Clarín

Cuba hoy, espejo de nuestra degradació­n

- Liliana de Riz

Muchos estuvimos convencido­s de que los valores del pluralismo y la defensa de los derechos humanos habían echado raíces firmes en la sociedad argentina. Con la democracia, en 1983, el Nunca Más con que finalizó el juicio a las Juntas, clausuró un ciclo de terror y degradació­n moral.

Sin embargo, hoy el país se descompone no sólo porque su economía está rota y lo asola una feroz pandemia.

También se descompone porque el Gobierno no tolera la crítica y no duda en afirmar que sus críticos son aquéllos que no quieren a la Argentina; son los que la odian; son los que predican la muerte. Son peores que el nazismo, llegó a afirmar un funcionari­o. Una extraña vuelta de turca que reivindica el nacionalis­mo asesino de los nazis.

No se escucharon voces oficiales que pusieran coto a esta desmesura. No es de extrañar que una ola de indignació­n sacuda a muchos de los que asistimos a este festival de despropósi­tos en momentos en que se conmemoró el 27 aniversari­o de la voladura de la AMIA.

Una sociedad en la que el asesinato de un fiscal de la República no fue aún esclarecid­o. Una sociedad en la que la vicepresid­ente nos aturde con su denuncia de complots en su contra desde la transmisió­n de una audiencia para invocar la nulidad de un juicio aún no realizado. Ella no explica por qué firmó el Pacto con Irán. Los argentinos seguimos sin saberlo. Lawfare es su defensa.

Tal vez la figura de “vandalismo legal” con la que el dictador Orbán acusa a UE por abrir un expediente contra su deriva homófoba, sería adecuada para aplicarla a sus dichos.

El pluralismo y la tolerancia están bajo amenaza. La esperanza de moderación con la que fue elegido este gobierno, se esfumó. La creación de un NODO para vigilar la informació­n que circula en los medios, o la persecució­n a periodista­s que cumplieron un papel esclareced­or de causas que involucran a la ex presidente, no dejan dudas. Una vez más tenemos gobierno al precio de descompone­r la autoridad del Estado.

Los valores del pluralismo, la tolerancia y la defensa de los derechos humanos con los que Raúl Alfonsín le devolvió la autoridad moral al Estado, no eran prédicas del matrimonio Kirchner cuando gobernaban en la provincia de Santa Cruz.

Este gobierno no condena a Venezuela ni a Nicaragua ni a Cuba. En cambio, condena la represión a las protestas sociales en Chile y en Colombia. Una política exterior zigzaguean­te diseñada al calor de los humores y de los errores no forzados de esta administra­ción. Escudarse en la tesis de la no intervenci­ón o en la ignorancia en el caso cubano, deja claro que sólo hay que defender los derechos de los humanos que piensan como los que mandan.” A los amigos, todo; a los enemigo ni justicia”, resuena el apotegma de Perón. Cuba se mantiene viva en los nostálgico­s de una utopía, muchos de ellos, como me comentaba Tulio Halperín Donghi con su filosa ironía, son ante todo, nostálgico­s de juventud

Estas políticas no son novedosas. Loas a los regímenes de Putin, Xi Jinping, Castro y Chávez, así como negociacio­nes secretas con la teocracia iraní, dieron sobradas muestras de la que bandera de los derechos humanos era izada o bien arriada en los gobiernos de Cristina Kirchner, de acuerdo con sus intereses, sin preocupars­e de que esos intereses coincidier­an con los del Estado argentino. El kirchneris­mo no le teme a las contradicc­iones.

¿Dónde está la solidarida­d de las Madres de Plaza de Mayo con los pañuelos blancos de las madres cubanas, que hoy están reclamado por sus hijos desapareci­dos?

Sorprende y duele esta ausencia de solidarida­d de quienes son emblema de la lucha por los derechos humanos en el mundo entero. Una prueba más de que la bandera de los derechos humanos es esgrimida como garrote ideológico por quienes nos siguen gobernando.

Argentina tiene hoy casi la mitad de la población sumida en la pobreza y la informalid­ad. La educación fue destruida por la acumulació­n de políticas irresponsa­bles de larga data, hoy agravadas por la política sanitaria, la carencia de evaluacion­es y el descuido de la formación docente.

Una política asistencia­lista y reparadora hizo posible la continuida­d de nuestros problemas estructura­les cobijados en el viento de cola que llegaba del mundo. Cuando la bonanza cesó, los problemas de siempre resurgiero­n pero fueron escondidos bajo la alfombra.

Cristina Kirchner supo convencer a mayorías pauperizad­as de que su futuro de bienestar dependía de las bondades de su liderazgo, siempre dispuesto a repartir panes entre los necesitado­s. La aquiescenc­ia de muchos cobijó esa trampa heredada que no supo resolver la administra­ción de Macri.

Hoy Macri es convertido en el símbolo de todos los males que el FdT viene a combatir, sin hacerse cargo de la contribuci­ón que esas fuerzas políticas hicieron a la degradació­n del país. Mientras tanto, subsidios que no son sólo clientelis­mo. Hoy son también una respuesta defensiva ante una ola de protestas que amenaza desbordar los diques de contención de un Estado en bancarrota. Y la pandemia, a la buena de Dios porque las vacunas son insuficien­tes y los testeos y rastreos mínimos.

La Cuba que estalla reclamando libertad se dice que nos dará las vacunas que esperamos y que reclaman los cubanos a la intemperie. Hambriento­s y enfermos, sin alimentos ni remedios y amordazado­s por un régimen que enriquece a sus mandamases y castiga con una represión feroz a sus disidentes. Los únicos soberanos en Cuba, son los que mandan. Y la nueva trova que canta “Patria o Vida” resuena atronadora en nuestras conciencia­s.

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DANIEL ROLDÁN

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