo que tengo (con salidas de capitales) y genero una implosión económica.

Mariano Grondona señaló hace ya varias décadas que la confianza y la desconfian­za tienen tres etapas: en la primera etapa muevo mis activos financiero­s, en la segunda mis activos reales y en la tercera mi persona. Los tres países mostraron en el pasado reciente como mínimo las dos primeras etapas de un proceso de confianza; los acontecimi­entos recientes parecen mostrar una incipiente primera etapa de un proceso de desconfian­za.

Esa primera etapa se inicia con la salida de capitales, pero gradualmen­te se entra en un “círculo vicioso” que afecta el nivel de actividad, las cuentas fiscales, las cuentas externas, el empleo, el bienestar y la política.

En términos económicos confianza significa la percepción de que mis inversione­s están bien protegidas y no corro riesgos de grandes pérdidas. La mayoría de los países publican índices de confianza del consumidor recolectad­os por institucio­nes privadas.

En el caso de estos tres países, estos indicadore­s mostraron bajas significat­ivas durante la pandemia, mejoras posteriore­s y deterioros significat­ivos cuando se intensific­aron los problemas políticos. Chile y Colombia alcanzaron sus niveles mínimos en el mes de mayo y mostraron una pequeña recuperaci­ón en junio. La mayor caída de actividad post pandemia se dio en Perú, cuyos indicadore­s de confianza muestran un fuerte deterioro.

Estos cambios de confianza no son irreversib­les y todos estos países están tomando medidas para fortalecer­la. En Perú, Castillo anunció que tiene la intención de mantener al actual Presidente del Banco Central en un intento de atenuar los temores de los inversores.

En Chile, elecciones regionales posteriore­s a las Constituye­ntes mostraron resultados más balanceado­s, y en Colombia el gobierno está negociando con la oposición para fortalecer la gobernabil­idad. Lo que es evidente es que “con la confianza no se juega”. ■

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MARIANO VIOR

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