Al rescate de aquellas joyas de Aute
El documental Aute Retrato (22 de julio a las 21, por Canal Encuentro) es una ocasión —no hay muchas— para asomarse al mundo (los mundos) de Luis Eduardo Aute (1943-2020), quien también dejó su huella en sus presentaciones en la Argentina. Por linaje español, nació sin embargo en Manila, Filipinas, y su primera educación fue en inglés. Fuera de círculos especializados, se lo conoció como “cantautor”.
Sin embargo, siempre tuvo claro que “su trabajo” era la pintura, y quería ser cineasta. Filmó, publicó poesías, expuso en grandes galerías. A sus primeros temas los cantaron otros, y aunque finalmente se dedicó también a la música, se negó largamente a los escenarios. Cuando sus canciones llegaron a mucha gente, se las tomó en serio y dedicó cinco años a preparar el próximo disco. También se encerró cinco años para terminar los 5.000 dibujos del largometraje animado “Un perro llamado dolor” (está en YouTube). Siempre lo movió — lo dijo, se le nota— intentar “intuir de qué va esto de estar aquí, en este formato, sin saber por qué ni para qué”. Su discografía (Spotify ofrece buena parte de ella) tiene joyas conocidas como Slowly o Al Alba. Pero el mejor Aute, permítaseme, es uno más oculto, el que visita sus preguntas más hondas. En la recopilación Auterretratos —tres discos impecables—, se lo escucha cantar: “Llegando siempre a deshora / tan tarde que cuando llega ya se consumió / la vida es una mirada clavada en el sol / un rayo que se desplaza del odio al amor / ceniza que quedó al arder / ese momento que ya se fue / solo un recuerdo es al fin / lo que llamamos vivir... (Como una estrella fugaz, Auterretratos vol. 2, 2005). ■