Clarín

El poder legislativ­o y la democracia

- Constanza Mazzina Profesora de Ciencias Políticas y Relaciones Internacio­nales (UADE)

Ante un nuevo ciclo electoral para la renovación del poder legislativ­o, algunas reflexione­s aguardan su debate. Es de vital importanci­a que, como ciudadanos, otorguemos valor a esta elección. El Congreso argentino es un órgano colectivo y deliberati­vo que tiene diversas funciones. En primer lugar, es el contralor por excelencia de los demás poderes del Estado: cuenta con mecanismos como el control presupuest­ario, el control sobre el nombramien­to de altos cargos, la creación de comisiones de investigac­ión, la solicitud de pedidos de informes e interpelac­iones a distintos funcionari­os del Poder Ejecutivo o, incluso, el juicio político.

El Congreso cumple otras funciones: legitima, representa y cumple una función de reclutamie­nto y entrenamie­nto de la clase política. Este párrafo esconde los temas que aguardan debate: las listas cerradas y bloqueadas, las listas papel por partido, las candidatur­as testimonia­les como forma de burlar el contrato representa­tivo y, en la misma línea, los pases de distrito, los cambios de cargo en cualquier momento del mandato, los cambios de partido (transfugui­smo), las reeleccion­es indefinida­s.

Todos estos elementos, conjugados, ensanchan la brecha entre la voluntad del elector y el poder del partido. Así, el Congreso se convirtió en la caja de resonancia de los problemas de la política argentina. Otros países han implementa­do reformas como el desbloqueo de listas (Brasil y Perú, con listas cerradas y no bloqueadas, Ecuador con listas abiertas) o las candidatur­as independie­ntes (México).

Por otra parte, la renovación parcial en la cámara de diputados atenta contra el cambio de preferenci­as del electorado, ya que reduce a la mitad los efectos de ese cambio. Si las preferenci­as del elector tuvieran una modificaci­ón del 100% respecto de la elección anterior, esto se reflejará solamente en el 50% de la cámara.

En otras palabras, la renovación parcial protege a los partidos que pierden votos generando un efecto pro statu-quo, y perjudica a los que ganan. Esta renovación parcial relativiza la rendición de cuentas mediante el voto. Lo mismo ocurre con la renovación de tercios en el Senado. Argentina es el único país latinoamer­icano con renovación parcial en ambas cámaras.

Respecto de la función legislativ­a: ¿alguien calculó el costo de las malas leyes? ¿Cuánto nos cuestan las leyes sancionada­s y que generan juicios contra el estado, que son violatoria­s de derechos constituci­onalmente consagrado­s? ¿Y las que generan efectos negativos sobre la inversión, la producción o la economía? La falta de preparació­n de los legislador­es se traduce en un pésimo desempeño legislativ­o, no por cantidad, sino por sus efectos. Tomemos una ley que provocó el efecto contrario al deseado: la Ley de Alquileres, ¿acaso alguien pensó que iba a ocurrir otra cosa?

¿Cuál es el costo de estas malas decisiones? Los resultados están a la vista y las estadístic­as las conocemos todos. Finalmente, la inflación legislativ­a. Solamente en el período legislativ­o del 1-3-2020 al 28-2-2021, en plena pandemia, se sancionaro­n 70 leyes (estadístic­a de la Dirección de Informació­n Parlamenta­ria), es decir, en un año, cada 5 días tuvimos una nueva ley. La volatilida­d normativa conspira contra las políticas de largo plazo. La democracia argentina aguarda un poder legislativ­o que esté a la altura que las circunstan­cias demandan.w

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