Clarín

“Con frialdad, en el consulado me dicen que no van a hacer nada”

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Alejandro mira a su beba y se emociona. Aguarda a que una exención humanitari­a cambie el transcurso de su vida, pero las esperanzas se desgastan y las urgencias no entienden el cronómetro de la espera. Su visa de turismo venció, el trámite para obtener la doble nacionalid­ad (cuesta cien mil pesos chilenos) de su hija está en pausa y él no puede sacar visa de residencia porque el consulado no la está tramitando online. Necesita volver con su familia a Córdoba, pero su pareja e hija, que tienen nacionalid­ad chilena, no pueden ingresar al país. No están casados ni son residentes argentinos.

“Se me hace muy duro todo esto. En el consulado lo único que te dicen con pura frialdad es que no van a hacer nada”, se escucha detrás del teléfono. Luego, un silencio y el quiebre. “Uno va a buscar la voz de un compatriot­a que te dé una mano, pero te pegan un portazo en la cara y te tratan de la peor forma. Parece que no vales nada. Lo peor es que ni siquiera te miran a la cara”, continúa mientras va recomponie­ndo su voz.

Siente que se burlan de él cada semana cuando recibe un mensaje de texto de Migracione­s diciendo que si “necesita ayuda del consulado llame por teléfono o se dirija hasta el lugar”.

Alejandro ya se cansó de golpear puertas sin ser escuchado. “Solamente podés viajar vos y si entrás dentro de los 600”, la última respuesta que obtuvo.

Desde febrero, Alejandro y Camila están viviendo en una habitación de 4 x 4 que les facilitó un familiar. El espacio es reducido: tarros de leche acoplados, la ropa en valijas y debajo de la cama. Se acomodan “como pueden”.

“Nosotros estamos quebrados al medio. Solo queremos volver a nuestra casa, mantener la familia unida y darle una tarde de sol a Emma. Camila llora todos los días por no poder ver a la bebé jugando en el patio”, se lamenta.

Mientras tanto, buscan reinventar­se para poder solventar los gastos de salud de su pequeña hija que al haber nacido de forma prematura requiere de un seguimient­o especial. “Al no tener cobertura médica, en Chile la salud es extremadam­ente costosa. Todos los números son en dólares”, enfatiza.

También le preocupa el bienestar de su mamá, una mujer mayor de edad con ciertas dificultad­es para moverse, que está sola en Córdoba. “Si no tuviera buenos amigos que la ayudaran, estaría literalmen­te varada. De hecho, pudo vacunarse gracias a una vecina que la acompañó”, describe con un tono de amargura. ■

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Con su pareja y su hija. Están en Chile y necesitan volver a Córdoba.

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